REPORTAJE

"No pudimos salvar a todos"

Pasajeros del crucero 'Jules Verne' relatan el rescate de inmigrantes en Malta

El País, ELENA G. SEVILLANO, 14-08-2007

“¡Hombre al agua! ¡Hombre al agua!”, empiezan a atronar los altavoces de cubierta. Tripulantes corriendo de un lado a otro. Los pasajeros, inquietos, salen de la piscina, posan las copas con sombrillita. En medio minuto, corren de tumbona en tumbona varias teorías. ¿Se habrá caído algún turista por la borda? ¿Un accidente de un miembro de la tripulación? Se apelotonan todos en la cubierta de popa. “Se veían a lo lejos puntitos naranja en el mar, que desaparecían y volvían a aparecer entre las olas”, recuerda María José Alguacil, pasajera del crucero Jules Verne. Eran náufragos. Varios hombres y mujeres procedentes de Eritrea, que habían zarpado de la costa libia para tratar de llegar a Italia.

Los 62 turistas del Jules Verne que desembarcaron ayer de madrugada en el puerto de Barcelona – los otros 412 seguían hasta Alicante – llegaban cansados y todavía impresionados por lo vivido. Para contarlo, usaban la primera persona del plural, como si la tragedia hubiera unido a tripulación y pasaje: “Rescatamos a 12”, “a algunos ya no pudimos salvarlos”, “hicimos lo que pudimos”… Vivieron la tragedia de la inmigración en directo. “Una cosa es verlo en la televisión y otra, en la realidad. Fue muy duro. Levantaban las manos pidiendo auxilio y no podíamos hacer nada”, cuenta Antonio Nicolás, de Sabadell, que viajaba con su mujer y su hija de 17 años.

El dramático rescate duró varias horas a causa del mal tiempo. El pasaje, mientras tanto, lo seguía angustiado desde la cubierta. Muchos se emocionaron; algunos lloraban. Dos lanchas de salvamento del propio crucero localizaban a los náufragos entre las olas y los sacaban del agua. “A mí esa imagen no se me borrará en la vida”, asegura Antonio. En total, rescataron a 12 personas, 9 hombres y 3 mujeres. Según las estimaciones de las autoridades maltesas, en la precaria embarcación, que se divisaba semihundida desde el crucero, viajaban 19 personas más. Los cadáveres de un hombre y un bebé de nueve meses aparecieron flotando. A los otros náufragos se los tragó el mar.

Jordi Cañameras, voluntario de la Cruz Roja, fue el único pasajero que tuvo contacto con los inmigrantes. Le contaron, en un inglés “bastante bueno”, que se habían untado con petróleo para evitar las medusas y los tiburones. Y que no querían ir a Malta, país en el que el periodo de arresto para los inmigrantes ilegales puede alcanzar los 18 meses. Lo sabían porque algunos ya habían estado allí. Su objetivo, por lo que se jugaban la vida, era alcanzar las costas italianas.

La moqueta de la sexta planta del crucero sirvió de improvisado hospital de campaña. “Algunos tenían quemaduras por el petróleo y casi todos estaban deshidratados y con hipotermia. Uno llegó con 31 grados de temperatura; se salvó por los pelos”, relata Jordi. Los náufragos ya llevaban varias horas en el agua cuando los avistó el Jules Verne. La tragedia podría haber sido mayor.

Perlas del Mediterráneo. Así se llama el itinerario de la compañía Vision Cruises que seguían los turistas españoles. El barco había salido el domingo 5 de Barcelona y pasado por Alicante, Túnez y Trípoli. Le quedaban dos escalas más, en Malta y Cagliari. El viernes a primera hora, cuando los pasajeros tenían previsto despertar contemplando el color ocre de La Valletta, se encontraron todavía en alta mar, parados.

Por megafonía les informaron de que el crucero estaba custodiando una embarcación con unas 250 personas a bordo. Antonio Alguacil se había enterado horas antes, de madrugada, cuando le despertaron los golpes que daba la patera al chocar con el casco del crucero. “Me asomé por el ojo de buey de la cabina y me pareció que estaban bien”, recuerda.

Pasajeros y tripulantes no daban crédito. Apenas dos horas después de dejar la primera patera en manos de Salvamento Marítimo de Malta, se encontraron con la otra embarcación naufragada. Llegaron a Malta, ya de noche, y los inmigrantes desembarcaron. Uno a uno, dando las gracias a los pasajeros, que los miraban desde cubierta. “Desde el barco aplaudíamos. Fue un milagro”.

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