Rubén Buira Martínez CÓNSUL de ARGENTINa en CANARIas

"La inmigración debe ser legal"

El Día, FERNANDO A. FERRER, Tfe., 05-08-2007

Cercano, simpático, agradecido y “argentino”, Rubén Buira Martínez (Corrientes, 1953), cónsul de Argentina en Canarias, simboliza algunos de los tópicos que normalmente se le atribuyen a esta comunidad. No le cuesta ni le importa hablar, y eso que no es psicólogo. Le gusta su trabajo y le apasiona todo lo relacionado con la inmigración, para él el asunto más importante del siglo XXI y del que tiene profundos conocimientos.

-Abogado de profesión. Raro que siendo argentino no sea psicólogo, actor o futbolista.

-(Risas) Sí, soy abogado y soy notario también. No soy psicólogo, aunque los cónsules con el tiempo nos transformamos en algo de eso.

-¿Cuáles son sus orígenes?

-Mis abuelos emigraron al campo, en La Pampa, y allí nacieron mi padre y sus hermanos. Ellos se dedicaban al campo, eran agricultores y en La Pampa se dedicaron a la hacienda. Eran de orígenes humildes y tuvieron la gran oportunidad en Argentina de desarrollarse y de que sus hijos salieran profesionales, lo cual fue la historia de una Argentina muy dinámica, muy abierta, porque además era muy necesaria. La historia de nuestro país va muy ligada a la inmigración, sobre todo europea. En cuanto a mí, nací en Corrientes, una provincia argentina que está al nordeste, que limita con Paraguay y Brasil. Es una provincia guaranítica, pero lamentablemente no soy oriundo, porque mis padres no eran de Corrientes, nací allí de casualidad. Mis abuelos eran españoles, de ascendencia navarra y aragonesa.

-¿Cuánto hace que está en Tenerife?

-Pues hace muy poco tiempo, apenas dos meses.

-¿Y cuál ha sido su primera impresión?

-Yo ya tenía una impresión porque cumpliendo funciones en Senegal ya había estado en Las Palmas y en Tenerife, me había hospedado durante una semana en el Puerto de la Cruz, y tenía una visión de unas islas muy verdes, muy agraciadas y muy afortunadas como se llaman. Realmente, el sur me llamó mucho la atención por su aridez, es un contraste notorio, es una isla con unos paisajes totalmente multifacéticos, lo cual la hace muy rica y diversa. Pero lo que más me llamó la atención de aquella década de los ochenta con respecto a hoy es el notable desarrollo del turismo y de obra pública. Me llamaron la atención dos cosas: simplemente por el hecho fáctico de ver ese desarrollo, en el turismo y sus servicios, y porque muchos de nuestros connacionales que han inmigrado están imbricados laboralmente en ellos. Están en la restauración, en la hostelería y también en la construcción.

-Fuera del consulado, ¿qué aficiones tiene?

-En lo personal debo decir y reconocer que siempre me dedico muy de lleno a mi trabajo. Me gusta mucho todo lo vinculado con las migraciones porque es un tema del siglo XXI, muy complicado, multidisciplinario, poco comprendido y muy tergiversado, a veces. Me interesó desde hace muchos años porque lo consular está íntimamente ligado con lo migratorio.

-Ha venido a parar a unas Islas que son un foco importante de inmigración. ¿Qué le parece la situación que vive Canarias?

-Pues se trata de una inmigración muy dramática. Estos son flujos que en realidad se dan en muchísimas fronteras calientes, como en la mejicana con EEUU, en el Magreb o la que ustedes viven con los cayucos. Indudablemente noto y veo que es motivo de una discusión y de un análisis muy profundos en España, lo cual considero muy positivo. Pero los problemas están en los países de origen: en su pobreza, en su subdesarrollo, en la falta de calidad institucional y de seguridad, y en las guerras civiles y no civiles.

“Unos treinta mil”

-¿Cuántos argentinos calcula que hay actualmente en las Islas?

-Pues es muy difícil tener una cifra concreta por distintas razones. Cuando uno hace una encuesta solicitando a los municipios el empadronamiento municipal, hay muchos argentinos que son italoargentinos. Estos son argentinos comunitarios porque tienen nacionalidad italiana. Después están aquellos argentinos nativos pero que son españoles por ser hijos o nietos de españoles. Consecuentemente, en el empadronamiento municipal figuran como españoles, y cuando uno quiere detectar cuántos argentinos hay aparece la nacionalidad española y no la argentina. Y luego están los argentinos que no tienen doble nacionalidad. Si sumamos todos ellos, más aquellos que han contraído matrimonio y se han nacionalizado, más los que han pasado una estancia legal de dos años y la han adquirido, y por tanto ya no son argentinos a los efectos de empadronamiento, estimamos que somos unos 30.000.

-Usted ejerce de cónsul para todo el Archipiélago, ¿cómo ve la evolución de la comunidad argentina en las Islas?

