Canela Fina. Sin tregua

Canarias 7, Carmen Merino, 20-07-2007

No les van a dar ni los 100 días de rigor. Este año no hay vacaciones. Directos a la yugular. ¿Me refiero a la oposición socialista? También, pero no solo. El PSC continúa en su estrategia de tensión parlamentaria a cuenta de las presidencias de las comisiones, un asunto en el que no le va mucho más que algunos sobresueldos a repartir en el grupo junto con un estrecho margen de discrecionalidad a la hora de convocar las reuniones. Pero lo que más llama la atención es la celeridad con que Paulino Rivero ha empezado a darle cachetadas a la Administración central, ejercicio en el que se ha volcado tan solo horas después de que la consejera de Sanidad, Mercedes Roldós, abriera la veda tal y como estaba previsto.

Para los nacionalistas, la inmigración ilegal es tan útil para un roto como para un descosido. Lo mismo vale para levantar la voz contra la Administración central en defensa de las vidas que se pierden en el mar ?como desgraciadamente volvió a ocurrir el jueves – como para soliviantar a la población con fantasmas y temores relativos a la invasión de las islas por gentes extrañas que hablan otro idioma o simplemente tienen otro acento.
Es cierto que la Administración central no parece haber entendido en toda su dimensión el problema de la inmigración ilegal que a bordo de cayucos y pateras llega a las costas canarias. Y si lo ha entendido no sabe como afrontarlo ni como trasmitir a las instituciones europeas la necesidad de actuar en origen, en frontera y en toda las dimensiones aplicables al problema. Pero tratar de adjudicar al Gobierno de Zapatero la responsabilidad de las últimas muertes que se han producido en el mar es de un mal gusto político que raya en lo insultante.
Sin embargo, la actitud de Paulino Rivero también forma parte de lo previsible. Este es el estilo de Gobierno que cabe esperar del nuevo presidente porque es y ha sido su forma de hacer política. Le interesa menos intentar ser razonable que sacar tajada partidaria de las distintas coyunturas, especialmente si estas tienen relación de una u otra forma con el Gobierno del Estado.

Aún cuando la actitud de Rivero es equivocada, en modo alguno justifica la tendencia a actuar de plañideras excesivas que parece animar a los socialistas en su empeño por demostrar que el sentido humanitario es una virtud que les ha sido concedida en exclusiva.

Lo que ha ocurrido es una pena, pero ni el sentido de la rentabilidad política inmediata de Rivero ni los golpes en el pecho de los socialistas impedirán que vuelva a ocurrir mientras, además de la escenificación correspondiente, no se definan y tomen las medidas oportunas. Y, después de más de ocho años de una llegada continua y a veces masiva de cayucos y pateras, tiempo ha habido de estudiarlas y de buscar la forma de financiarlas.

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