Náufragos «de crucero»

ABC, 11-08-2007

POR CRUZ MORCILLO

MADRID. Era ya madrugada cerrada en el Mediterráneo – las dos de la mañana – cuando la tripulación del «Jules Verne» avistó el cayuco. El barco español con medio millar de cruceristas a bordo dispuestos a consumir sus vacaciones soñadas había zarpado horas antes del puerto de Trípoli (Libia) y su siguiente escala era Malta. Distaban aún unas 80 millas. La barcaza, sobrecargada pero estable, necesitaba ayuda. En su interior se hacinaban unos 250 africanos. Se mantenía a flote aunque no era suficiente.

El «Jules Verne» se mantuvo pegado al cayuco durante seis horas para darle protección aunque nadie subió a bordo; el capitán avisó a las autoridades italianas y maltesas y así supo que buscaban al menos a otras tres embarcaciones clandestinas que habían dejado atrás el norte de África. A las ocho de la mañana, una patrullera de Salvamento Marítimo de Malta se hizo cargo del cayuco y el crucero continuó rumbo a La Valetta.

Con los botes y la tripulación

No había avanzado ni veinte millas, con el pasaje ya desperezándose y dispuesto a desembarcar, cuando el barco tuvo que parar en seco. En medio del mar y de la nada, los restos de un naufragio. Un grupo de personas se sostenía a flote a duras penas: unas aferradas a los esquivos restos de una patera, las menos embutidas en un chaleco salvavidas y la mayoría a punto de hundirse sin más ayuda que su cuerpo.

La ley del mar se impuso en cuestión de minutos. Mientras unos les lanzaban los chalecos del barco, otros arriaban los botes de rescate del crucero con varios miembros de la tripulación a bordo para ayudar a los aterrorizados inmigrantes a subir. El salvamento tuvo su dificultad. Las barcas fueron izadas con 27 náufragos rescatados, según confirmaron a ABC fuentes del Ministerio de Asuntos Exteriores, si bien más tarde se dijo que eran trece.

Los clandestinos insistieron desde el primer momento en que había decenas de compañeros de travesía desaparecidos. «No sabemos cuántos viajaban en la patera, los testimonios no coinciden», explicó a a ABC un portavoz de la compañía «Vision Cruises», propietaria del «Jules Verne», de ahí que el barco siga rastreando.

En la zona destinada a la tripulación, los trabajadores del barco montaron un hospital de campaña para atender a los náufragos: desnutrición, deshidratación, quemaduras y mucho miedo, como siempre… Sólo una mujer tuvo que ser evacuada en helicóptero a un hospital de Malta por hipotermia.

La mitad de los empleados del buque ayudaba a los inmigantes africanos (aún no se sabe de dónde proceden) mientras la otra mitad cocinaba, limpiaba y repartía cerveza y refrescos en la cubierta. Una veintena de náufragos se preguntaba bajo las lonas por su futuro inmediato mientras otro medio millar de personas, casi todos españoles, apuraban sus vacaciones. «Se intentó que la vida a bordo del barco no resultara alterada», señaló un portavoz. Siete días de ensueño, «Perlas del Mediterráneo», desde Barcelona a Cerdeña, pasando por Túnez, Trípoli y Malta. Ayer debían haber pasado allí el día, pero se cruzó el naufragio en su travesía.

Pasadas las nueve y media de la noche el «Jules Verne» atracó en el puerto de La Valetta. El barco tenía autorización, pero hasta última hora no autorizaron que desembarcaran los inmigrantes. «Somos optimistas porque las autoridades maltesas no se han negado», había confirmado el portavoz de «Vision Cruises» a media tarde. «Tenemos el OK del Gobierno de Malta y han desplegado el dispositivo de inmigración y la policía», insistieron desde Asuntos Exteriores.

Había lógicas dudas, dados los antecedentes de este país en la acogida de náufragos. La última negativa hace dos meses motivó una queja formal de España ante la UE. Esta vez ha habido suerte. Las autoridades se han hecho cargo de los inmigrantes, procedentes de Eritrea, según Asuntos Exteriores.

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