El 'top manta' no se apolilla

LA VENTA AMBULANTE ILEGAL RESISTE CON FUERZA EN EL PORT VELL PESE AL ACOSO POLICIAL

La Vanguardia, , 31-08-2007

LLUÍS SIERRABARCELONA

La policía del puerto de Barcelona ha decomisado este año 600 kilos de material de los manteros

La policía portuaria pasa cada día, en ocasiones seis, siete, ocho veces en un día, y se repite la escena: los vendedores de fortuna tiran de las cuerdas, la manta se convierte en bolsa contenedora de bolsos o gafas de sol, y salen en estampida. Este verano, la repetición de la escena se ha hecho habitual en el paseo del muelle del Dipòsit, frente a las terrazas de los restaurantes del Palau de Mar en Barcelona, convertido en remedo de zoco por los top manta.

Ha pasado año y medio largo de aplicación de la ordenanza cívica y seis meses de un convenio entre Ayuntamiento y la Autoritat Portuària de Barcelona (APB) para que la policía portuaria se aplicase en hacer cumplir dicha ordenanza en su territorio y la Guardia Urbana pudiese entrar en ella con el mismo objetivo. En este tiempo se ha combatido más el fenómeno de la venta ambulante (lateros y top manta,sobre todo). Pero se está lejos de erradicarlo o reducirlo a una mínima expresión.

Se diría que agentes y manteros juegan al gato y al ratón. Ya ha ocurrido en otros momentos y puntos de la ciudad (plaza Catalunya, paseo de Gràcia): la presencia policial, de la Guardia Urbana, ahuyenta a los vendedores pero al cabo de un rato vuelven, hasta que regresa la policía.

La policía portuaria ha decomisado este año 600 kilos de material del top manta,según Port 2000, la empresa gestora del Port Vell. “Ponemos todos los medios posibles, con agentes fijos en los puntos más evidentes, como el Portal de la Pau y el Pòrtic de Mar”, señala un portavoz, aunque reconoce que “se ha notado una reducción importante, pero no se consigue erradicarlo del todo”.

La Guardia Urbana también actúa en el Port Vell. La gente que trabaja en esta zona turística explica que es la policía portuaria la que más interviene. Tras el convenio que se firmó en febrero entre el alcalde Jordi Hereu y el presidente de la APB, Jordi Valls, se estableció el criterio de que “si se ve un incumplimiento (de las ordenanzas), se entra y se interviene, en cualquiera de las zonas abiertas del Port Vell, como en cualquier parte de la ciudad”, explican en la Guardia Urbana. Y el acoso a la venta ambulante “va bien”.

En los restaurantes del Palau de Mar no hay un malestar aparente por la situación. Al parecer, la proliferación mantera no afecta apenas al negocio. Así, parece que “la situación está bastante controlada”. Y no lo dice un portavoz policial, ni del puerto, ni del Ayuntamiento. Lo dice el encargado de un restaurante frente al que cada tarde y noche se instalan los vendedores. En un día laborable entre 10 y 15 personas se instalan en el muelle, con un restaurante flotante a la espalda, y despliegan la mercancía: bolsos, abanicos, carteras, pañuelos, gafas de sol… no hay discos compactos ni películas en DVD.

Los fines de semana el mercadillo crece, porque hay más clientela potencial y seguramente porque hay manteros de sábado y domingo, que el resto de los días ejercen otros oficios. Entonces son varias decenas de vendedores las que toman posesión del muelle.

El citado encargado explica que “se colocan a primera hora de la tarde. Cuando viene la policía portuaria se van corriendo y al cabo de un rato vuelven”. En ocasiones, un vehículo policial se mantiene aparcado a pocos metros del espacio que suelen ocupar los manteros y lógicamente, estos no aparecen. Pero el vehículo no puede quedarse siempre.

Antes de instalarse junto al Palau de Mar, los manteros han probado en zonas cercanas, también turísticas, aunque fuera del recinto portuario. Cuando los turistas empiezan a llenar terrazas en el paseo Joan de Borbó, grupos de tres o cuatro manteros están instalados frente a los restaurantes. Los empleados de los restaurantes ofrecen “paella, deliciosa paella” y los vendedores africanos su mercancía a precio de supuesta ganga. Es el turno del mediodía. Luego, por la tarde, atravesarán el paseo y pasarán a territorio del puerto.

Los vendedores son africanos en su mayoría, pero hay también algunos indios o pakistaníes. Los bolsos, de imitación de piel, de aspecto aceptable, son el producto estrella.

- ¿Cuanto por éste?

- Veinticinco euros.

- No sé…

- ¿Cuánto puede pagar?

El regateo funciona, como en los mejores zocos. Se diría que ninguno de los pocos clientes acaba pagando esos 25 euros, equivalentes a un litro de sangría con cava brut, según la carta de un restaurante exhibida a tres metros del mantero.

Los manteros trabajan en equipo.

Con jefe de grupo al mando, o eso parece cuando un vendedor duda ante dos mujeres que ya han cogido sendos bolsos y ofrecen un billete de 20. Otro vendedor se acerca, coge el billete, lo pone en la mano del que dudaba si era un precio ajustado, y saluda a las turistas, que se van con cierta prisa, como temiendo que los manteros se arrepientan. Por lo demás, tranquilidad, hasta que llega la policía.

En los restaurantes se ha asumido la situación. Ven que se actúa policialmente, y ven que el top manta sigue. “Lo que más molesta – apunta un camarero- es cuando salen corriendo a toda prisa, y pueden atropellar a la gente”. La policía portuaria y la Guardia Urbana pueden decomisar el género (para destruirlo después), identificar al vendedor ilegal y abrirle expediente administrativo. Salvo casos de género de procedencia ilícita, el top manta no es delito penal.

La Guardia Urbana llevó a cabo durante todo el año 2006 (el primero de aplicación de la famosa ordenanza del civismo) un total de 14.281 intervenciones contra la venta ambulante. En la primera mitad (de enero a junio) del 2007 hizo 4.283 intervenciones en toda la ciudad, lo que parece indicar un descenso acentuado de esta actividad.

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