Huicholes pierden su infancia entre surcos

El Universal, MÓNICA PERLA HERNÁNDEZ / CORRESPONSAL, 10-08-2007

DURANGO, Dgo.— A los nueve años de edad ya son grandes y por ello los niños huicholes año con año, de mayo a septiembre, se incorporan al periplo de los jornaleros agrícolas que emigran a la pizca en los estados de Baja California, Sonora, Sinaloa, Nayarit, Colima y Zacatecas, a fin de ganarse la vida. Laboran entre 14 y 16 horas diarias por una paga de 70 pesos, de ahí les descuentan el traslado, hospedaje y los alimentos.

Estos menores pertenecen a la etnia huichola y a tan corta edad tienen que contribuir con el gasto familiar, y por ello dejan inconclusa su instrucción escolar. Empero, para sus padres, cortar de tajo con la infancia de sus hijos representa un sacrificio mínimo si se compara con la necesidad de subsistencia de este grupo indígena que habita en el municipio de El Mezquital, localizado en la parte sur de esta entidad.

Zeferino Aguilar, ex presidente de la comunidad de Bancos de Calitique, enclavada en una zona boscosa, sostiene que “a diferencia de los mestizos, que a sus hijos no les enseñan a ser grandes para trabajar, entre los huicholes un niño de nueve años ya es grande, para hacer labores del campo”.

Esto lo asienta, mientras la mirada de su hijo Fortino, de 11 años, lo sigue de reojo, a hurtadillas, cubriendo su rostro con un morral tejido de color azul índigo y rosa mexicano, que bordó su madre durante mes y medio.

Fortino es un niño huichol de la citada comunidad, que a diferencia de 60 menores de las localidades de Brasiles, Fortines, Las Pilas, Puertas de Guamuchil, El Potrero y Chimaltita, que son habitadas por el grupo en esta entidad, no ha ido nunca a la pizca, porque su padre ha sido autoridad electa de Bancos de Calitique y eso le ha evitado salir a buscar el sustento.

Sin embargo, algo lo une a las decenas de pequeños que cada año se van a trabajar a la pizca: su estatura diminuta y su bajo peso; ya que a sus 11 años apenas tiene la talla de un niño mestizo de 8 años.

Otra coincidencia con quienes se van a los campos agrícolas de otras entidades, es que apenas habla algunas palabras en español, ya que la comunicación con su comunidad se da en la lengua huichola.

Es justo su padre quien habla de la migración que se registra entre los huicholes, y de la paga de 70 pesos que recibe cada niño jornalero en los campos de Sinaloa, Sonora, Baja California, Nayarit, Colima y Zacatecas, en los cuales los pequeños van junto con sus mayores a la pizca del tomate, a levantar la cosecha de las vid, de los limoneros y del frijol.

Por su jornal de 14 a 16 horas, cada uno de ellos recibe 70 pesos, pero parte de ese dinero lo destinan a pagar el traslado, hospedaje y las comidas en los albergues a los que llegan.

De ahí que sólo les quedan unos pesos libres que tienen que ser ahorrados para otro tipo de gastos cuando regresen a sus hogares, porque en sus comunidades no hay mucho a que dedicarse, porque los suelos no son muy buenos para sembrar.

Por ello, el ir a las pizcas como llama a todas las cosechas, Zeferino Aguilar, un huichol con cinco hijos, “es la única forma de que nuestras familias puedan tener un sustento de enero a abril”.

Pretensión oficial

Mientras los huicholes refieren que tienen que pagar en los albergues por la comida y el hospedaje, el responsable del programa de Jornaleros Agrícolas de la delegación de la Secretaría de Desarrollo Social, Jesús Sepúlveda, asegura que a los indígenas no se les cobra por pasar la noche en los mismos.

Rechaza que los menores de edad reciban malos tratos o que sean sometidos a largas jornadas laborales.

Al referirse a la migración de niños jornaleros, destaca que este año en el estado se impulsa un programa piloto para evitar que pierdan el ciclo escolar, para el cual asegura se les ofertan 200 pesos mensuales por cada menor, y un paquete de útiles escolares.

Esta versión es desmentida por Zeferino Aguilar, quien asegura que los huicholes desconocen todos estos programas, y que ninguno de los niños ha recibido tales apoyos.

