Elecciones en Ontario

La Prensa Gráfica, Ramón Pacheco Menéndez\Escritor, 08-09-2007

 

Los dos principales partidos políticos de la provincia de Ontario, Canadá, en donde resido desde hace algunos años, han dado inicio a sus respectivas campañas.

El Partido Liberal, en el poder, navega con la promesa de un día más de descanso como bandera. De ser reelegido, el premier Dalton McGuinty aprobará un nuevo día de descanso obligatorio (pagado) adicional para paliar lo duro del invierno en febrero. Y el Partido Conservador, por su parte, propone mejorar el sistema educativo.

Excepto por unas vallas publicitarias y algunos comerciales televisivos en los que se punzan un poco los contendientes, hay dos cosas de las que carecen, y generalmente han carecido las elecciones de Ontario y en general de Canadá: pasionismo y polaridad.

Si alguien quisiera ver los ánimos de los canadienses exaltados, caldeados y a dos grupos rivales, totalmente opuestos, saltar a la palestra decididos a darse muerte por unos cuantos votos, debe decírsele que eso no ocurrirá.

El día de las votaciones cada quien vota por su candidato y se va a casa o al trabajo. Los resultados se anuncian tarde por la noche, algunos celebran y nadie protesta. Eso hasta ahora.

Y estoy convencido de que todo inmigrante latinoamericano, recién venido a esta tierra, se habrá extrañado, asombrado y preguntado por qué es esto así.

Primero habría que pensar en esas dos palabras: pasionismo y polaridad. Las elecciones no son la causa de estos elementos, sino más bien el cristal donde ambos se reflejan, teniendo como fondo o base la injusticia social y económica. Ambos son peligrosos ingredientes que, revueltos en la caldera de una campaña política, pueden ser mortales para cualquier sociedad, y la única explicación a su presencia es la democracia sembrada en un sistema económico o social injusto. Tanto el pasionismo como la polaridad no traen consigo nada bueno para nadie, ni para los grupos en contienda ni para el ciudadano en general.

Con la pasión hay ceguera, con la polaridad hay violencia. Las mentes y los corazones enardecidos de pasión no pueden pensar y actuar con claridad y se toman decisiones equivocadas y nefastas aun para el mismo grupo al que se piensa ayudar. Con la polaridad se mira al otro, al contendiente, más como enemigo que como un posible aliado para sacar adelante un proyecto de nación. La pasión y la polaridad tienen que ser erradicadas totalmente.

Quien sea que desee ganar una contienda política, salir adelante en un negocio o llevar a buen fin una causa social, debe eliminarlas, son mala hierba. Con la polaridad, el pensamiento se vuelve lineal. Se ve únicamente al de enfrente, al contrincante, y una nación no la conforman dos grupos rivales de ciudadanos, sino que es o debería ser una unidad. Con la pasión, el pensamiento, si lo hay, se vuelve obtuso, el cristal se empaña, y ya no se trata de triunfar con nuestras ideas, sino de vencer aplastando las ideas del otro, y al otro.

Por injusto que sea el destino que nos haya tocado, solamente lo podremos cambiar y triunfar sobre él si miramos el camino y el ancho horizonte sin pasionismo y sin polaridad.

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