Uno de cada tres vascos se muestra reacio e intolerante ante el fenómeno de la inmigración"Mis inquilinos no me gustan"¿Qué percepción tienen los vascos de los inmigrantes ?

Diario de noticias de Alava, xabier aierdi, 16-08-2007

Expertos en la materia explican que la tolerancia llega con la educación y la ideología

vitoria. “El nivel de estudios y la ideología son los factores clave para determinar la actitud frente a la inmigración”, asegura el director del Observatorio Vasco de la Inmigración, Xabier Aierdi. Para afirmar esta hipótesis quizá no era necesario haber realizado un amplio estudio, pero sirve de apoyo a la hora de aseverar que los votantes de derecha y los que poseen un nivel de estudios más bajo son las personas más intolerantes, incluso llegan a ser racistas (7%). Mientras que otro 25% de la población de la CAPV se caracteriza por ser xenófoba, aunque de dos maneras diferentes: como “intolerantes tibios” y como “políticamente correctos”, también tildados de “hipócritas”.

El reciente estudio Actitudes frente a la población extranjera no deja a nadie indiferente. Dime a quién votas y te diré quien eres, podría titularse. Además, señala que otro alarmante porcentaje (20%) se caracteriza por una actitud “asimilacionista”, que practica un “pragmatismo reticente”. En este caso, no rechazan a los inmigrantes , pero les culpan de todos los males de la sociedad. Por suerte, el 50% de los vascos se muestran tolerantes sin recelos.

Aierdi se apresura a explicar que aunque parece un margen escaso de tolerancia, esta cifra es “bastante alta” teniendo en cuenta que la llegada de extranjeros se ha producido en muy poco tiempo.

sustituibles La actitud intolerante de uno de cada tres vascos (entre racismo y xenofobia) se explica fundamentalmente por la sensación de reemplazo que genera la inmigración en los autóctonos menos cualificados del mercado laboral. “Creen que son sustituibles, por lo que engendran sentimientos de incertidumbre, intranquilidad e inseguridad a la hora de encarar su futuro. Por eso rechazan la inmigración, porque creen que les puede perjudicar”, explica Aierdi.

Entre ellos se encuentran, fundamentalmente, votantes del PP, PSE y PNV, partidos que van desde la derecha más recalcitrante hasta la socialdemocracia. El nacionalismo es un factor determinante para ser racista, en el caso del nacionalismo español. Mientras que entre el nacionalismo vasco, en los votantes de izquierdas predomina la tolerancia y en los de centro – derecha, la intolerancia tibia y el asimilacionismo.

“No obstante, el ser humano es contradictorio”, recuerda el director del Observatorio, “tal y como una persona dice que los inmigrantes son lo peor de la sociedad, a renglón siguiente te asegura que la colombiana que le limpia la casa es un encanto”. Además, las relaciones personales van endulzando las percepciones malsanas: el vínculo con un compañero de trabajo, una cuidadora o un comerciante ayudan a tumbar los prejuicios de los autóctonos.

Aierdi matiza que la hipocresía de los políticamente correctos es todavía “más peligrosa” que la intolerancia de los “tibios”. “A pesar de exculpar al inmigrante, se muestran claramente intolerantes frente a los diferentes colectivos de inmigrantes ”, señala el estudio. Se trata de “un centro izquierda más tradicional cercano a postulados del nacionalismo español”.

El estudio Actitudes frente a la población extranjera , realizado por tres profesores de la Universidad de Deusto para el Observatorio Vasco de la Inmigración, es el análisis cualitativo de la encuesta de 2004 realizada a 1.787 personas. Los entrevistados, además de responder a preguntas sobre inmigración, accedieron a ofrecer información personal (estudios, sentimiento nacionalista, intención de voto, etc.).

a sus ochenta y pico años, Teresa se mantiene en buena forma, pero no tanto como para subir y bajar todos los días los seis pisos que conducen a su buhardilla en el Casco Viejo de Bilbao. Así que, cuando cumplió los 70, se mudó y puso el cartel de “Se alquila”. Antes, lo arrendaba a estudiantes y parejas jóvenes. Ahora, a parejas jóvenes e inmigrantes que “se cuelan”.

No le gustan “mucho”, pero alguno se ha atrevido a “mentirle” para conseguir la buhardilla. “Me llamó una mujer de la zona de Mungia para decirme que venía a Bilbao a vivir con su novio, pero qué va. Resultó que metió a dos paquistaníes”. La supuesta novia, al parecer, era un enlace o la trabajadora de una inmobiliaria que, harta de recibir negativas de caseros recelosos, contó una mentirijilla piadosa.

Teresa acabó echando a los paquistaníes después de recibir una queja de la vecina de abajo. El calentador de la buhardilla se estropeó y provocó inundaciones en la cocina del quinto, pero el inquilino asiático no pudo cortar el agua porque no entendía ni palabra de castellano. “No puede ser, yo no puedo estar todos los días yendo y viniendo”, justificó Teresa.

