Los negreros de Liverpool
La ciudad dedica un museo a la esclavitud con la que se enriqueció
La Vanguardia, , 27-08-2007RAFAEL RAMOS – Corresponsal LIVERPOOL
Liverpool es una ciudad llena de fantasmas que gritan en la oscuridad, los de decenas de miles de esclavos que comerciantes sin escrúpulos del siglo XVIII capturaron en las costas del África subsahariana y enviaron a la muerte o la cautividad en buques construidos en los astilleros del río Mersey, con la connivencia de todas las grandes instituciones de la época: la Iglesia de Inglaterra, la familia real, la Cámara de los Comunes…
Al cumplirse dos siglos del acta de 1807 que prohibió la participación de intereses británicos en el tráfico de esclavos – aunque permitió que sus dueños en las colonias siguieran explotando su trabajo tres décadas más-, la ciudad ha inaugurado un espeluznante museo que examina desde los objetos utilizados para torturar a los negros y mulatos hasta cómo los mercaderes de la época prosperaron con el llamado comercio trilateral: se enviaban buques de Liverpool a África, se llenaban con entre cien y doscientos cautivos, se vendían en Kingston (Jamaica) u otro puerto americano, se compraba azúcar y especies con el capital, y se hacía una segunda ganancia vendiéndolas en los mercados europeos. Un negocio redondo, que en su momento escandalizó a muy pocos.
Los puertos de Bristol y Londres también jugaron su papel en el comercio de seres humanos, pero un 80% del tráfico era controlado por Liverpool, donde se fletaron más de 5.000 barcos diseñados con ese fin, y muchos de los grandes edificios de época del centro de la ciudad – construidos por las grandes dinastías empresariales del siglo XVIII, de la banca, el algodón, la lana- están manchados por el dinero de tan macabro negocio. Los frisos de la fachada del Ayuntamiento, con su iconografía de elefantes y esclavos, hablan por sí solos del consentimiento de una urbe cuyas fuerzas vivas apoyaron al Sur en la guerra civil norteamericana.
El Museo Internacional de la Esclavitud es una crónica de las crueldades de una práctica que causó la muerte a gran escala, la enfermedad, el desplazamiento y la devastación cultural, pero también se esfuerza en presentar a los esclavos no sólo como víctimas sino también como luchadores que se resistieron a una fuerza abrumadoramente superior, organizaron motines y crearon colonias aisladas en territorios inhóspitos, en defensa de la libertad. Su tono general es sencillo y visual (vídeos, pantallas interactivas, testimonios, modelos de buques, uniformes del Ku Klux Klan…), más dirigido a escolares cuyos maestros quieren que se hagan una idea del fenómeno que a estudiosos interesados en profundizar en los aspectos sociales, económicos y políticos, pero aun así trata temas espinosos como el papel de comerciantes africanos, y cómo los mercaderes de Liverpool estimulaban las disputas tribales con la venta de armas y municiones.
La exposición permanente alojada en tres galerías del Museo Marítimo denuncia a la sociedad mercantil inglesa del XVIII – que contemplaba a los negros como una especie infrahumana a la que era legítimo tratar como animales-, y rinde tributo a los idealistas que lucharon contra la esclavitud, como el cuáquero Thomas Clarkson, que compareció en la Cámara de los Comunes con un cofre lleno de instrumentos usados para torturar a los esclavos. En noviembre, Londres abrirá otro museo sobre el abominable tráfico y su interacción con la industria textil del XVIII.
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