USTED DIRÁ

La novia del asesino

La Verdad, ANTONIO ARCO, 06-08-2007

El amor es ciego y el amor es tonto, lo que unido a la ya más que contrastada tristísima evidencia de que el ser humano no es que sea precisamente un ejemplo de inteligencia, da por resultado, en muchas ocasiones, que nos tengamos que topar con prójimos como esta cretina de dieciocho años que se llama, para colmo, Yasmín Victoria, y que presume como la cretina que es de ser la mismísima novia, por ahora aún viva, del animal llamado Héctor Fabio Franco, quien de una nada delicada pero sí rotunda pedrada en la cabeza asesinó a la adolescente Fernanda Fabiola Urzúa, culpable según el bestia, por suerte ya detenido y espero que por mucho tiempo, de haberse negado a mantener relaciones sexuales con él, qué cabrón. Ha pasado hace unos días en tierras canarias y aún nos duele la cabeza pensando en la casi una niña violentada, asustada, firme en defenderse con todas sus pocas fuerzas, extrañada, sorprendida, aterrorizada, muerta de un golpe atroz, arrojada de cualquier modo al vértigo de la muerte prematura, cubierto el rostro de sangre propia.

Dice desafiante la cretina que su novio, del que se hizo novia con doce años – está claro que a Héctor Fabio le gustan las muñecas y le dan miedo las mujeres de verdad; por saco le den – , no sería capaz de matar a una niña, mientras se lamenta no por la negra suerte de la asesinada, sino porque afirma que les han jodido la vida a ella y a su príncipe, un colombiano que tan ricamente se podía haber quedado allí en Colombia y al que le excita intentar abusar de extranjeras y de niñas en tránsito hacia la juventud. El tránsito de Fernanda Fabiola ya lo ha interrumpido él en seco. Que pague ahora por ello de una puñetera vez hasta el último céntimo de vida en libertad que tenga que pagar, y sin la más mínima cursi y estúpida contemplación.

Qué curioso que casi todos estos bestias tengan detrás a una cretina orgullosa de su hombre, qué verdad es que no hay peor ciego que el no quiere ver y qué futuro tan tenebroso esperaba a la adolescente en el atajo sin iluminación que escogió, minutos antes de su muerte, para regresar a casa, a la que no llegó porque lo primero que hizo su asesino cuando la abordó en busca de su sexo fue propinarle un puñetazo y dejarla inconsciente, para que se fuera enterando de quién era ahí el macho. Una vez consciente de nuevo, ella luchó sin cuartel y sin éxito. Ahora «duerme y duerme», como dice Raymond Carver en un hermoso poema.

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