Castellón

El interruptor y el crucero ‘Jules Verne’

Las Provincias, M.ª JOSÉ POU AMÉRIGO, 16-08-2007

El rescate de los inmigrantes en medio del mar que realizó hace unos días el crucero “Jules Verne” invita a reflexionar sobre el contraste entre el lujo y la miseria pero, sobre todo, entre el olvido y la memoria.


Uno de los objetivos que pretendemos con las vacaciones, porque resulta necesario y saludable, es dejar atrás el estrés cotidiano y las preocupaciones que nos consumen a diario. Olvidarnos de ellas. Descansar siquiera por un momento.


El viaje no es solo un desplazamiento físico sino un alejamiento respecto a nuestra vida ordinaria y, especialmente, nuestros problemas y sinsabores.


Por eso, una de las virtudes de esa noticia solidaria, más allá de la propia ayuda que se ha brindado a quienes la necesitaban, es la capacidad que ha tenido para evidenciar, ante quienes habían apagado el interruptor por unos días, que la realidad sigue siendo la que es y que la pobreza no da vacaciones.


Es cierto que deja un sabor amargo para quienes van en el barco habida cuenta de que todos siguen una ruta coincidente pero en condiciones radicalmente distintas. Lo peor, incluso, es que, quizás, todos han pagado más o menos lo mismo pues los “cruceristas” lo han hecho a la agencia de viajes y los inmigrantes , a los traficantes de seres humanos. Es la diferencia entre vivir en el Primer mundo o en el Tercero: 4.000 euros sirven para viajar en camarote o en patera, dependiendo del lugar de partida.


La facilidad con la que viajamos en la actualidad es la que propicia muchos de estos contrastes entre acomodados y pobres, no en vano, el año pasado ganó el prestigioso premio World Press Photo una instantánea en la que se veía a un grupo de snobs libaneses en coche descapotable visitando y fotografiando las ruinas que los bombardeos habían dejado en el Sur. La ventaja de quienes solo “tropiezan” con la miseria de casualidad es que pueden, cuando quieran, volver a desconectar y seguir sus felices vacaciones.

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