«En tres minutos... se acabó»

ABC, 20-07-2007

POR E. CALVO

FOTO DESIRÉE MARTÍN

SANTA CRUZ. «Cada minuto, cada segundo, cuenta. No hay tiempo que perder cuando se trata de rescatar vidas humanas». Es algo que no se les escapa ni a los equipos de Salvamento ni a los del Servicio Marítimo de la Guardia Civil. «Hay que tener muchos reflejos y mucha experiencia para enfrentarse a este tipo de operaciones», explican a este periódico miembros de ambos dispositivos.

Cuando alcanzan las islas, tras un infernal viaje que se complica las más de las veces, los inmigrantes sufren hipotermias, deshidratación, rozaduras o traumatismos de diversa consideración por los golpes y caídas dentro del cayuco. Sus cuerpos están agarrotados, entumecidos, «y su desorientación les hace perderse en una nebulosa de pavor, desconfianza y nerviosismo».

Cuando empiezan a caer al agua «casi todo está perdido». Los asustadizos y torpes movimientos que ejecutan cuando saltan dentro de su precaria embarcación para llamar la atención de sus rescatadores se convierten allí en una inmovilidad total.

Sin poder moverse, bloqueados en las gélidas aguas del Atlántico, con sus vestimentas empapadas, el rápido viaje hacia las profundidades del océano es un hecho consumado. Tres o cuatro brazadas, un último intento, pero todo en balde. El peso de sus cansados y debilitados cuerpos los conduce a la muerte. Tres minutos son suficientes para darles por perdidos, razona un guardia civil. «Es frustrante».

Cuando empiezan a caer hacia el abismo, «sus cuerpos se comienzan a hinchar por la presión, y el peso los hunde más y más, sin dejarlos llegar del todo al inquietante fondo marino».

Los de ayer, los más de cincuenta desafortunados que no consiguieron ser rescatados, se encuentran atrapados en una zona con más de 2.660 metros de profundidad.

Sin dejar rastro

«Es muy difícil que salgan a flote, muchas veces no vuelven a recuperarse nunca más», afirman las mismas fuentes. Miles y miles de inmigrantes han desaparecido así, sin dejar rastro, sólo desde la oleada del año pasado. «Las corrientes a veces los escupen a la costa, mientras sirven de pasto para los depredadores».

Por eso, los equipos de rescate intentan por todos los medios que los cuerpos no empiecen a hundirse. Y por eso este jueves, de madrugada, a oscuras, muchos miembros de Salvamento no se lo pensaron dos veces para lanzarse al agua y rescatar a los indocumentados que «caían uno tras otro desde su maltrecho cayuco». Ellos, aunque sobradamente preparados, también corrían peligro.

En ese momento sólo cabe una decisión: «Salvar tantas vidas humanas como sea posible; no hay tiempo para la duda, estamos allí para rescatarles, y eso es lo que intentamos hacer con todos los medios de que disponemos», explica apesadumbrado un funcionario de Salvamento Marítimo.

A última hora de ayer aún no se había dado orden al dispositivo para su retirada. Barcos, aviones y helicópteros continuaban buscando a los inmigrantes con la esperanza de recuperar algún cuerpo con vida. Pero el operativo fue «infructuoso», y sólo se pudieron localizar «algunos restos de cayuco flotantes».

El mal estado de la mar con vientos de hasta 80 kilómetros por hora y olas de hasta cinco metros dificultaban la inspección. Eran pocos los que a medida que transcurría la jornada seguían confiando en encontrar a los indocumentados. «Todo fue muy rápido, y no podíamos rescatar a todos los náufragos; ya digo, cuando empiezan a hundirse el peligro acecha, y en tres minutos… se acabó».

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