Buscan mejor nivel de vida para comunidad negra

El Universal, Fabiana Frayssinet*, 25-08-2007

RÍO DE JANEIRO.— Más de un siglo después de la abolición de la esclavitud, persisten en Brasil pequeñas villas remanentes de los ‘quilombos’, reductos de libertad creados por los esclavos africanos fugitivos en los siglos XVII y XVIII.

Quienes conseguían escapar, se refugiaban en medio de la selva o en cerros o montañas inaccesibles, para resistir al orden colonial, bajo distintos nombres, por ejemplo, Palenque. Esas zonas liberadas existieron en toda la América Latina colonial.

“Hoy también intentan resistir, creando lazos de identificación histórica y cultural”, señaló a Tierramérica Givânia Silva, subsecretaria de Políticas para Comunidades Tradicionales de la gubernamental Secretaría Especial de Políticas de Promoción de la Igualdad Racial (Seppir). Un plan gubernamental de desarrollo busca mejorar sus condiciones de vida.

Coordinada por la Seppir, la propuesta para los ‘quilombolas’ (habitantes de los quilombos) incluye títulos de tierras, mejora de carreteras, saneamiento, abastecimiento hídrico, educación y salud.

El Programa de Desarrollo para Quilombolas, con participación de siete ministerios, se enmarca en otro creado por el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva en 2004 “para rescatar la identidad y mejorar las condiciones de vida de esas comunidades”, según su documento constitutivo.

Se intenta beneficiar inicialmente a 525 comunidades de 22 estados, con miras a aumentar ese objetivo hasta 2010. Y se centrará en garantizar el acceso a la tierra.

“Es común asociar los quilombos a las clases de historia del colegio, o a algo restringido al pasado que habría desaparecido del país con el fin de la esclavitud” en 1888, afirma la Seppir.

Pero estas comunidades existen casi en todo el país, con mayor concentración en Bahía (oriental), Mato Grosso (occidental), Goiás (central), Minas Gerais (sudoriental) y Pará (septentrional). Pero también en ciudades como Río de Janeiro y Sao Paulo.

“La legislación en vigor reconoce a los quilombos a partir de la Convención 169 de la Organización Internacional del Trabajo, que establece la autodeterminación de los pueblos”, agregó Silva, quien se define como originaria de una comunidad quilombola Conceição das Crioulas, en el noroccidental estado de Pernambuco.

La estatal Fundación Palmares detectó mil 170 comunidades remanentes de quilombos. Pero Seppir calcula que superan 3 mil.

Esto representaría 1.7 millones de personas, en un país de 189 millones de habitantes. Según el censo de 2002, 48% de los brasileños son negros y mulatos.

Los afrodescendientes “son 70% de los más pobres del país. Es justo y urgente que el Estado que los reprimió ahora efectivice acciones que les devuelvan sus condiciones dignas”, opinó Silva.

Los quilombos sobrevivieron de la agricultura y el pequeño comercio e intentaron recuperar la organización social africana. La más célebre fue Quilombo de Palmares, ciudadela fortificada que perduró un siglo y que llegó a tener 15 mil habitantes.

Según Silva, el aislamiento permitió su supervivencia y la de su identidad cultural. Pero también gravó sus condiciones de vida, afirma la investigación del Ministerio de Desarrollo Social Llamada nutricional quilombola 2006.

El informe muestra que la proporción de niños de hasta cinco años desnutridos es 76.1% mayor que en toda la población brasileña, y 44.6% más que en la población rural. 91% por ciento de las familias perciben ingresos inferiores a los 190 dólares mensuales.

La regularización de tierras es uno de los aspectos más complejos. Según el Instituto Nacional de Colonización y Reforma Agraria (Incra), las comunidades deben identificarse como remanentes de quilombos. Después, presentar solicitud de apertura del procedimiento, que involucra desde antropólogos a peritos en agrimensura.

Hay en el Incra 585 procesos de regularización, y 31 títulos fueron emitidos entre 2003 y 2006.

“Espero que esas iniciativas compensen la injusticia histórica cometida contra la población negra en Brasil”, expresó Silva.

