Feminismo intercultural
La Vanguardia, , 31-08-2007ALGUNAS mujeres se sienten atacadas cuando sus costumbres son puestas en entredicho
Se denomina feminismo dialógico aquél que dialoga con todas las mujeres con independencia de su nacionalidad, raza o religión. Es, pues, un feminismo transversal que engloba diversidad de culturas y de niveles académicos, y que no conoce la discriminación por edades. Se trata, en definitiva, de un diálogo igualitario cuyo propósito es el de continuar la transformación de la sociedad en pro de los derechos sociales, políticos y humanos de las mujeres.
Al hablar de feminismo nos retrotraemos esencialmente al mundo anglosajón, ampliándolo acto seguido al contexto occidental como un conjunto. Sin embargo, y paulatinamente, vamos teniendo noticia de mujeres de otras latitudes (subsaharianas, egipcias, pakistaníes…), que también luchan por su libertad y por abrir los ojos de sus coterráneas. Por otra parte, conocemos a mujeres de otras etnias y otras creencias residentes en nuestro país que están aprendiendo a autoestimarse y a hacerse respetar. De ahí nace este intercambio feminista que supera las desigualdades que muchas mujeres inmigrantes padecen por la triple discriminación de clase social, de sexo y de raza.
Por lo demás, aunque el feminismo en sí aporte un avance social y humano para las mujeres de todas las culturas, eso no elimina el riesgo de que los valores asumidos desde la niñez choquen con los propios del lugar de acogida. Algunas mujeres se sienten atacadas cuando sus costumbres son puestas en entredicho, aunque se trate de costumbres opresoras. Sólo la convivencia igualitaria con mujeres autóctonas, las reuniones en centros de barrio, la participación en actividades de carácter cívico actuarán como motor para la transformación personal de las recién llegadas.
Cierto que a menudo surgen actitudes que desde la perspectiva occidental se juzgan contradictorias. Que mujeres musulmanas procedentes de regiones diversas y con diferentes niveles de instrucción propugnen el reconocimiento de su cultura por parte de la sociedad de acogida, promoviendo una visión del islam en la que cabe la igualdad entre hombres y mujeres, puede sonar a entelequia en los oídos occidentales. Tanto por la práctica cotidiana en los países de raíz musulmana como por el contenido del propio Corán. No obstante, pese al escepticismo de las mujeres occidentales respecto de los razonamientos de sus congéneres islámicas, el hecho de que ambos grupos se reúnan para conversar ya resulta beneficioso.
No cabe duda de que los debates entre cristianas, mahometanas, ateas, agnósticas conducen al enriquecimiento mental y al conocimiento mutuo, pórtico de la recíproca avenencia. Si diálogos de semejante naturaleza, es decir, solidarios e igualitarios, sirven para que una mujer musulmana sea capaz de discernir si usa velo porque lo decide por sí misma o sólo porque sutilmente le han inculcado que es un alarde de autonomía con el cual defiende su cultura, si se consigue que todas las interlocutoras razonen lo más libremente posible, los frutos logrados serán provechosos.
A fin de cuentas, el objetivo es que tanto el feminismo teórico como el empírico sirvan para cambiar a mejor el día a día de mujeres pertenecientes a diferentes clases sociales, con educaciones distintas y con necesidades diversas. Sirva para que ninguna mujer se vea excluida por motivos económicos, por su atuendo o por sus creencias. Impulsando al mismo tiempo la libertad de pensamiento, la emancipación personal y el respeto hacia los derechos de todo ser humano.
E. SOLÉ, socióloga y escritora(Puede haber caducado)