-Creo que hay distintas etapas de la colonia argentina aquí en las Canarias. Hay gente que lleva ya 20 años residiendo en las Islas. Estos son un grupo de profesionales vinculados a la odontología, a la medicina, a la psicología, a la psiquiatría, al ámbito paramédico, como los enfermeros. Son gente que llegó en una época en que España en general y Canarias en particular requerían este tipo de servicios. Gente que se asentó durante largo tiempo, muy integrada, con hijos que se han educado en Canarias, que hablan como los canarios y que han estudiado en la Universidad de La Laguna. Pero no sólo profesionales universitarios, sino también empresarios. Y luego hay un sector de emigrantes que llegó a finales de los noventa y principios de siglo, que es la última etapa de nuestra inmigración, y que tiene que ver con ese periodo crítico que vivimos y que eclosionó en 2001.

Integración

-¿Cree que la comunidad argentina se está integrando bien en Canarias?

-Sí, yo creo que sí, y no lo digo con demagogia. Realmente creo que la colonia argentina es una colonia que se está integrando bien. No es una comunidad conflictiva, es laboriosa porque emigró para trabajar y para forjarse un futuro, que fue además emigrante por una situación coyuntural en nuestro país. Y por lo que percibo es una colonia trabajadora que a lo mejor en sus inicios ha tenido que hacer trabajos que no eran los suyos en Argentina, y que, poco a poco, han ido escalando. A lo mejor aquél que tuvo que venir para lavar copas, hoy en día se pudo integrar en lo que era su labor en Argentina. Y hay otra gente que aún no se ha podido insertar en su actividad de origen pero con gran esmero lo está haciendo, inclusive algunos pueden aportar una pequeña ayuda a su familia.

-¿No cree que los argentinos que llegan a Canarias, y que siguen consumiendo productos propios de su tierra en vez de probar los de aquí, están dificultando su propia integración?

-No, porque una cosa no quita la otra, al contrario, yo creo que juntas enriquecen. Porque ese argentino come mojo y gofio. Además, nosotros no tenemos cultura del pescado y acá comen cherne. En definitiva, lo que provoca es un enriquecimiento porque en el medio local se van aceptando nuevas realidades y a la vez el emigrante si no se integra sería un suicidio para él.

-Algunos profesores que tratan con alumnos argentinos se quejan de que estos no cesan de usar vocablos típicos de su país, ¿que le parece?

-Es una de las parcelas donde a lo mejor el inmigrante debe realizar un esfuerzo para adaptarse. ¡Caramba!, si el profesor me va a calificar y sabemos que estamos en un medio donde la terminología es diferente a la nuestra, debemos esforzarnos. Mi idea no es que él se amolde a mí, sino que como yo soy el visitante trato de facilitar las cosas. Es preciso esforzarse porque el otro no tiene que hacer el esfuerzo, éste lo tiene que hacer el que se está integrando.

-Lo que la comunidad canaria echa quizás en falta es que el inmigrante haga un poco de esfuerzo por adaptarse. En el caso de los africanos tienen la barrera del idioma, pero en el de los argentinos no es así.

-Sí, es comprensible y lo comparto. Yo creo que hay que hacer siempre el esfuerzo, por un problema de educación con el país que nos recibe.

-Usted que está en contacto continuamente con la población argentina, ¿qué necesidades cree que puede tener?

-Bueno, siempre existe una nostalgia, que está inserta, que lleva un tiempo porque en todo proceso migratorio no es la primera generación la que supera la nostalgia, son los hijos. La bisagra está en los hijos, son estos los que, más que integrarse, se asimilan al medio, porque ya hablan como el lugar, cambian muchas cuestiones y vienen con un acervo cultural diferente. Creo que ese es el punto más complicado, el de superar la nostalgia, que está ligada a una especie de frustración por haber tenido que emigrar.

Tareas del consulado

-¿La ubicación del consulado en Granadilla responde a que es por esa zona donde se establece la mayor colonia de argentinos?

-Se ha debido a diversos factores. El número uno es que el grueso de la colonia argentina en Tenerife está en el Sur. El segundo es que las autoridades del ayuntamiento, muy conscientes de la problemática migratoria que existe en su zona, entendieron que debían actuar. El pueblo que recibe la inmigración no es responsable de la misma, pero cuando ya la recibió tiene el compromiso de propiciar la integración, la inserción y de limar cualquier tipo de asperezas para que esa sociedad funcione bien y se amolde. En ese sentido, el ayuntamiento nos ofreció un comodato con unas oficinas en San Isidro de Abona, por lo que las autoridades argentinas les están muy agradecidas.

-¿Cuál es el nexo de unión entre dos comunidades tan parecidas como son la española, la canaria, en este caso, y la argentina?

-Lo primero que me impactó después de haber servido en la Península y de tener antecedentes españoles peninsulares es la diferencia en la forma de hablar y de ser, incluso hasta en las propias gesticulaciones, que pareciera que está la gente canaria más cerca de Sudamérica y del Caribe que de la propia Península. Quizás por eso nos sentimos tan próximos y no nos cuesta tanto hablar como canarios, no tenemos que forzarlo, es casi natural.

