Un inmigrante desesperado por su penuria económica se prende fuego en Castellón

El hombre, de nacionalidad rumana, quiso llamar la atención de las instituciones a las que pedía ayuda desde hacía días sin éxito

La Vanguardia, , 05-09-2007

SALVADOR ENGUIXVALENCIA

La víctima permanecía ayer ingresada en el hospital La Fe de Valencia con quemaduras graves en el 70% de su cuerpo
Marian Mirita, natural de Tirgoviste, Rumanía, y de 39 años, decidió hace cuatro meses abandonar su país, en compañía de su esposa y de sus dos hijos, de 3 y 17 años, y puso rumbo a Castellón, donde ayer se prendió fuego a lo bonzo ante la Subdelegación del Gobierno en un acto de desesperación por su precaria situación económica y para reclamar la atención de las autoridades e instituciones a las que desde hacía días pedía ayuda sin éxito, según manifestaron su mujer y su hija. Del resultado de su acción, recogida íntegramente por las televisiones que en ese momento cubrían un acto en la subdelegación, la víctima resultó gravemente herida, con quemaduras en el 70% de su cuerpo. Fue trasladado a la unidad de quemados del hospital La Fe de Valencia.

El ciudadano rumano había realizado el viaje para salir de la miseria en la que vivía en su país después de que le ofrecieran un puesto de trabajo en Castellón y un piso de alquiler; promesa que después no fue cumplida. Durante un tiempo vivieron de recoger chatarra y refrescos en la plana. Lograron reunir los 400 euros necesarios para comprar cuatro billetes y volver a Rumanía, pero otra vez el infortunio se cebó en ellos: una mafia les “estafó” ese dinero, según su hija Isabelle. “Pedimos ayuda a la Servicios Sociales y nos mandaban a la Cruz Roja, era como un círculo”, añadía su hija.

Mirita acudió ayer por la mañana ante la Diputación de Castellón con su mujer y sus hijos. A la policía local que allí estaba les dijo que estaba desesperado y que necesitaba esos 400 euros para comprar cuatro billetes y volver a su país. Por motivos que se desconocen, según diversas fuentes, momentos después cambió de idea y se dirigió a las puertas de la subdelegación, edificio cercano a la Diputación, donde varias cámaras de televisión esperaban la rueda de prensa del subdelegado del Gobierno, Antonio Lorenzo. Durante unos instantes avisó a los guardias civiles que custodian el edificio oficial de que iba a prenderse fuego y se roció la camiseta con gasolina. Los funcionarios del Instituto Armado le invitaron a repensar su acción y el inmigrante rumano pareció desistir de la arriesgada idea. Se dio la vuelta, comenzó a caminar, a alejarse, se detuvo, volvió a girar sobre sí mismo y encendió un mechero que provocó la combustión de la gasolina que convirtió su cuerpo en una antorcha.

Con las llamas consumiéndolo, intentó quitarse la ropa, corrió y rodó sobre el suelo. Su mujer y sus hijos comenzaron a gritar. Los dos guardias civiles acudieron a socorrerlo e intentaron apagar las llamas. Ambos sufrieron quemaduras leves. Después, desnudo, con el cuerpo dañado por las llamas, fue trasladado a las dependencias de la Guardia Civil y desde allí al hospital La Fe de Valencia.

La Conselleria de Benestar Social se hizo cargo de los familiares. Les facilitó un piso en Valencia para que puedan estar cerca del padre de familia. Y puso a disposición de los menores y de la madre un equipo de psicólogos para tratarlos, dado que fueron testigos directos de un acto brutal y desesperado.

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