Rachida Dati, una de las caras más populares del Gobierno francés, se enfrenta a los primeros obstáculos

Una estrella acosada

La Vanguardia, LLUÍS URÍA - París. Corresponsal, 16-07-2007

Tiempo atrás, Dati se dedicó a perseguir a todos los personajes poderosos que se le ponían a tiro
Es la cara más popular y fotogénica del Gobierno de Nicolas Sarkozy, la niña de los ojos del presidente. No hay día en que el nuevo inquilino del Elíseo no aproveche para cantar sus excelencias y manifestarle públicamente su amistad y consideración. Rachida Dati, 41 años, ministra de Justicia, lo tiene todo para convertirse en el estandarte de la nueva era sarkozista. Joven, atractiva, inteligente, brillante, terriblemente ambiciosa y determinada, es una mujer hecha a sí misma. Y además, de origen magrebí. Lo tiene todo para triunfar. Lo tiene todo, también, para despertar celos y envidias, y para hacerse enemigos – incluido, al parecer, un carácter exigente, autoritario y áspero-.

La estrella ascendente de Rachida Dati parece haber eclipsado a la otrora musa de los franceses Ségolène Royal. Los estudios de opinión, esos mismos sondeos que encumbraron a la ex candidata socialista y que ahora constatan su declive, han colocado a Dati – con un 59% de opiniones favorables- como la tercera figura política más popular de Francia, por detrás del omnipresente e hiperactivo Nicolas Sarkozy y de su ministro de Exteriores, Bernard Kouchner, uno más de los amigos de la titular de Justicia, a quien el fundador de Médicos sin Fronteras quiso fichar en 1994 para integrar la lista del Partido Socialista – eran otros tiempos- en las elecciones europeas.

Para llegar a ministra, Rachida Dati ha tenido que forzar el destino. Hija de un albañil argelino y de un ama de casa marroquí, nacida y criada en una cité de la banlieue de Chalon-sur-Saône (Borgoña), en una familia de doce hermanos, parecía condenada a convertirse en la esposa sumisa de un buen musulmán. De hecho, a punto estuvo. En su biografía hay un matrimonio forzado – y después roto- del que procura no hablar.

Pero la joven Rachida, educada en el esfuerzo y la disciplina en una escuela privada católica – El Deber, donde la habían matriculado sus padres pese a ser de confesión musulmana-, estaba dispuesta a darlo todo para llegar a lo más alto. Sus estudios de Economía y Derecho se los pagó trabajando, ya fuera llamando a las puertas del barrio vendiendo cosméticos Avon, ya fuera haciendo guardias nocturnas en una clínica. Y su futuro profesional se lo labró haciendo gala de una furiosa determinación.

Hay en la trayectoria de Rachida Dati un rasgo muy particular que explica su fulgurante éxito. A falta de contactos y relaciones, la actual ministra de Justicia se dedicó durante años, con tanto desparpajo como ahínco, a perseguir y abordar a todos aquellos personajes poderosos que se le ponían a tiro – y a los que no se ponían- para pedirles trabajo u ofrecerles su colaboración. La lista de quienes cayeron rendidos ante la osadía y la bien construida oratoria de aquella menuda chica morena es larga.

El primero en darle una oportunidad fue el ex ministro de Justicia Albin Chalandon, a quien Dati abordó en una recepción de la embajada de Argelia en París a la que prácticamente se había autoinvitado, y que le facilitó un trabajo como contable en Elf. Entre sus mentores hay gente tan diferente como el desaparecido Jean-Luc Lagardère, que la tuvo contratada en Matra; Jacques Attali, con quien trabajó en el Banco Europeo de Desarrollo, en Londres, y Simone Veil, que la dirigió hacia la Escuela de la Magistratura y le prestó su propia toga cuando prestó juramento como juez.

El propio Nicolas Sarkozy, a la sazón ministro del Interior, fue objeto de la misma operación de seducción en el año 2003 cuando, siendo entonces fiscal en Evry, Rachida Dati le escribió una carta ofreciéndose a trabajar con él. Sarkozy, que probablemente vio en ella su misma ambición y rebeldía, la acabó fichando como consejera.

La relación profesional entre ambos se transformó pronto en una relación de amistad, que incluyó también a su mujer, Cécilia. Hasta el punto de que la esposa del hoy presidente de la República se ha convertido en su más ardiente defensora – suya fue, por ejemplo, la idea de nombrarla portavoz la campaña de su marido- y su principal sostén. “Rachida es más que una amiga, es mi hermana. No la abandonaré nunca”, declaraba esta semana Cécilia Sarkozy en el semanario Le Nouvel Observateur.

Instalada en la sede del Ministerio de Justicia, en la elegante plaza Vendôme, Rachida Dati ha cumplido un sueño. Pero se ha encontrado también con los peajes de la política. Su promoción ha levantado muchas ampollas entre algunos de los más fieles y veteranos sarkozistas, y tampoco ha sentado especialmente bien en determinados sectores de la judicatura. Las envidias y rencores han empezado a traducirse en insultantes rumores que ponen en cuestión la veracidad de su formación universitaria y se preguntan maliciosamente por los atributos que ha utilizado para triunfar…

La dimisión en cadena esta semana de su director de gabinete, Michel Dobkine – que adujo razones personales-, y de otros tres consejeros – fruto, según el portavoz del Ministerio, Guillaume Didier, de un “reajuste” consecuencia del nombramiento de un nuevo director- ha propiciado la aparición de críticas más o menos soterradas a sus maneras supuestamente abruptas y coléricas. Para acabar de fragilizar su posición, ha trascendido que dos de sus hermanos menores, Jamal y Omar Dati, están sometidos a sendos procedimientos judiciales por tráfico de drogas.

La sensación de acoso ha llegado a tal punto que la organización SOS Racisme emitió el el pasado viernes un comunicado en defensa de la ministra de Justicia en el que se atribuían todos estos ataques a su origen. “Rachida Dati está pagando, desde su llegada, un alto precio por ser la primera persona surgida de la inmigración magrebí que llega a semejante responsabilidad gubernamental”, se afirma en la nota.

Nicolas Sarkozy le ha mostrado públicamente su confianza de forma casi diaria en la última semana. El viernes, rompiendo una vez más con la costumbre establecida, el presidente francés se presentó en la recepción oficial del Ministerio de Justicia con motivo del 14 de Julio y le reiteró públicamente su apoyo y su amistad. “La presencia de Rachida Dati en la plaza Vendôme es un mensaje a todos los hijos de Francia de que con mérito y esfuerzo todo es posible”, remarcó Sarkozy, quien por esa misma razón subrayó lo mucho que espera de ella: “Tiene la obligación de triunfar”.

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