EKARRI, recoge, Are. Euskera, castellano y búlgaro. A estos tres idiomas responde Nere, la perra con la que Kiril Kirlinov Malinov quedó cuarto el domingo en el campeonato navarro de habilidad con perros pastor, celebrado en Uharte Arakil. KIrlinov, búlgaro de 25 años, trabaja desde hace cinco en la casa Eulenea, con la familia Galarza de Baraibar.

Kiril llegó a España nada más cumplir el servicio militar en su país. En Etxarri Larraun trabajaba ya un tío suyo y, en el mismo valle, a apenas cinco kilómetros, encontró un empleo. La vida del caserío no le resultó extraña porque en su casa siempre tuvieron rebaño de ovejas, unas 170. Tampoco el paisaje, verde y montañoso, como el de su país. Así que se adaptó pronto y no hizo ascos a los enrevesados horarios de la ganadería ni a residir en un pueblo de apenas cien habitantes.

Fiel compañera

En su periplo ha tenido una fiel compañera. Se llama Nere y es una perra de siete años con la que se entiende al primer gesto. Y eso que, cuando se conocieron, entendían distintos idiomas. Él búlgaro. Ni idea de español y, mucho menos, de euskera. Ella, atendía órdenes en vasco. La tarea parecía complicada, pero el tiempo lo solucionó. Hoy, el can responde en los tres idiomas, aunque Kiril se dirige, sobre todo en euskera. «En la calle hablo castellano, no sabía nada, pero con la necesidad aprendes rápido y la tele ayuda mucho», arguye. Con la perra utiliza más el euskera. «Pero no sé más que el lenguaje del pastoreo», matiza. Ése lo domina sin excusa. Basta escucharle cualquier día en algún prado de Baraibar. Y cientos de personas lo comprobaron el pasado domingo en el campeonato navarro de habilidad con perros pastor de Uharte Arakil. Participó por segundo año. «El primero fui por ver cómo era. Me animaron los otros pastores de la zona y mis amigos. Estaba muerto de vergüenza. Este año me llegó una carta de invitación y volví, aunque también con dudas porque con el mal tiempo de la semana pasada no pude entrenar», cuenta. No le fue mal. Quedó cuarto, por delante de algunos veteranos y de nombres curtidos en la modalidad. Como otros participantes, dice que impone trabajar ante tanta gente, con ovejas «desconocidas» y, este año, a más de 35 grados de temperatura. «La perra llegó medio mareada, no sé ni cómo pudo trabajar», apunta.

Es consciente de que en el pastoreo escasea el relevo generacional. Es un oficio sacrificado y poco compatible con la vida de un joven de 25 años. Él compagina como puede y duda cuando se le pregunta si está cubriendo un puesto que los españoles de su edad rechazan. «No lo sé, ponlo como quieras», zanja, aún consciente de los contratiempos de su tarea. Está especialmente orgulloso de su relación con Nere. Dice que el entendimiento es cuestión de tiempo, «de meter horas y también de que el perro coja confianza». Para él no hay más secretos. «No se puede pensar que hoy compro un perro y la semana que viene ya manejo el rebaño. No, hay que entrenar y pasar horas con él», asegura. En la granja, le toca hacer un poco de todo: ordeñar, limpiar, recoger hierba, dar de comer al ganado, atender los partos… La época de mayor trabajo se extiende de noviembre a mayo. El verano es más tranquilo, pero no hay treguas. El lechero viene puntual a recoger, con destino a Roncal.

Bulgaria y la Unión Europea

Kiril dice que en su país no existe este tipo de concursos. «Sí se utilizan los perros para manejar los rebaños, pero sobre todo contra los lobos. Son de raza mastín y collies», cuenta, antes de mostrar varias fotos de sus perros búlgaros, que guarda como un tesoro.

Explica que su padre acaba de vender el rebaño de ovejas. La reciente integración del país en la Unión Europea, ha incrementado la compra – venta de ganado. «Las subvenciones están de por medio y ahora a la gente le interesa tener reses, creo que se engañan», sostiene.