"La diferencia entre morir o vivir en África puede ser cuestión de un euro"
Diario de noticias de Alava, , 10-09-2007VITORIA. Al margen de los intereses que motivaron la guerra civil en Costa de Marfil, sus habitantes conviven ahora con la muerte y la ausencia de recursos sanitarios. El país dejó de ser la locomotora del África del Oeste para convertirse en una población que “sufre, malvive, y, a veces, menos que eso”.
Costa de Marfil, ¿un conflicto olvidado?
No es una guerra olvidada, sino desconocida. Ahora se intenta señalar, informar de que ha existido, pero no ha tenido la suficiente influencia en los medios. Se puede decir que fue una guerra civil, pero pronto hubo muchos agentes externos, como las tropas francesas, la ONU… El 19 de septiembre de 2002 los rebeldes se propusieron derrocar al presidente de Costa de Marfil, antigua colonia francesa, pero no consiguieron llegar hasta el sur, por la intervención de las tropas francesas. Así, el país se partió en dos. La vigilancia para que siguiera dividida fue de Francia. Una sola separación puede hacer más que toda la armada marfileña.
¿Por qué estalló la guerra?
Hay muchas teorías. Sin entrar en consideraciones políticas, algunos dicen que la llegada de extranjeros tuvo mucho que ver. Los que no eran marfileños o considerados como tales carecían de muchos derechos y querían que eso desapareciese. Otros lo achacan a intereses políticos y económicos de Francia. Se ha encontrado petróleo, los diamantes están en territorio rebelde… Está claro que no es una guerra religiosa ni étnica.
¿Cuáles fueron los momentos más duros?
Como conflicto bélico vivo, la crisis duró dos meses. Después la guerra desapareció, exceptuando algunos episodios espontáneos más tarde. Después hubo un gran éxodo desde el norte, donde estaban los rebeldes, al sur, porque las personas de algunas etnias se asustaron. Esto se ha consagrado como una situación de hecho durante mucho tiempo. Los políticos y los militares han gestionado la guerra a su aire, mientras la población se limita a sobrevivir.
¿Actualmente no hay un acuerdo de paz?
En enero de 2003 se firmaron los acuerdos de Marcusis en Francia, que parecían la solución a todos los males, pero desde entonces se han firmado muchos pactos. Todo ha sido letra muerta.
Antes de la guerra Costa de Marfil era la joya de las antiguas colonias francesas…
Sí, era un país muy adelantado, de la zona el más rico; siempre se le ha llamado la locomotora del África del Oeste. Ahora se sufre y se malvive y, a veces, menos que eso. El sur se ve desbordado y en el norte ha desaparecido todo. Se ha retrocedido 40 años en el tiempo, pero África tiene mucha capacidad de respuesta, hay que dejarles.
¿Hay esperanza para la población?
Creo que saldrán adelante, si les dejamos, porque actualmente hay demasiadas intromisiones extranjeras, a todos los niveles. Parece que la situación va mejor, pero mejor para los de siempre. Mientras la gente no pueda tener un trabajo para ganarse la vida… Hay que empezar desde abajo, no hay nada.
¿Cuál es la primera necesidad?
La sanitaria. A veces, morir o no morir cuesta 150 pesetas. Muchos ni siquiera se molestan en acudir al médico porque no lo pueden pagar. El sida es una plaga. Hay tratamiento y no es caro, con 1.800 pesetas cada tres meses pueden controlar la enfermedad. Sin embargo, la gente muere porque no las tiene; tener o no 6 euros al mes es la vida o la muerte. La educación también es algo importante. Antes de la guerra Serso habilitó salas para dar educación, sanidad y alimentación a 1.500 alumnos que pagaban lo que podían. Ahora los colegios están arrasados.
¿Cómo son las gentes de Bouaké?
Las personas son étnicas. Hay que tener en cuenta que Costa de Marfil es una nación con límites dados artificialmente en los años 60. Ellos se tratan por etnias, que llegan a más de 60. El africano tiene mucha experiencia de sufrimiento, vive mucho el presente, el mañana no existe. Incluso se pueden pegar con machete entre hermanos. La vida tiene un valor muy relativo y la muerte está muy presente. Quizá por eso, el pueblo africano es muy miedoso; juegan con la muerte, pero la temen, porque siempre está demasiado cerca.
¿Qué es lo más curioso de su cultura?
Allí es común la brujería. En África nadie bebe de un vaso que le da otra persona, porque creen que puede estar envenenado, nunca se deja un vaso solo en una mesa. Además, quien quiere tu muerte tiene que ser cercano, de la familia. Hay muertes tras las que todo el mundo se mira y empieza a buscar quién de la familia ha sido. África es África.
¿Cómo ven a los extranjeros?
Para ellos, un persona blanca es sinónimo de dinero y de felicidad, porque tienen la imagen de que se respetan más, no son tan infieles… Practican el racismo positivo: puestos a escoger, escogen al blanco, no por gusto, sino por interés. Nunca se oirá hablar peor de un negro que a otro negro. Sin embargo, cuando no haces lo que quieren eres el colono de turno.
¿Los cascos azules continúan en la zona?
¿Los cascos transparentes? Al principio tenían unos puestos sanitarios a través de los que ayudaban a las personas. Ahora no sé si hacen algo. Dicen que su labor no es de intervenir, sino de vigilar. Van allí a nada, su incidencia es nula, porque para intervenir tiene que haber un conflicto que amenace la paz internacional, pero supongo que las armas del mundo hay que venderlas y hay que utilizarlas.
Ahora está inmerso en el proyecto de ayuda a los desplazados para regresar al norte.
Con la ayuda del Ayuntamiento de Vitoria se han realizado cinco expediciones de unas 150 familias cada una. Las gentes que huyeron de los rebeldes regresan a sus casas porque la situación en el sur es insostenible. Fueron a casa de familiares o amigos por un tiempo, pero el conflicto se ha prolongado cinco años. Allí comienzan a no hablarse y llega el momento de que más vale muertos arriba que abajo. Por lo menos no ven la mirada de reproche de su familia, sin quitar el arroz a los hijos de su hermano. Aunque a lo mejor mueren, mueren libres.
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