pura vida
El horario
Las Provincias, , 19-07-2007Algunos de los inmigrantes que moraban bajo el puente, como el entrañable Carpanta de nuestra posguerra, han rechazado la cama y el techo de los albergues porque el horario allí impuesto no se ajusta a sus deseos. Yo esto lo entiendo perfectamente. Cuando marché un verano a Salamanca para intentar ilustrarme mediante a unos cursillos literarios, aterricé en una residencia demasiado beata que cerraba sus puertas a las 23.00 horas, con lo cual me sublevé porque al fin y al cabo yo pagaba una pasta que había ahorrado durante el año currando de camata.
Por suerte, tras lloriquear en una especie de oficina de acogida a los estudiantes, logré cambiar de residencia y me trasladé a una más permisiva y además mixta, con lo cual me aseguré el resopón nocturno gracias a una deliciosa francesa que, encima, máximo morbo, se llamaba Loulou (diminutivo cariñoso de Laurence). En cualquier caso, si no hubiese podido realizar ese ventajoso cambalache que me permitió gozar de Salamanca en toda su extensión y durante todas las horas, me habría buscado la vida mediante soluciones alternativas tales como sobornar o chantajear al portero de noche, conseguir una copia de las llaves del portal o saltar por la ventana en plan preso que se fuga del trullo. Quiero decir con esto que, por desgracia y aunque nos duele, los inmigrantes del puente no están en disposición de exigir, bastante tienen, creo yo, con que les consigan un hueco decente a costa del Ayuntamiento. Supongo que preferirían una suite en un hotel de cinco estrellas, o un ático dúplex en la avenida de Francia, todo ello gratis, faltaría, pero yo también y me aguanto y me conformo con lo que tengo y encima me masacran los impuestos y me extermina la hipoteca. Entre los inmigrantes, como entre los que no los somos, habrá de todo: gente estupenda y también tíos con mucho morro…
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