ENTREVISTA CON FERNANDO SANZBERRO ARBURUA MISIONERO EN MALÍ

TRAYECTORIA

Padre Blanco, misionero de África, lleva 40 años en aquel continente, en labores de evangelización y ayuda. Estos días descansa en su pueblo, Etxalar, donde el viernes ofrece una charla.

Diario de Navarra, TEXTO: P.F.L., 29-08-2007

Fernando Sanzberro Arburua, de la casa Murdenekoborda de Etxalar, lleva 40 años de misionero en África. Estos días descansa en su pueblo, donde el viernes (casa de cultura, 20 horas) ofrecerá una charla para tratar de explicar las razones de la masiva llegada de inmigrantes africanos a España. Entretanto, desmenuza en la entrevista su vida en aquel continente donde, a su labor evangelizadora, acompañan de la mano mil oficios, tantos como requieren las necesidades del país.
«He sido chófer de enfermos, zahorí para buscar puntos de agua, redactor de planos… hasta traductor de la Biblia», enumera, mientras saca del bolsillo de su camisa celeste un lápiz de memoria donde guarda una copia de la sagrada escritura en una de las lenguas de Malí, un trabajo iniciado en 1990.

– ¿Cuál es la radiografía de Malí?

– La superficie dobla, aproximadamente, la de España y suma doce millones de habitantes, en buena parte dedicados a la agricultura o a la pesca fluvial, en el Níger, donde hay toneladas de pescado, que venden a los países del entorno. Las dos terceras partes del territorio son el desierto del Sahara y el tercio restante se dedica al cultivo y, algo, a la ganadería. En las últimas décadas su progreso ha sido enorme.

– Dentro del contexto africano, ¿es un país muy pobre?

– Tenemos la suerte de estar entre los más pobres. Sí, digo bien, porque así los poderosos nos dejan en paz. Tenemos ejemplos como el del Congo, un país rico, pero acorralado por las guerras. Malí es pobre, pero, salvo algunos conflictos en las fronteras, vive en paz.

– ¿Cuál es su labor allí?

– No se puede llegar allí con una idea prefijada. Decir, voy a hacer puentes, o escuelas. No. Hay que observar las necesidades y actuar en consecuencia. Por eso, me he dedicado a todo. Además del trabajo parroquial propiamente dicho, incidimos en la formación humana, alfabetización, catequesis, en escuelas, dispensarios… de todo. Hay problemas importantes de transporte, no existen las ambulancias y es preciso trasladar a enfermos o parturientas con complicaciones.

– El país está en paz y su progresa, ¿por qué emigran?

– África es un continente con más de 2.000 pueblos y lenguas con problemas de todo tipo, encabezados por el hambre y las guerras. Pero en el caso de Malí no escapan del hambre. Comerán más o menos, mejor o peor, pero no hay hambre, aunque siempre haya quien gestione mal lo que tiene y lo pierda todo. ¿Qué ocurre?, que buscan un mejor nivel de vida. Buena parte de la población vive en un mundo mágico y cree que en la vida tienes éxito o fracasas en función de la suerte. Por eso, cuando tienen noticia de que alguien ha muerto en una patera, lo achacan a la suerte. No le dan más vueltas.

– ¿Cuál es la solución?

– Hay dos caminos. Primero, trabajar por un cambio de mentalidad con la educación y formación social, y el elemento religioso es fundamental para enraizar eso. Segundo, justicia en el intercambio comercial y cultural, con respeto a las personas. Los gobiernos hablan de derechos humanos, pero… ¿de los de quién?

– ¿Qué podemos hacer desde aquí para ayudar a África?

– Tomar conciencia de la situación y colaborar con organismos fiables. Por ejemplo, Manos Unidas funciona bien. Porque hay Ongs que hacen mucho bien pero, en ocasiones, el reparto de ayudas es cuestionable, sobre todo porque la gente no querrá hacer nada si se le da dinero. Hay que ir al fondo del problema.

– ¿Ve muy cambiada su tierra?

– Hay más casas, mejor cuidadas, más dinero, la gente vive más despreocupada y gasta más. En estas latitudes a veces me siento incómodo, tengo la impresión de que se está más al servicio de una ideología que de un pueblo. Lo de Navarra, este verano, ha sido bochornoso, hace falta un mínimo de seriedad y de sentido común.

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