DURANGO, Dgo.— A los nueve años de edad ya son grandes y por ello los niños huicholes año con año, de mayo a septiembre, se incorporan al periplo de los jornaleros agrícolas que emigran a la pizca en los estados de Baja California, Sonora, Sinaloa, Nayarit, Colima y Zacatecas, a fin de ganarse la vida. Laboran entre 14 y 16 horas diarias por una paga de 70 pesos, de ahí les descuentan el traslado, hospedaje y los alimentos.

Estos menores pertenecen a la etnia huichola y a tan corta edad tienen que contribuir con el gasto familiar, y por ello dejan inconclusa su instrucción escolar. Empero, para sus padres, cortar de tajo con la infancia de sus hijos representa un sacrificio mínimo si se compara con la necesidad de subsistencia de este grupo indígena que habita en el municipio de El Mezquital, localizado en la parte sur de esta entidad.

Zeferino Aguilar, ex presidente de la comunidad de Bancos de Calitique, enclavada en una zona boscosa, sostiene que “a diferencia de los mestizos, que a sus hijos no les enseñan a ser grandes para trabajar, entre los huicholes un niño de nueve años ya es grande, para hacer labores del campo”.

Esto lo asienta, mientras la mirada de su hijo Fortino, de 11 años, lo sigue de reojo, a hurtadillas, cubriendo su rostro con un morral tejido de color azul índigo y rosa mexicano, que bordó su madre durante mes y medio.

Fortino es un niño huichol de la citada comunidad, que a diferencia de 60 menores de las localidades de Brasiles, Fortines, Las Pilas, Puertas de Guamuchil, El Potrero y Chimaltita, que son habitadas por el grupo en esta entidad, no ha ido nunca a la pizca, porque su padre ha sido autoridad electa de Bancos de Calitique y eso le ha evitado salir a buscar el sustento.

Sin embargo, algo lo une a las decenas de pequeños que cada año se van a trabajar a la pizca: su estatura diminuta y su bajo peso; ya que a sus 11 años apenas tiene la talla de un niño mestizo de 8 años.

Otra coincidencia con quienes se van a los campos agrícolas de otras entidades, es que apenas habla algunas palabras en español, ya que la comunicación con su comunidad se da en la lengua huichola.

Es justo su padre quien habla de la migración que se registra entre los huicholes, y de la paga de 70 pesos que recibe cada niño jornalero en los campos de Sinaloa, Sonora, Baja California, Nayarit, Colima y Zacatecas, en los cuales los pequeños van junto con sus mayores a la pizca del tomate, a levantar la cosecha de las vid, de los limoneros y del frijol.

Por su jornal de 14 a 16 horas, cada uno de ellos recibe 70 pesos, pero parte de ese dinero lo destinan a pagar el traslado, hospedaje y las comidas en los albergues a los que llegan.

De ahí que sólo les quedan unos pesos libres que tienen que ser ahorrados para otro tipo de gastos cuando regresen a sus hogares, porque en sus comunidades no hay mucho a que dedicarse, porque los suelos no son muy buenos para sembrar.

Por ello, el ir a las pizcas como llama a todas las cosechas, Zeferino Aguilar, un huichol con cinco hijos, “es la única forma de que nuestras familias puedan tener un sustento de enero a abril”.

Pretensión oficial

Mientras los huicholes refieren que tienen que pagar en los albergues por la comida y el hospedaje, el responsable del programa de Jornaleros Agrícolas de la delegación de la Secretaría de Desarrollo Social, Jesús Sepúlveda, asegura que a los indígenas no se les cobra por pasar la noche en los mismos.

Rechaza que los menores de edad reciban malos tratos o que sean sometidos a largas jornadas laborales.

Al referirse a la migración de niños jornaleros, destaca que este año en el estado se impulsa un programa piloto para evitar que pierdan el ciclo escolar, para el cual asegura se les ofertan 200 pesos mensuales por cada menor, y un paquete de útiles escolares.

Esta versión es desmentida por Zeferino Aguilar, quien asegura que los huicholes desconocen todos estos programas, y que ninguno de los niños ha recibido tales apoyos.

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