1.300 extranjeros están empleados en la hostelería guipuzcoana este verano

Proceden de Suramérica y Este europeo y, de ellos, el 70% son inmigrantes regularizados mientras que el resto carece de papeles La legislación obliga a contratos de un año, pero se necesitan de 3 meses

Diario Vasco, MIKEL SORO, 15-08-2007

SAN SEBASTIÁN. DV. Un millar largo de extranjeros, alrededor de 1.300, trabaja en la hostelería guipuzcoana durante el verano. Otros quinientos son estudiantes o contratados esporádicos locales, que aprovechan estas fechas de mayor actividad de bares y restaurantes para ganar unos cuantos euros. En Gipuzkoa hay unos 3.500 establecimientos hosteleros que dan trabajo fijo a unos 10.000 profesionales, entre empleados y propietarios. La mayoría de los extranjeros a los que los empresarios hosteleros recurren disponen de documentación legal de residente. Pero cuando surgen dificultades para cubrir un determinado puesto, por algún imprevisto, se recurre a inmigrantes sin papeles. Probablemente estén trabajando este verano en Gipuzkoa unos 300 extranjeros sin regularizar. Las inspecciones de Trabajo han levantado ya varias actas de esta irregularidad laboral, que la Asociación de Empresarios de hostelería de Gipuzkoa achaca a la rigidez legal en materia de contratos laborales.

«Trabajo nos exige que los contratos sean por un año, cuando podemos darles ocupación desde junio a septiembre. ¿Qué hacemos el resto del año, si no hay clientela suficiente para dar contenido laboral a tanta gente», explica Mikel Ubarretxena, presidente de la asociación hostelera guipuzcoana. Reconoce que las peticiones de trabajo de temporada en la hostelería más numerosa provienen de inmigrantes sin regularizar, pero son muy pocos los que se arriesgan a darles trabajo.

Los contratados proceden de Suramérica y Europa del Este. «Los rumanos y polacos aprenden rápido. Algunos son profesionales que han trabajado en hoteles de lujo o en restaurantes en sus respectivos países pero vienen aquí porque los sueldos son mucho más altos. Saben tratar perfectamente al cliente – ‘sí señor, muchas gracias, hasta pronto’ – …» valora Ubarretxena. Pero no hay suficientes.

No sin papeles

«Responden a los anuncios de trabajo o preguntan directamente en el bar», explica Joaquín Pollos, dueño del popular bar restaurante La Cepa, de la Parte Vieja donostiarra, respecto a los inmigrantes en paro. Cada verano contrata a media docena de personas. «Pero les digo que si no tienen la documentación en regla no les puedo admitir porque no me lo permite la ley. Y lo entienden». En su bar restaurante tiene media docena de empleados extranjeros, tanto de Suramérica – República Dominicana, Ecuador, Colombia – y del Este europeo. «Tenemos el problema del idioma, cosa que no existe con ecuatorianos, argentinos o colombianos, pero su forma de trabajar es típica en sus países pero completamente diferente a la nuestra».

Se recomiendan empleados eventuales entre los amigos que son hosteleros en lo viejo. «Es una forma de ayudarnos entre nosotros», comenta Pollos. Pero tiene una idea para tratar de solucionar la falta de recursos, al menos en hostelería. «El Gobierno Vasco debería tomar la iniciativa de formar a los inmigrantes en paro. Si valen para la hostelería, enseñarles las actividades de la cocina, o a atender un mostrador, o servir una mesa. Lo mismo si prefieren la construcción, o talleres…».

Un sueldo medio de un empleado de la hostelería en la capital donostiarra alcanza los 1.200 euros, por 40 horas semanales y 600 por la mitad de jornada. Comida o cena incluidas, según el reglamento laboral hostelero. Además, hay que sumar otros 600 euros mensuales de seguridad social, el IRPF y las pagas extras correspondientes. En total, supone un costo de unos 2.000 euros por contratado.

Huye de contar con inmigrantes ilegales. «Primero por su hay una inspección. Segundo, porque si le pagas menos de lo que les corresponde, te denuncian. No merece la pena crearte más problemas».

Fijos todo el año

Carga económica que asume con agrado un conocido empresario con un largo camino como hostelero, que prefiere el incógnito para poder hablar con total libertad. Tiene dos populares cafeterías en el centro donostiarra. «Mi plantilla es de unas 30 ó 35 personas, a jornada media o entera. Son fijos todo el año. Los cinco o seis de más que tengo en verano me vienen bien para que cubran las vacaciones del resto de la plantilla sin tener que recurrir a contratar gente que no sabe atender a la clientela por falta de experiencia».

Recalca que él los contrata «a propósito, sin experiencia y, por tanto, sin manías. Les digo lo que me gusta, como creo que deben hacer su trabajo y aprenden conmigo y sus compañeros. Así me ha ido bien desde que hace más de veinte años dos socios abrimos nuestro primer bar en Beasain».

Tiene varios empleados argentinos. «Vienen aquí por dos o tres años, a ganar dinero mientras esperan conseguir un trabajo de lo que han estudiado. En invierno se van a su país de vacaciones, porque allí es verano. Todos con sus papeles en regla. El ambiente laboral es muy bueno, porque saben que lo poco que hacen muchos evita que unos pocos tengan que hacer mucho». Es decir, se reparten el trabajo. Rechaza los argumentos de lo difícil que es encontrar gente para trabajar en la hostelería en verano. «Problemas de mano de obra hay en todos los sectores: la construcción, la agricultura, la industria, los talleres… Pero sólo se habla de la hostelería. Nadie dice que algunos fomentan ese rechazo al trabajo en la hostelería porque contratan a los jóvenes para servir la terraza sólo los días que hace sol… O fines de semana, cuando más se llenan los establecimientos… Claro, esos no encuentran empleados». Argumenta que «si se les da un contrato por tres meses pagando lo estipulado, ya verían cómo encuentran gente que quiera trabajar en la hostelería…»

Chica, joven y camarera

María, por ejemplo, es una joven errenteriarra que trabaja los tres meses del verano en la terraza del popular Barandiaran, en el Boulevard donostiarra. «Este año me ha tocado estar detrás del mostrador, pero el primer verano de trabajo aquí me correspondió atender la terraza y el pasado la barra y también las mesas de fuera». Trabaja a gusto, mientras espera poder encontrar un empleo recién acabada su carrera de Administración. «No se hace duro más que cuando se llena de gente, como ocurrió el año pasado».

Considera que los jóvenes guipuzcoanos deberían trabajar en verano. «No concibo que a mis 23 años me estén dando la paga en casa. Ya tengo una edad para ganarme la vida y si tengo que quedarme sin ir de farra con mi cuadrilla el sábado por la noche o la víspera de un festivo, pues me quedo. Me compensa poder disponer de dinero el resto del año sin depender de lo que me den o no en mi casa».

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