Y van 50 asesinatos de mujeres por violencia de género… ¡como para echarse a llorar! Y muy recientemente en la playa de Gandia una mujer ha muerto apuñalada por su ex pareja, que también agredió al actual compañero sentimental de la mujer; y todos ellos muy jóvenes. ¿Tanta violencia existe en la sociedad y en las personas?

Tildar a la Ley Integral de ineficaz es lo fácil y lo demagógico. Cierto es que existen en la Ley medidas que todavía no se han puesto en marcha; la responsabilidad recae sobre el Gobierno de España y sobre el Gobierno de las Comunidades Autónomas en la medida que tienen transferidas competencias y aplicaciones de la ley. ¡Qué nadie se “espolse” –como se dice entre nosotros– la responsabilidad!

Hay que esforzarse –y todas las Administraciones deben ponerse a ello– en formar más y mejor a los distintos agentes sociales que intervienen en la lucha contra la violencia de género. Denuncias a las que apenas se les hace caso, decisiones judiciales contradictorias, escasa protección y atención integral en muchos casos inexistente, denotan superficialidad en el conocimiento de la naturaleza de la violencia de género con unas consecuencias graves para la mujer. ¿Cuándo se van a enterar jueces, fiscales, policías, trabajadores sociales, funcionarios de los centros de asistencia que el agresor agrede, lesiona y mata para seguir con la dominación machista o para hacer demostración de ella? No estamos ante disputas familiares o sentimentales, estamos ante “el ejercicio del poder masculino sobre la mujer”.

Propone el Informe Anual del Observatorio Estatal sobre la Violencia contra la Mujer que se ponga en marcha una campaña dirigida a los extranjeros que llegan a nuestro país para hacerle ver que nuestro ordenamiento jurídico castiga la violencia contra la mujer, que nuestros principios constitucionales no permiten ni desigualdades ni atentados a la dignidad de la mujer. Más aun, ese Informe insinúa la conveniente de facilitar la pertinente información en el momento de la tramitación de los expedientes de los permisos de residencia y de trabajo.

Pero no señalemos con el dedo a los inmigrantes como los causantes del incremento de la violencia contra la mujer: ¡en todos los sitios se cuecen habas! Estamos ante un mal endémico de carácter universal: la prevalencia del hombre sobre la mujer, con lo que conlleva de dominación y de “una cierta legitimación de la violencia”.