El drama que acabó en llamas

El caso de Marian Mirita, el rumano que se prendió fuego en Castellón, muestra la tragedia extrema a la que se enfrentan miles de inmigrantes

Diario Vasco, P. H., 10-09-2007

CASTELLÓN. DV. Marian Mirita puede ser el ejemplo más claro y extremo del síndrome de Ulises, el síndrome del Inmigrante con Estrés Crónico y Múltiple. El suyo es un duro caso de fracaso migratorio. Su desesperación le llevó a pegarse fuego en presencia de su mujer y sus dos hijos, justo cuando varios fotógrafos y un cámara salían de un acto en la Subdelegación del Gobierno de Castellón.

En la Odisea de Homero, Ulises se enfrenta a la dureza del viaje, a peligros y naufragios. Muchos calificarían de héroe griego a cualquier emigrante contemporáneo, que normalmente viaja en soledad.

Este ciudadano rumano de 44 años que por error ha sido llamado hasta ahora Nicolai (que es el nombre de uno de sus cinco hermanos), llegó con su familia a la capital de la Plana hace tres meses.

En ese tiempo, una cadena de contrariedades dispararon su ansiedad y su precariedad hasta que se quemó a lo bonzo. Poco antes ya había intentado tirarse desde un puente en Castellón. Su esposa, Ionela, y su hija Isabela «consiguieron pararlo».

Según el relato de sus familiares, hubo dos hechos que le llevaron a rociarse con gasolina. El primero fue que se dio cuenta de que unas latas de comida que le había entregado alguna organización estaban caducadas. «Hacía días que sólo comía el hijo pequeño», subrayan fuentes próximas a la familia.

La segunda razón fue que cuando amenazó con quemarse a lo bonzo en la plaza María Agustina de Castellón entendió que algunas personas se burlaban de él o le incitaban a hacerlo. Así lo cree su hija Isabela.

El resultado es que Marian Mirita lleva seis días en estado muy grave, ingresado en la unidad de quemados del Hospital La Fe de Valencia, con heridas en el 70% de su cuerpo de segundo y de tercer grado.

El origen del drama

Isabela ha contado fragmentos de la historia de su familia. Durante dos años, uno de los hermanos de Marian Mirita estuvo convenciéndole para que emigrara a España. Vivían en casa de su madre, de 71 años, sin perspectivas de futuro en Preteleac, un barrio deprimido de la ciudad valaca de Targoviste.

La mayoría de los inmigrantes rumanos empadronados en la provincia de Castellón (41.800, según el avance del padrón del 1 de enero de 2007) proceden de esta ciudad rumana de menos de 90.000 habitantes.

Marian no fue engañado por su hermano, como se había especulado. Fue otro familiar lejano, por la parte de su mujer, el que supuestamente les iba a dar trabajo y vivienda en Castellón. La casa está medio en ruinas y de los empleos no se supo nada.

Aunque se trata de ciudadanos de la Unión Europea, los rumanos y los búlgaros aún no pueden trabajar por cuenta ajena de forma automática al llegar a un país comunitario. De momento, tienen que cumplir los mismos requisitos que cualquier extracomunitario.

Los Mirita empezaron a dormir en la calle y tenían miedo «por si les ocurría algo a sus hijos». Ahí empezó el peregrinaje de Marian por Administraciones y ONG. Aunque no estuviera empadronado en Castellón, «el Ayuntamiento podría haberle dado una ayuda de emergencia» para cuatro billetes de autobús a Targoviste (85 euros cada uno). Marian imploraba 400 euros para cubrir también los gastos de dos días de viaje.

Ya en el Hospital de La Fe, las muestras de solidaridad ciudadanas se han disparado. Personas anónimas entregaron hasta 300 euros a la familia en la primera tarde. El pasado sábado, un empresario de origen argentino, Sebastián Oliva, se desplazó desde Toledo hasta Valencia para ofrecerle trabajo.

El debate se ha centrado ahora en si alguien podría haber evitado el suceso. Ni la Subdelegación del Gobierno ni un hipotético Consulado habrían podido pagar los billetes a Marian, Ionela, Isabela y el pequeño Dragos Mirita. Algunos piensan que significaría sentar un peligroso precedente para cualquiera que quisiera un billete pagado y amenazara con el suicidio.

Por su parte, las diferente agrupaciones de inmigrantes han incidido en que casos como este «demuestran la falta de ayuda pública que existe para personas necesitadas».

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