Un tribunal suspende por malos tratos la repatriación de una niña ecuatoriana que vive con su madre, una mujer ‘sin papeles’ Aunque sin el glamour de Broadway, el «¡Angélica se queda en Bélgica!», que exclamaba la prensa belga ayer recordaba al «¡Annie es nuestra!» del musical sobre la célebre huérfana. Angélica Loja, ecuatoriana de 11 años, tiene padres, pero ha triunfado, como la heroína teatral, sobre sus guardianes.

La niña vive desde hace cuatro años en Bélgica con su madre, Ana Cajamarca, irregular como la mayoría de los 8.000 ecuatorianos en el país, y se ha pasado el último mes en una maloliente cárcel junto a la pista del aeropuerto de Bruselas, donde van los inmigrantes en situación ilegal a la espera de la repatriación.

Aunque centenares de niños pasan cada año por ese centro denunciado por los grupos de defensa de los derechos humanos, las ruidosas manifestaciones, sobre todo de latinoamericanos, en el aeropuerto y la intervención hasta de la primera dama de Ecuador, una belga, han conseguido la atención de la prensa y los políticos locales.

Cuando la niña y su madre ya iban en coche, escoltadas, rumbo a Amsterdam para coger un vuelo a Quito, un tribunal de Bruselas suspendió la expulsión por «defecto de forma» dado el maltrato a Cajamarca en la prisión. La madre fue golpeada por los agentes durante los traslados, según su abogado, Selma Ben Jelifa; un médico certificó ayer las contusiones. La niña, que quiere seguir en su colegio belga, había apelado hasta al rey Alberto II, pero, al final, sólo la salvaron los moratones de su madre.

La esposa del presidente de Ecuador, Anne Malherbe, visitó a ambas en la cárcel y dijo después sentirse «avergonzada de ser belga» por las «condiciones horribles» del centro, donde la pequeña cogió un catarro y se le negó atención médica. «Están traumatizadas, muy afectadas por los muros, las rejas, la policía armada. Encerrar a un niño nunca puede traer nada bueno», explicó Malherbe en la televisión francófona RTL – TVI.Varios parlamentarios belgas y eurodiputados han apoyado a Angélica, y el defensor del menor, Claude Lelièvre, aconsejó que la niña se quedara en el país y se intentara legalizar la situación de su madre, que planea casarse con un belga.Éste ha sido el último caso de rebelión de los nuevos inmigrantes, con los que Bélgica trata de forma masiva. Después de todo, para sorpresa de los conservadores belgas, en Bruselas, el nombre más usado para los recién nacidos es Mohamed.