VIGILANTES / VUELVE UN OFICIO OLVIDADO

De ronda con un sereno

El Mundo, 12-08-2007

Puntual. El sereno espera puntual a las 23.00 horas, en un puente de un barrio céntrico de la localidad costera de Gandía. Acudimos a su encuentro intrigados por ver cómo ha trasmutado al siglo XXI una profesión extinguida desde los 70 y de la que los últimos recuerdos son estampas que muestran a señores uniformados con levita azul y gorra, manojo de llaves, chuzo y silbato: «¡¡¡Las doce y sereno!!!». A simple vista, el chico que nos extiende la mano sobre el puente evoca poco a aquellos serenos en blanco y negro. Se llama Iván, tiene 19 años, viste pantalón vaquero, camiseta roja y un chaleco amarillo fluorescente que lo hace distinguible a leguas. Ahora se explica por qué algunos vecinos los llaman luciérnagas de la noche.


Gandía – en Valencia, 80.000 habitantes en el padrón – dio la nota en diciembre de 2006 anunciando la puesta en marcha de una cuadrilla de 12 serenos en versión moderna. Hubo quien se tomó el asunto a pitorreo, pero la fórmula lejos de ser un mal chiste no sólo ha cuajado en Gandía sino que su éxito ha hecho que localidades vecinas proyecten ya sus propios cuerpos de serenos. Crónica patrulla por una noche las calles de la ciudad valenciana con ellos y descubre por qué se han vuelto indispensables para sus vecinos.


2.30 de la madrugada. Iván detecta a un individuo que manipula la puerta del conductor de un coche aparcado. El caco probablemente aprovecha el inusual bullicio que hay hoy en el barrio de Benihopa, en fiestas patronales. «¡Eh, tú!», grita corriendo hacia el ladrón, quien escapa al saberse descubierto.


- Papa 1 [nombre clave del coordinador de los serenos], intento de robo de un coche en Benihopa, repito, intento de robo, – alerta Iván a su superior a través del walkie – talkie.


- Oído India 1, quédate ahí y espérate a que yo y la Policía lleguemos.


Una de las misiones más apreciadas de los serenos de Gandía – que ya no dan la hora ni informan del estado del tiempo – es velar por la seguridad del barrio. Esta noche ha sido un intento de robo, pero en otras ocasiones avisan de que el cierre de una tienda ha sido forzado, de que un grupo de gamberros ha vaciado un contenedor, de que hay una cabina rota o, simplemente, se encargan de cerrar la puerta de una comunidad, que algún vecino ha dejado abierta por descuido.


En 15 minutos una patrulla de agentes acude a la llamada de Iván. «Vestía una camiseta y unos pantalones oscuros… No he podido ver mucho más porque no había luz», cuenta. Aunque Iván le hubiera podido echar el guante, no tiene competencias para detenerlo. Su misión, más bien, es que su presencia persuada a los delincuentes y avisar a la Policía ante cualquier sospecha.


«Deberían permitirle llevar armas», se queja Benigno, 75 años. Habla desde el conocimiento que da haber desempeñado la profesión durante 20 años, en Madrid, y ser uno de los pocos serenos con vida de la antigua remesa. En sus tiempos, ellos eran la única autoridad en la calle por la noche y se les permitía llevar pistola y usarla.


Durante la ronda, Iván se ha cruzado con otro de los serenos de Gandía. Es el más peculiar de la cuadrilla. Moctar – los compañeros lo llaman Mozart – , nacido en Senegal e inmigrante en España desde 2002, saca pecho cuando se le pregunta por la labor que desempeña, denominada oficialmente Informadores Nocturnos de Gandía y que le reporta una nómina de 900 euros al mes: «Probablemente soy el primer sereno negro de la historia de España», dice cuando es interrumpido por la voz de Papa 1 – Jaume Vives, el coordinador – que sale de su walkie – talkie: «Atención, India 4, te recuerdo el servicio de la 1:30». El trabajo en cuestión consiste en acercarse hasta la puerta de un centro comercial, donde espera una dependienta que, temerosa por la hora, quiere que la acerque a casa.


Todos los vecinos de Gandía disponen del número de teléfono de la central de los serenos y lo usan si necesitan que los acompañen o están solos en casa con un pequeño enfermo y precisan medicinas. «Una vez a la semana llevo a la estación de tren a una señora que marcha a Valencia a las 6.00 de la mañana».


Los vecinos los adoran: «Son la puta hostia», dice Sara, una joven que regresa contenta a casa tras la noche de juerga. «Antes no se podía andar por las calles y ahora sí. Basta con pegar un chillido y aparecen», dice.


A las siete de la mañana, con el sol asomando ya por los tejados de Gandía y apagado el sonido de los petardos y la algarabía de la verbena, después de toda la noche pateando las calles del barrio, Iván, Moctar y compañía desaparecen camino de sus casas. Esta noche volverán a las calles para ejercer de serenos. / EDUARDO ORTEGA


CLAVES


SERENOS DEL SIGLO XXI


Gandía, Gijón, Vitoria, Calatayud, Murcia, Vigo, Almería y Lorca han recuperado la figura de los serenos. / Otras ciudades (Málaga, Denia, Torrent…) lo harán en breve. / Supone la recuperación de los antiguos serenos que desaparecieron en los años 70. / Los modernos se encargan de ahuyentar ladrones, acompañar a los vecinos o comprarles medicinas

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