LA PUERTA ESTRECHA DE EUROPA
Diario Vasco, , 24-08-2007En el extremo sur de la conurbación que va desde Málaga hasta Algeciras se encuentra el Estrecho de Gibraltar y, a los dos lados de sus costas Algeciras, Ceuta, Gibraltar, Tánger y Tarifa, accesos a Europa y África, dos continentes separados por la historia y, sin embargo, unidos por su mismo destino. Entre las dos orillas hay tan solo catorce kilómetros, una distancia insignificante comparada con la enorme diferencia que existe entre las economías y el desarrollo social de ambos lados.
Las puertas del Estrecho se abren durante estos días de verano en una operación especial para que crucen miles de trabajadores europeos de origen marroquí. Y se cierran, como el resto del año, para otros tantos africanos de diferentes lugares del continente que intentan atravesarlas y no lo consiguen.
Es fácil concluir que gran parte del desarrollo y el progreso europeo se deben al régimen de explotación y saqueo que se instauró en África durante la larga historia del colonialismo. Pero no es tan sencillo resolver la deuda que hemos contraído con los desheredados de aquellas tierras. Las contradicciones inapelables que se hacen visibles en esta frontera sur del mediterráneo son el espejo donde se mira nuestra historia común y enfrentarse a ellas, con todas las consecuencias, es nuestra obligación moral y, por ende, política.
En unas recientes declaraciones, Graça Machel, ex ministra de Educación de Mozambique y experta en apoyo a la infancia de países en guerra, afirmó: «Los africanos no quieren caridad. Tenemos que pensar menos en función de conceptos como ayuda y actuar más desde la solidaridad política internacional. La idea de la ayuda humanitaria es como hablar de pobres y ricos. La solidaridad, siempre y cuando venga determinada por acuerdos mutuos, es algo que funciona en dos sentidos, no sólo en el sentido del conquistador. África está intentando afirmarse en la comunidad internacional con una mayor dignidad. Tras la etapa colonial, nos queda por resolver la cuestión económica; hay que establecer unas relaciones económicas de intercambio. Ha llegado la hora de la cooperación entre iguales; solo así los beneficios de la cooperación serán para todos, no solo para una de las partes».
Por tanto, se trataría de construir puentes, no de definir orillas; de replantear, de nuevo, las relaciones entre dos grandes espacios geopolíticos que están obligados a vivir juntos, a compartir la memoria y a construir ámbitos sociales y económicos que permitan una circulación normalizada de las personas, de los bienes y de los recursos.
La dirigente africana, Graça Machel, entiende la democracia como un ámbito político regido por exigencias y obligaciones jurídicas y en última instancia morales, que trascienden la particularidad de los intereses; como un proceso dinámico que se genera en zonas de intersección.
Las fronteras, mientras existan, no debieran ser nunca líneas de separación sino de intersección, lugares de traducción, de transacciones sociales y económicas. En definitiva, de flujos humanos capaces de vivir compartiendo las experiencias y transformando las realidades que habitamos.
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