La anciana cobra un alquiler bastante elevado, teniendo en cuenta el estado de la vivienda y las estrecheces de las habitaciones. Aún así, elige inquilino como si la casa fuera un palacio. Y “los inmigrantes no me gustan”, dice ella.

Pero a Teresa tampoco le agrada generalizar. Ahora ha alquilado la vivienda a un chico “la mar de limpio y tranquilo”. Es médico. Y cubano. Su estatus laboral le permite hacer frente en soledad a los 600 euros que debe pagar por la pequeña buhardilla.

La anciana no se considera racista, y posiblemente tampoco clasista. Pero en esta vida, como en todo, hay rangos y rangos. Enfrente de su buhardilla hay otra. El precio de alquiler es prácticamente el mismo, pero la vivienda está recién reformada. Ahora la habitan una pareja de jóvenes vascos. Ellos, posiblemente, jamás hubieran aceptado las condiciones económicas de Teresa. Otra vez, los rangos

Lucelia Alba

Bolivia

“Hay gente que nos ve como lo peor de la sociedad. Creen que hemos venido para quitarles el trabajo y hasta piensan que para delinquir. A veces, te tratan como basura. Y te explotan. Si un vasco cobra 10 euros, tú 8 y todavía debes dar las gracias porque no tienes papeles. Me parece que sólo el 20% de la población tiene la mente abierta, el resto es cerrada. No quisiera generalizar, pero cuesta mucho toparte con alguien que no desconfíe de tus intenciones. Hay demasiado recelo. O al menos, eso es lo que he encontrado en los dos años que llevo viviendo en el País Vasco”.

César Melián

Chile

“En breve me van a conceder la nacionalidad, pero no sé de qué me va a servir. Algunos ya me han preguntado: ¿La nacionalidad? ¡Pero si todavía tienes acento! De entrada, hay desconfianza. Lo notas en varias cosas, sobre todo en la vivienda. Encontrar casa siendo inmigrante es un freno de pie y de mano. Y si vas a ser padre se convierte en misión imposible. ¡Nos ha costado un año! Cuando mi mujer aún no estaba embarazada, no tuvimos suerte, y cuando lo estuvo, nos llegaron a colgar el teléfono al darles la noticia. Yo les recordaba que todos hemos sido niños”.

Simón Kapata

Congo

“Llegué al País Vasco en 1991, cuando los extranjeros éramos cuatro gatos. Entre los vascos hay de todo, como en cualquier sitio. Creo que no hay discriminación institucional pero sí entre la población. Aún así, las asociaciones de ayuda al inmigrante han llevado a cabo una labor muy importante estos años, contribuyendo a que ahora haya menos discriminación. Las malas actitudes las notas en muchos aspectos: en el trabajo, buscando casa y al ligar. Tengo amigos vascos, pero vascas… Son difíciles, ¡muy difíciles! También hay gente que se ha portado bien conmigo”.

María Luisa Zabala

Bilbao

"La inmigración controlada no me parece mal. Ocurre lo mismo cuando nosotros salimos y en las aduanas de Canadá y Estados Unidos nos miran de arriba a abajo. Además, aquí tienen Seguridad Social, lo que en parte nos perjudica, pero es de caridad. Ya le dijo Caín a Abel: “Serás errante”. Muchos son hijos de errantes y ese estigma es una gaita, pero ¿quién no tiene inmigrantes en sus antepasados? Lo malo es la gente cerrada de miras que cree que los vascos somos una raza superior. Que tontería. Cuando te vas de aquí no entablas relaciones por orígenes, sino por nivel intelectual".

Borja Vélez

Llodio

“En estas cosas tan sensibles nunca se debe generalizar, pero diría que en Euskal Herria los inmigrantes se integran bastante bien. Hay un poco de racismo, y quizá cada vez más debido al aumento constante de extranjeros, pero la situación que tenemos aquí es bastante buena en comparación con otras partes. Cuando vas a Madrid, por ejemplo, se palpa la tensión. En la universidad y en las calles no he notado actitudes xenófobas, aunque supongo que debemos estar alerta para que éstas no se produzcan; para que no haya racismo, como debe ser”.

Jaime Robredo

Bilbao

“Hay de todo, pero creo que los vascos somos recelosos y amables más que intolerantes (¡aunque algunos de esos también hay!). Aún así, nuestra percepción de los inmigrantes varía según su región de origen. Me parece bien que vengan aquí a buscar su porvenir, aunque quizá lleguen demasiados manguis… Por eso deberían controlar la entrada de extranjeros del mismo modo que a nosotros nos controlan otras cosas. No sé si su llegada perjudicará en la Seguridad Social y en otros beneficios, porque la economía sumergida afecta tanto a autóctonos como a extranjeros”.

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