*Colaboradora de IPS.

RÍO DE JANEIRO.— Más de un siglo después de la abolición de la esclavitud, persisten en Brasil pequeñas villas remanentes de los ‘quilombos’, reductos de libertad creados por los esclavos africanos fugitivos en los siglos XVII y XVIII.

Quienes conseguían escapar, se refugiaban en medio de la selva o en cerros o montañas inaccesibles, para resistir al orden colonial, bajo distintos nombres, por ejemplo, Palenque. Esas zonas liberadas existieron en toda la América Latina colonial.

“Hoy también intentan resistir, creando lazos de identificación histórica y cultural”, señaló a Tierramérica Givânia Silva, subsecretaria de Políticas para Comunidades Tradicionales de la gubernamental Secretaría Especial de Políticas de Promoción de la Igualdad Racial (Seppir). Un plan gubernamental de desarrollo busca mejorar sus condiciones de vida.

Coordinada por la Seppir, la propuesta para los ‘quilombolas’ (habitantes de los quilombos) incluye títulos de tierras, mejora de carreteras, saneamiento, abastecimiento hídrico, educación y salud.

El Programa de Desarrollo para Quilombolas, con participación de siete ministerios, se enmarca en otro creado por el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva en 2004 “para rescatar la identidad y mejorar las condiciones de vida de esas comunidades”, según su documento constitutivo.

Se intenta beneficiar inicialmente a 525 comunidades de 22 estados, con miras a aumentar ese objetivo hasta 2010. Y se centrará en garantizar el acceso a la tierra.

“Es común asociar los quilombos a las clases de historia del colegio, o a algo restringido al pasado que habría desaparecido del país con el fin de la esclavitud” en 1888, afirma la Seppir.

Pero estas comunidades existen casi en todo el país, con mayor concentración en Bahía (oriental), Mato Grosso (occidental), Goiás (central), Minas Gerais (sudoriental) y Pará (septentrional). Pero también en ciudades como Río de Janeiro y Sao Paulo.

“La legislación en vigor reconoce a los quilombos a partir de la Convención 169 de la Organización Internacional del Trabajo, que establece la autodeterminación de los pueblos”, agregó Silva, quien se define como originaria de una comunidad quilombola Conceição das Crioulas, en el noroccidental estado de Pernambuco.

La estatal Fundación Palmares detectó mil 170 comunidades remanentes de quilombos. Pero Seppir calcula que superan 3 mil.

Esto representaría 1.7 millones de personas, en un país de 189 millones de habitantes. Según el censo de 2002, 48% de los brasileños son negros y mulatos.

Los afrodescendientes “son 70% de los más pobres del país. Es justo y urgente que el Estado que los reprimió ahora efectivice acciones que les devuelvan sus condiciones dignas”, opinó Silva.

Los quilombos sobrevivieron de la agricultura y el pequeño comercio e intentaron recuperar la organización social africana. La más célebre fue Quilombo de Palmares, ciudadela fortificada que perduró un siglo y que llegó a tener 15 mil habitantes.

Según Silva, el aislamiento permitió su supervivencia y la de su identidad cultural. Pero también gravó sus condiciones de vida, afirma la investigación del Ministerio de Desarrollo Social Llamada nutricional quilombola 2006.

El informe muestra que la proporción de niños de hasta cinco años desnutridos es 76.1% mayor que en toda la población brasileña, y 44.6% más que en la población rural. 91% por ciento de las familias perciben ingresos inferiores a los 190 dólares mensuales.

La regularización de tierras es uno de los aspectos más complejos. Según el Instituto Nacional de Colonización y Reforma Agraria (Incra), las comunidades deben identificarse como remanentes de quilombos. Después, presentar solicitud de apertura del procedimiento, que involucra desde antropólogos a peritos en agrimensura.

Hay en el Incra 585 procesos de regularización, y 31 títulos fueron emitidos entre 2003 y 2006.

“Espero que esas iniciativas compensen la injusticia histórica cometida contra la población negra en Brasil”, expresó Silva.

*Colaboradora de IPS.

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)