En lucha para resucitar la Dream Act

El Universal, TEXTO Y FOTOS J. JAIME HERNÁNDEZ • CORRESPONSAL, 14-07-2007

LOS ÁNGELES .— De guerrillero infantil a profesor de literatura. Tras este corto enunciado podría resumirse la vida y la odisea personal de Mario Escobar. Un inmigrante, un refugiado de El Salvador que empuñó una M – 16 cuando sólo tenía 11 años de edad. Que huyó de la guerra civil que se llevó por delante a tres cuartas partes de su familia y le convertiría en un paria y damnificado de un conflicto que arrasó a toda una nación y se cobró la vida de más de 75 mil personas.

“Cuando llegué a Estados Unidos tenía 13 años. Mi madre, que había sido violada por un cabo del batallón Acatl, organizó nuestra fuga. De toda nuestra familia, más de 12, sólo sobreviviríamos mi madre, mi hermana y yo para tratar de reiniciar nuestra vida en este país…”.

Hoy, a sus 29 años de edad, Mario Escobar es un destacado profesor y líder universitario que lucha por los derechos de millones de estudiantes indocumentados. De corta estatura, con gafas gruesas y una barba incipiente, Mario se define a sí mismo como un intelectual de alma gramsciana; como un profesor de literatura y un militante revolucionario que lleva consigo las enseñanzas de Roque Dalton, de Benito Pérez Galdós o de Antonio Gramsci para tratar de modificar su tiempo y circunstancia.

“En este país todos los días se sigue cometiendo una enorme injusticia con los estudiantes inmigrantes que son inteligentes y se han graduado con honores como yo, que lo hemos dado todo por este país mientras su gobierno nos sigue pagando con políticas racistas y discriminatorias, que nos trata como esclavos, o sólo nos acepta como jardineros, o como empleados de McDonalds, y nos limita la posibilidad de acceder a la universidad o de ejercer nuestra profesión como médicos, ingenieros, como abogados o profesores…”

Tras el fracaso de la propuesta de reforma migratoria que impulsó la Casa Blanca, cientos de miles de estudiantes indocumentados intentan escapar de la impotencia y la frustración mientras se enfrascan en una campaña para tratar de convencer al Partido Demócrata sobre la necesidad de rescatar del naufragio la llamada Dream Act, una iniciativa presentada en 2003 por el senador republicano Orrin Hatch (Utah) y Richard Durbin (demócrata de Illinois), que ha muerto y vuelto a resucitar al fragor de la encarnizada batalla por los derechos adquiridos de unos 12 millones de indocumentados.

La Iniciativa de Desarrollo, Alivio y Educación para Jóvenes (o Dream Act como se le conoce en inglés) es considerada como una pieza clave en el paquete de reformas que sucumbió el pasado 29 de junio y, en caso de ser resucitada y aprobada por separado en el Congreso y el Senado, beneficiaría a estudiantes indocumentados graduados de las preparatorias estadounidenses, que han estado en el país por más de cinco años y no cuentan con los recursos para completar su educación superior.

La iniciativa obligaría además a los estados del país a aplicar a los jóvenes estudiantes indocumentados las mismas tarifas que pagan los que son residentes legales o ciudadanos y les permitiría tramitar la residencia legal y, una vez terminada la carrera, podrían ejercer su profesión.

Esto supondría que los estudiantes que han sido discriminados durante muchos años por su estatus migratorio podrían competir en condiciones de igualdad y se asegurarían una ruta segura hacia la ciudadanía. En medio de esta lucha, Mario Escobar se ha convertido en un referente obligado.

Es un profesor que ha podido completar sus estudios de literatura gracias a su estatus de refugiado. Es un universitario, que, esta misma semana, participaba en una huelga de hambre y tocaba a las puertas de la líder de la mayoría demócrata en el Congreso, Nancy Pelosi, para tratar de resucitar un proyecto de ley que, de ser aprobado, rescataría del limbo a millones de estudiantes indocumentados.

“Nos dijo que simpatizaba con nuestra causa y que se esforzaría por tratar de impulsar la iniciativa en el Congreso. Y nosotros le dijimos que no pensamos darnos por vencidos porque estamos acostumbrados a crecer ante la adversidad”, aseguró Escobar en el inicio de una lucha por los derechos civiles que dirige su mirada hacia el Congreso y el Senado con la esperanza de obtener el apoyo para una ley que les permitiría acceder en condiciones de igualdad a la universidad, a la profesionalización y a la ciudadanía.

