BULEVAR

Inmigrantes en la ducha

El Mundo, JAVIER GARCIA SANCHEZ, 05-09-2007

Constituyen en sí mismos uno de los espectáculos más sabrosamente antropológicos que pueden presenciarse por estos lares (Castelldefels), que uno espera con indisimulado anhelo cuando sobre los pueblos de la costa se cierne el crepúsculo, principalmente los sábados y los domingos de estío: son los ecuatorianos, en las duchas instaladas, como vulgarmente se diría, a pie de playa. Menciono a los ecuatorianos porque en su mayor parte pertenecen a dicho país, aunque también se les cuela algún que otro colombiano, peruano y gentes de Bolivia. Háganme caso: el «núcleo duro» de esta movida higiénico – mística lo conforman huestes de ecuatorianos.


Después de toda una fatigosa jornada de playa, en la que ni me atrevo a imaginar cuántas veces se darán un chapuzón, llega el sublime instante de darse la ducha de rigor para quitarse la arena y tal. Aquí es donde empieza el auténtico show, que uno presencia con arrobo y mudo, casi sin pestañear, sentado en el bordillo del micro – malecón que hace de frontera entre la arena y el paseo marítimo: familias enteras se arremolinan en las duchas (gratis) en un genuino y, por lo visto, ancestral ataque de limpieza. El papá, la mamá, los cuatro nenes, la abuelita, la tía política de alguno de los dos cónyuges y, con frecuencia, hasta el microscópico Yorkshire – Terrier (¿o qué se creían?) de esa peculiar y móvil comunidad. Frota que te frota, lava que te lava, enjabona que te enjabona (está prohibido)en un genuino armagedon de la higiene. Transcurren los minutos y ellos siguen ahí, bajo el chorro de agua en su feroz empeño por quitarse (imagino) los imaginarios restos invisibles de suciedades. Vamos, que se huele a champú en varios metros a la redonda. Y como calvos hay pocos, pues el Señor dotó a tales razas de pingües masas capilares, luego de haber sometido sus cuerpos (rechonchetes pero lustrosos) a la atlética fricción del enjabonado, la emprenden con el pelo.Algunas mujeres suelen llevarlo hasta donde termina la espalda, así que se monta un verdadero Cristo de jabón y espuma (algo que en dicho interludio no ha dejado de estar prohibido), aunque los bebés acostumbran a llevarse la peor parte, a saber: seis o siete duchas en plan heavy, y de las que parecen vayan a salir con a piel en carne viva. Los crios berrean, los Yorkshire – Terrier gimotean, pero da igual. Una buena ducha es siempre una buena ducha, y hay que aprovechar. Así que todos en la familia (excepto los más críos y los perrines) tiritan de frío que es un gusto, lo cual en absoluto disuade a los progenitores de dar otro repasito (el último) pasado por agua a los ya generosamente bañados. Lo juro: he visto bebés azules y temblorosos (así mismo perrines) a los que vuelven a someter a la enésima ducha (sorpresa) por mor de que sean manchados con un poco de arena, y a menudo ni eso. También empieza a haber ejércitos de paquistaníes (todito el Raval) y argentinos. Pero aquellos son más de palique y estos de disertar (termo de mate en mano) sobre lo que haga falta.Un amor.

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