"La Iglesia del siglo XXI debe abrir las ventanas"
El Periodico, , 06-09-2007De Paraguay se sabe poco, salvo que en los últimos años han llegado a España cerca de 50.000 paraguayos que huyen de la pobreza y de la corrupción. Fernando Lugo Méndez (Itapúa, 1951), considerado el obispo de los pobres, que colgó los hábitos para convertirse en candidato de la izquierda a la Presidencia de la República, sostiene que hay dos caminos para evitar que Europa se siga llenando de latinoamericanos: invertir en proyectos que generen trabajo en los países de origen y ayudar a que la documentación de los inmigrantes se regularice pronto.
– – ¿A qué ha venido a España?
– – He participado en un coloquio sobre la Alianza de Civilizaciones, en Almuñécar (Granada), una buena oportunidad para borrar tantos prejuicios y evitar diferencias entre el mundo occidental y oriental. Ha llegado el momento del diálogo franco, del conocimiento y apreciación de las culturas y religiones.
– – ¿Incluyendo a la Iglesia católica?
– – Sí. La Iglesia católica del siglo XXI debe abrir las ventanas para que los desafíos del mundo moderno puedan entrar por ella y refrescarla. Ponerse con humildad al servicio de la humanidad, ser samaritana, caritativa y reconocer sus errores. Pedir perdón, pero sobre todo cambiar. No es una institución perfecta, pero todavía es creíble y se esfuerza en estar a la altura de los acontecimientos, aunque no siempre lo ha logrado.
– – ¿De dónde procede su vocación religiosa y política?
– – Mi padre era un luchador social. Estuvo preso unas 20 veces en el tiempo de Stroessner y tres de mis hermanos fueron acusados y expulsados del país. Enseñé en una escuela rural. Y allí llegó el gran impacto de mi inquietud vocacional, porque descubrí las necesidades de la gente, de los indígenas. Entré en el seminario y al salir de la formación religiosa me fui a Ecuador y me acerqué a la teología de la liberación. Regresé a Paraguay y en 1982 tuve una orden de expulsión del país por sermones “altamente subversivos, por incitar a la violencia”, según dijeron.
– – ¿Y le echaron?
– – No, salí del país por mi propia cuenta y estudié Ciencias Sociales en Roma. Volví a Paraguay y me dediqué a la docencia universitaria. Estudiando un doctorado fui el primer paraguayo en ser nombrado superior de la Congregación del Verbo Divino y obispo.
– – Casi fue expulsado y luego se convirtió en obispo, ¿cómo fue?
– – Cambió la situación del país, se fue el dictador Stroessner. La incipiente democracia permitía nuevas actividades a la Iglesia. La sociedad estaba más abierta. Asesoré al arzobispo y fui vicepresidente de la Confederación de Religiosos de mi país.
– – Pero renunció al sacerdocio.
– – Me lo pidió la gente y considero que es una fase más de consagración a mi pueblo. Veo la política como un instrumento para lograr el bien común. Hoy, en Paraguay, los cambios vienen de la mano de la política; mañana puede ser diferente.
– – ¿Qué dejó al tomar esa decisión?
– – Muchos momentos de felicidad, sacrificio y entrega, compromiso con la gente. Pero he sido muy bendecido por Dios, porque hace 30 años las cosas que encontré en el sacerdocio no las hubiera hallado en otro lugar u otra profesión, donde todo tiene un precio.
– – ¿De qué vive ahora?
– – De la solidaridad de la gente, aunque siempre he trabajado en la enseñanza. Y voy a escribir.
– – ¿Cuál es su propuesta política?
– – Mi inspiración política viene de los valores del reino de Dios. La justicia, la igualdad, la hermandad, el amor y el perdón. Por eso no veo contradicción entre el ministerio sacerdotal y mi decisión política.
– – ¿La política está desacreditada?
– – El político no lo soluciona todo, no hay soluciones mágicas, ni vienen de arriba. La ciudadanía tiene que escuchar, trabajar y hacer suyas las propuestas. La política está deteriorada porque es la personificación de la mentira, el engaño, la demagogia. Y tiene que haber una política verdadera, auténtica, genuina, que es la que viene de la mano de la verdad.
– – ¿Cómo cree que le ven los paraguayos ahora que ya no es obispo?
– – Como un nuevo ser humano. Increíblemente bien. Pensé que iba a haber más rechazo, más prejuicio, pero ha habido una gran aceptación y comprensión. Lo único que me piden es que les hable con la verdad, que no les mienta.
– – ¿Cuál es su perspectiva?
– – No sé. Es impredecible lo que puede pasar en Paraguay. La gente está dispuesta a defender la candidatura, la judicatura está de acuerdo en que no hay impedimento porque yo renuncié al ministerio religioso.
– – ¿No tiene miedo?
– – Veo cuatro escenarios posibles: que yo sea presidente, que me nieguen la candidatura y no pueda presentarme a las elecciones (son el 20 de abril del 2008), que se haga trampa en los comicios o que me maten. Pero Paraguay tiene que cambiar y elegir libremente a su Gobierno.
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