LOS ÁNGELES .— De guerrillero infantil a profesor de literatura. Tras este corto enunciado podría resumirse la vida y la odisea personal de Mario Escobar. Un inmigrante, un refugiado de El Salvador que empuñó una M – 16 cuando sólo tenía 11 años de edad. Que huyó de la guerra civil que se llevó por delante a tres cuartas partes de su familia y le convertiría en un paria y damnificado de un conflicto que arrasó a toda una nación y se cobró la vida de más de 75 mil personas.

“Cuando llegué a Estados Unidos tenía 13 años. Mi madre, que había sido violada por un cabo del batallón Acatl, organizó nuestra fuga. De toda nuestra familia, más de 12, sólo sobreviviríamos mi madre, mi hermana y yo para tratar de reiniciar nuestra vida en este país…”.

Hoy, a sus 29 años de edad, Mario Escobar es un destacado profesor y líder universitario que lucha por los derechos de millones de estudiantes indocumentados. De corta estatura, con gafas gruesas y una barba incipiente, Mario se define a sí mismo como un intelectual de alma gramsciana; como un profesor de literatura y un militante revolucionario que lleva consigo las enseñanzas de Roque Dalton, de Benito Pérez Galdós o de Antonio Gramsci para tratar de modificar su tiempo y circunstancia.

“En este país todos los días se sigue cometiendo una enorme injusticia con los estudiantes inmigrantes que son inteligentes y se han graduado con honores como yo, que lo hemos dado todo por este país mientras su gobierno nos sigue pagando con políticas racistas y discriminatorias, que nos trata como esclavos, o sólo nos acepta como jardineros, o como empleados de McDonalds, y nos limita la posibilidad de acceder a la universidad o de ejercer nuestra profesión como médicos, ingenieros, como abogados o profesores…”

Tras el fracaso de la propuesta de reforma migratoria que impulsó la Casa Blanca, cientos de miles de estudiantes indocumentados intentan escapar de la impotencia y la frustración mientras se enfrascan en una campaña para tratar de convencer al Partido Demócrata sobre la necesidad de rescatar del naufragio la llamada Dream Act, una iniciativa presentada en 2003 por el senador republicano Orrin Hatch (Utah) y Richard Durbin (demócrata de Illinois), que ha muerto y vuelto a resucitar al fragor de la encarnizada batalla por los derechos adquiridos de unos 12 millones de indocumentados.

La Iniciativa de Desarrollo, Alivio y Educación para Jóvenes (o Dream Act como se le conoce en inglés) es considerada como una pieza clave en el paquete de reformas que sucumbió el pasado 29 de junio y, en caso de ser resucitada y aprobada por separado en el Congreso y el Senado, beneficiaría a estudiantes indocumentados graduados de las preparatorias estadounidenses, que han estado en el país por más de cinco años y no cuentan con los recursos para completar su educación superior.

La iniciativa obligaría además a los estados del país a aplicar a los jóvenes estudiantes indocumentados las mismas tarifas que pagan los que son residentes legales o ciudadanos y les permitiría tramitar la residencia legal y, una vez terminada la carrera, podrían ejercer su profesión.

Esto supondría que los estudiantes que han sido discriminados durante muchos años por su estatus migratorio podrían competir en condiciones de igualdad y se asegurarían una ruta segura hacia la ciudadanía. En medio de esta lucha, Mario Escobar se ha convertido en un referente obligado.

Es un profesor que ha podido completar sus estudios de literatura gracias a su estatus de refugiado. Es un universitario, que, esta misma semana, participaba en una huelga de hambre y tocaba a las puertas de la líder de la mayoría demócrata en el Congreso, Nancy Pelosi, para tratar de resucitar un proyecto de ley que, de ser aprobado, rescataría del limbo a millones de estudiantes indocumentados.

“Nos dijo que simpatizaba con nuestra causa y que se esforzaría por tratar de impulsar la iniciativa en el Congreso. Y nosotros le dijimos que no pensamos darnos por vencidos porque estamos acostumbrados a crecer ante la adversidad”, aseguró Escobar en el inicio de una lucha por los derechos civiles que dirige su mirada hacia el Congreso y el Senado con la esperanza de obtener el apoyo para una ley que les permitiría acceder en condiciones de igualdad a la universidad, a la profesionalización y a la ciudadanía.

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