-Respecto a su labor como cónsul, ¿le ha dado tiempo a plantearse una serie de objetivos en esta nueva etapa que va a cubrir?

-La comunidad argentina en Canarias tenía un problema acuciante en cuanto a la paralización de sus trámites. El Consulado Argentino central está en Madrid, por lo que muy pocos podían trasladarse hasta allí para solucionar sus visados, certificados o matriculas consulares. Había mucha gente parada con trámites elementales que nadie les podía resolver aquí. Desde que hemos abierto, tenemos un mínimo de 50 ó 60 personas todos los días. Es un desborde continuo. En este sentido debo disculparme con las autoridades locales y los demás colegas consulares porque no he podido hacer las visitas “protocolares” que debía. Pero en cuanto regularicemos esta situación podré abrirme hacia el mundo.

-Por esta parte, la labor de cónsul podría parecer un poco lejana en el trato con los recurrentes, ¿o usted los atiende directamente?

-Sí, sí, yo estoy en el mostrador. Hay gente que inclusive me recrimina que cómo un cónsul está dando números. Trato de tener un contacto directo con la gente, sobre todo en esta primera etapa, donde se está formando y se está entrenando al personal que va a atender personalizadamente a los compatriotas. El cónsul tiene que estar presente en la atención al publico porque podrá haber trámites estandarizados pero también habrá otros totalmente atípicos que requieren del cónsul para saber cómo enfocarlo desde el punto de vista jurídico.

“Medidas oportunas”

-Los permisos de residencia en Canarias suponen sólo el 5,5 por ciento de toda España, ¿qué le parece que Coalición Canaria, en el Gobierno autonómico, abogue por rebajar ese porcentaje?

-Pues no me atrevería a emitir una opinión. Entiendo que el punto de vista de las autoridades sea el de fijar políticas en materia inmigratoria. Creo que es lógico que toda autoridad fije sus políticas en la materia y esto pasa, y lo digo como alguien al que le gusta el tema migratorio no como cónsul, por acuerdos y políticas coherentes, que traten de transparentar estas situaciones.

-¿Entiende usted que Canarias, como un territorio limitado con recursos escasos, no puede soportar tal presión demográfica?

-Sí, sí, está claro, pero yo he visto que han tomado medidas muy oportunas. Se han abierto embajadas en África, se han hecho acuerdos con países subsaharianos, se han firmado acuerdos para controles en el mar, de colaboración con esos países en vías de desarrollo… Se ha hecho un conjunto de acciones que antes no estaban previstas, con miras a mejorar el control de las mafias del tráfico de inmigrantes . Se han tomado medidas que han sido positivas. Claro que no todas pueden tener efectos inmediatos. La inmigración a veces es imparable, no la para una barrera, una frontera o una zanja.

-El Ejecutivo central llevó a cabo hace unos años un proceso de regularización.

-Pues si me atengo a nuestra colonia, que se regularizaron unos 24.000 argentinos, creo que fue positiva, porque en definitiva fue transparentar una realidad sociológica que estaba ahí. Creo que normalmente el problema que se plantea en este aspecto es si hay efecto llamada o no. Yo creo que no, que lo que hay es efecto espantada, es decir, si uno en determinada hora pico, en un país cualquiera está viendo “Falcon Crest” o “Dinastía” y dice ¡caramba!, si ahí se vive como en estas series, o las películas. Yo creo que el efecto llamada lo provoca ese tipo de cultura globalizada, donde uno ve que en el primer mundo viven como viven y que si además llegan tienen trabajo. Porque la gente no pide limosna, logra trabajos donde la gente local no los quiere. Así que realmente no sé si existe el efecto llamada, para mí existe el efecto exclusión o desbandada desde el origen.

-La solución no pasaría entonces por cerrar las fronteras sino por mejorar la estancia en los países.

-Sí, esto lo digo a nivel personal, no como cónsul, sino como estudioso del tema. Yo creo que de alguna manera ponerle coto a la inmigración irregular, al tráfico de personas, pasa fundamentalmente por un mejor y mayor desarrollo en los países de origen. Yo creo que la gente, salvo por escasas razones como estudios, emigra porque quiere, pero normalmente no lo hace por gusto, sino porque sus condiciones en el país de origen suelen ser complicadas.

-Canarias recibe, grosso modo, dos tipos de inmigración, la que llega en cayuco y la que llega en avión, ¿en qué se diferencian?

-Yo creo que la inmigración para empezar debe ser legal, debe ser una inmigración organizada desde el punto de vista de que todo inmigrante aporta su documentación, su identidad, eso es fundamental, el respeto a la ley y a la legislación son claves. De otra manera, a lo que se tiende es al tráfico ilícito de personas y a todas las consecuencias que sabemos. Respecto a la pregunta que me hace de la diferencia, yo creo que son evidentes al tratarse de dos realidades diferentes. Creo que la gente que llega en avión viene mayoritariamente de América Latina, con nexos culturales muy cercanos, idiomáticos, religiosos, históricos. Y la inmigración procedente de África responde a otra realidad.

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