Somos americanos

La Prensa Gráfica, Ricardo Antonio Ibarra Manzanares/Colaborador de LA PRENSA GRÁFICA, 23-08-2007

Podría ocurrir que un día se termine la ayuda que hoy constituyen las remesas familiares logradas por esos miles de emigrantes, lo que provocaría una catástrofe en los países dependientes de ese apoyo.

 

Al apreciar al continente americano en un mapa mundial corriente, se nos ofrece la imagen de estar constituido por tres macizos con sus respectivas islas bañadas por el mar Caribe.

Luego, revisando la historia, tomamos nota que fueron los antiguos emigrantes de la vieja Europa que colonizaron el territorio de Estados Unidos, los que acuñaron el término de americanos y se lo adjudicaron como propio, lo que a mi parecer no está bien aplicado si de alguna manera se le da una connotación excluyente, pues al final americanos somos todos los que hemos nacido en América.

Valga lo anterior para expresar la tristeza que da ver a diario por los diversos medios de comunicación cómo la gran cantidad de hermanos procedentes de los estados de habla hispana, legítimamente americanos, intentan pasar la frontera entre México y Estados Unidos con el fin de conseguir trabajo en este país y aliviar los problemas económicos dejados en sus respectivos estados de origen.

Es cierto que las leyes de Estados Unidos han sido benévolas en incontable casos con nuestros hermanos americanos, que por muchas décadas han ingresado ilegalmente a territorio estadounidense y que han logrado, tras duro y sacrificado trabajo, obtener la residencia y hasta la ciudadanía de ese país, pero la situación se complica cuando según las más recientes noticias, las autoridades migratorias estadounidenses están ejerciendo estrictamente su derecho de regular el ingreso de personas en su territorio, como lo hace cualquier otro país.

El temor es que así como se están dando las presentes realidades, se puede ir generando un brote de intolerancia racial en territorio norteamericano contra personas legales o indocumentadas que viven en dicha nación que son millones y ojalá que ese fenómeno no tome otros matices indeseables, ya que lo ideal sería que esas personas migrantes se queden en sus países y se dediquen en ellos a actividades productivas.

Los latinoamericanos deberíamos de despertar de nuestro letargo y ser más unidos aprovechando que hablamos el mismo idioma; que poseemos una gran diversidad de recursos naturales y procurar frenar esas emigraciones masivas que en el fondo nos debilitan, pues por ahora la salida de connacionales ya no es solo para Estados Unidos sino también hacia Europa, principalmente España e Italia.

Es obligación de primer orden que los gobiernos de nuestros países desarrollen alternativas que den solución eficaz a ese gran problema. Incluso podría ocurrir que un día se termine la ayuda que hoy constituyen las remesas familiares logradas por esos miles de emigrantes lo que provocaría una catástrofe en los países dependientes de ese apoyo.

En cuanto a El Salvador, la retención de esas salidas masivas de fuerza de trabajo se lograría propiciando sistemas de desarrollo económico en los que nuestros hermanos salvadoreños puedan encontrar oportunidades de un porvenir mejor sin que se vean en la necesidad de emigrar y soportar los riesgos a que se exponen, inclusive a la pérdida de sus vidas.

Igualmente es de esperarse que los Estados Unidos tome en cuenta la tradicional amistad y cooperación que ha demostrado El Salvador hacia ellos en diversas etapas de su historia común y dar un justo trato migratorio a nuestros connacionales que por el momento se ven en la necesidad de dirigirse a su territorio en busca de mejores niveles de vida.

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