La Región ha soportado en la última semana la primera gran oleada de inmigrantes ilegales de que se tiene noticia. Y la respuesta ha sido bastante satisfactoria, ya que se estima que la mayor parte de los extranjeros que pretendían entrar en España de forma irregular han sido arrestados. El temor de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado es que no sea la última, razón por la cual se encuentran en estado de alerta.

La cercanía de las costas argelinas, situadas a una distancia de unas 111 millas náuticas – unos 177 kilómetros – , hace temer a la Guardia Civil y al Cuerpo Nacional de Policía que las mafias de la inmigración ilegal, que están teniendo desde hace meses bastantes problemas para superar los filtros establecidos en el Estrecho de Gibraltar y en las Islas Canarias, puedan tratar de abrir una nueva vía de entrada en Europa a través de las costas murcianas.

La hipótesis, según especialistas consultados por La Verdad, no es ni mucho menos descabellada. Basta con señalar que la distancia que tendrían que cubrir las embarcaciones – las 111 millas entre Orán y Cabo de Palos antes citadas – son casi un paseo comparadas con las más de 900 millas – unos 1.400 kilómetros – que se ven obligados a recorrer los inmigrantes subsaharianos que casi cada jornada llegan a Canarias desde las playas de Dakar (Senegal), o las 620 millas (cerca de 1.000 kilómetros) que salvan quienes hacen el trayecto desde Nouakchott (Mauritania).

Para hacer viable esta empresa, señalan, bastaría con que los traficantes de hombres utilizasen embarcaciones semirrígidas de unos 12 ó 14 metros de eslora, dotadas con dos o tres motores de 150 caballos de potencia cada uno, como las que utilizan los traficantes de hachís, para poder cubrir esa distancia en apenas media jornada con hasta medio centenar de hombres a bordo.

Arriadas por otro barco

No es éste el caso de las doce embarcaciones llegadas en los últimos tres días a las costas murcianas. Desde el jueves hasta el domingo por la mañana, las fuerzas de seguridad han tenido conocimiento de que han arribado doce pateras con inmigrantes a bordo, en un número que puede oscilar entre el medio centenar y las ochenta personas, según estimaciones de la Guardia Civil. Hasta el momento han sido detenidos 49 extranjeros en las playas de La Manga, Cabo de Palos, Calblanque, Escombreras y Los Belones, entre otras, por pretender entrar en el país de forma irregular.

Especialistas de la Guardia Civil de Mar y del sector náutico consultados por este periódico creen «prácticamente imposible» que los inmigrantes hayan logrado cubrir las 110 millas desde Argelia a la Región a bordo de esas embarcaciones, apenas unos botes de cuatro metros de eslora dotados de uno motos de unos 20 caballos. «Cualquier golpe de mar los habría hundido; sobre todo, este domingo, en que había unos 20 nudos de viento y la mar estaba bastante rizada», señalan.

De esta forma, la hipótesis más probable es que las doce embarcaciones halladas en las playas murcianas hayan sido remolcadas por un barco de mayor tamaño, que actuaría a modo de nodriza – llevaría a bordo a los extranjeros, en su mayor parte argelinos – y los dejaría a pocas millas de la playa.

A favor de esta teoría juegan múltiples datos: uno, las pequeñas dimensiones de las barcas – cuatro metros – y la escasa potencia de sus motores – unos 20 caballos – , que hacen que sean muy inestables y que, en consecuencia, se considera «altamente improbable» que hayan logrado cubrir una distancia mínima de 111 millas; dos, que en las embarcaciones no se han hallado tanques adicionales de combustible, pues los expertos consideran que para salvar esa distancia con esos motores y con una carga de cuatro o cinco personas necesitarían entre 50 y 100 litros de gasolina, dependiendo de las condiciones del mar; tres, que en los botes no se han encontrado ropas de abrigo – las temperaturas bajan mucho en alta mar de madrugada – ni tampoco restos abundantes de comida, y cuarto, que todos los inmigrantes arrestados hasta el momento aparentaban encontrarse en perfecto estado de salud, sin los signos de hipotermia o desnutrición típicos de largas travesías por mar, hasta el punto de que trataban de darse a la fuga en el preciso instante en que tocaban tierra.