"No aguantaba más, aquella explotación era insoportable"
El Periodico, , 19-08-2007A sus 30 años y embarazada de cuatro meses, Lika es una mujer venezolana enérgica que habla mucho y rápido. De sus prolijas explicaciones se desprende que la decisión de denunciar a su empresa por tenerla empleada sin contrato no fue fácil, aunque lo hizo. Lleva tres años en España.
– – Imagino la dificultad de la decisión que usted tomó.
– – Sobre todo quiero dejar claro que yo no quería dar ese paso. Pero llegó un momento en que no podía más. No me dejaron otra opción. Cuando un inmigrante llega y no tiene papeles, sabe que debe trabajar mucho, muy duro y mal pagado. No quería denunciar, pero ya no aguantaba más. Aquella explotación era insoportable.
– – “¿Dónde trabajaba usted?”
– – En un frankfurt de Mataró, un lugar en el que hay siempre mucha gente porque vienen de muchos pueblos cercanos. El local trabaja muchísimo. Es un negocio que funciona muy bien.
– – ¿Me puede explicar sus condiciones de trabajo?
– – Cobraba 800 euros por, en teoría, ocho horas diarias de trabajo, seis días a la semana. Pero cuando trabajábamos más horas, que era casi siempre, el jefe no nos las pagaba. Cuando llegó la época de vacaciones, no me las daba. Al final, me dio solo cuatro días. “Es lo que hay”, me dijo.
– – Habla usted en plural. ¿Había más gente en su situación?
– – De los nueve empleados que éramos, solo tres tenían contrato. Los otros seis carecíamos de papeles para estar legalmente en España y de contrato. Hasta había menores algunas veces. Yo tuve que hablar con todos ellos antes de presentar una denuncia porque no quería perjudicarles. Al final, denunciamos una compañera y yo.
– – ¿Cómo tuvo conocimiento de la posibilidad que da la ley de conceder el permiso de residencia a los extranjeros que denuncian a empresas que les emplean de forma irregular?
– – Sabía que él no me estaba tramitando el contrato, tal y como me decía. Pasaba el tiempo y, aunque se había quedado con mi pasaporte, nada avanzaba. La gota que colmó el vaso fue cuando llegaron las vacaciones. Estaba desesperada porque necesitaba descansar y no sabía qué hacer. Estaba tan cansada, tan estresada y tenía tantos nervios que tuve una parálisis facial. Fui a CCOO para pedir ayuda y allí me explicaron que tenía esta posibilidad.
– – ¿Qué tuvo que hacer?
– – Con ayuda del sindicato fuimos a la inspección de Trabajo a presentar la denuncia. He de decir que me atendieron muy bien. El inspector nos explicó que debíamos organizarnos para estar en el local cuando pasara él y nos avisaron de su visita un par de días antes.
– – ¿Ahora dónde trabaja?
– – Mi permiso de residencia está tramitándose. Ahora trabajo en un bar los fines de semana. El dueño se porta de forma excelente conmigo. Como sabe que estoy embarazada, me dice que trabaje hasta donde pueda, no me fuerza.
– – ¿A qué se dedicaba usted en Venezuela?
– – Trabajaba en el departamento de recursos humanos de una empresa. Pero, al cambio, mi sueldo no pasaba de los 100 euros. En mi país las cosas no están bien. Hay pobreza e inseguridad. Yo quería ayudar a los míos, conseguir que mi hermano vaya a la universidad y por eso vine a España. Aunque sabía que no podría trabajar en mi profesión. Mis amigos me dijeron que lo pensara bien antes de dar el paso. Que adaptarme no sería fácil.
– – ¿Por qué se instaló en Mataró?
– – Porque hay muchos venezolanos en la ciudad. Somos unos 45 y todos nos conocemos. Hemos ido viniendo poco a poco, uno de la mano de otro. La mayoría somos jóvenes, nos conocemos entre nosotros y nos ayudamos.
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