Tintín, sólo para adultos por racista

El Mundo, 13-07-2007

Londres / Un observatorio británico contra la discriminación logra que varias cadenas de librerías arrinconen ‘Tintín en el Congo’, un «disparate pasado de moda», por presentar a los negros como «retrasados». Como si de un vulgar pederasta se tratara, Tintín tiene prohibido desde ayer acercarse a la sección infantil de Borders, tal vez la mayor cadena de librerías del Reino Unido. Al menos, si lo hace vestido de explorador y con sombrero caqui.La Comisión para la Igualdad Racial (CIR) británica acaba de proclamar que Tintín en el Congo «exhala prejuicios racistas» y ha desaconsejado su venta en las librerías. La comisión examinó el libro a petición del abogado David Enright, que lo hojeó un día precisamente en Borders y salió de la librería echando pestes de lo que había visto. «Estaba horrorizado», explicó Enright, «al ver imágenes de negros africanos representados como mandriles o monos, inclinándose ante un adolescente blanco y hablando como si fueran niños retrasados».La comisión recogió el guante de la denuncia y emitió un duro informe en el que dice que «el único lugar que podría ser aceptable para el libro sería un museo con un gran letrero que dijera: ‘Disparate racista y pasado de moda’». Las grandes cadenas de librerías han ido saliendo al paso de la polémica. Waterstone sopesaba ayer si emular o no a Borders confinando el álbum en los estantes para mayores y, en cuanto a WHSmith, trataba de sacudirse el muerto con la excusa de que lo vende online con la etiqueta «para mayores de 16 años».Lo cierto es que un puñado de álbumes de Tintín en el Congo languidecían ayer en el ominoso rincón dedicado al cómic adulto, emparedados entre las desventuras alcohólicas de Harvey Pekar y un tomo de homenaje a las heroínas más neumáticas de la historieta. Semejante compañía quizá termine de destapar la doble vida del joven reportero, en apariencia abstemio y asexuado pero al que desde siempre le persiguen los rumores de homosexualidad. O quizá Tintín reaparezca por ósmosis en las historietas de los superhéroes americanos, que tanto deleitaban a su padre, el genial Hergé.Allá donde esté, el genial dibujante belga estará maldiciendo a partes iguales sus pecados de juventud y el ímpetu de los insaciables inquisidores de la corrección política, que han hecho siempre de él uno de sus blancos preferidos. SIGUE EN PAGINA 52VIENE DE PAGINA 51Si por él fuera, George Remy nunca hubiera llevado a su héroe al Congo. Tampoco al país de los Soviets, escenario de su primera historia. Fue el director del periódico ultracatólico en el que trabajaba, Norbert Wallez, quien marcó los primeros pasos del reportero.Al fin y al cabo, los directores casi siempre deciden por los periodistas. Sin embargo, Wallez no era un director al uso. Era sacerdote y simpatizante fascista. Así las cosas, Le vingtième siècle no era sino un altavoz de la Bélgica más reaccionaria.Wallez tenía contratado a Hergé de chico para todo. Rotulaba, diseñaba las páginas, hacía recados y en los ratos libres cortejaba a su secretaria, con la que más pronto que tarde se acabaría casando. Y de vez en cuando dibujaba. Primero ilustrando los guiones sin gracia de un periodista deportivo. Unos meses después, sus propias historias.El nazi belga León Degrelle solía decir que Hergé lo había tomado como modelo para su personaje. Sin embargo, y aunque ambos fueron amigos, lo cierto es que Tintín fue creado según los patrones morales de los boy scouts, en cuyos campamentos pasó el dibujante todos los veranos de la infancia.Hijo de la rigidez victoriana de Badenpowell, Tintín se sometió además en sus inicios a la supervisión del cura Wallez, que dosificaba la carga ideológica de las historietas y la moldeaba según convenía el adoctrinamiento. Así, y pese a que estaba loco por llevar a su personaje a América, Hergé tuvo que obedecer los dictados del jefe y mandarlo primero a Rusia y después al Congo, en las que son hoy sus historietas más reaccionarias, polémicas y anticuadas.Muchos años después, el dibujante confesó lo que era un secreto a voces: que Tintín en el Congo ya no le gustaba. «El álbum es el fruto de los prejuicios del medio burgués en que vivía», dijo, «yo no sabía de aquel país más que lo que la gente contaba: que los negros eran como niños grandes».Fruto de ese desconocimiento – extraño en un hombre que hizo de la documentación un hábito minucioso – , es el tono naïf que impregna todo el libro, plagado de negros clonados y bobalicones, que tienen problemas de sintaxis y discuten por un sombrero.Acusado de connivencia con los nazis por seguir dibujando en el germanófilo Le soir durante la invasión, una de las primeras cosas que hizo Hergé en la posguerra fue rediseñar Tintín en el Congo, retirando las escenas más ofensivas. De este modo, la clase en la que Tintín adiestra a los negros diciéndoles que su «patria» es «Bélgica» se transformó en un inocente dos más dos son cuatro.Aun así, sobrevivieron viñetas muy ofensivas como aquélla en la que dos negros se pelean por un sombrero como si fuera una obra de arte. También escenas profundamente antiecológicas, como aquélla en la que Tintín mata un elefante y le corta los colmillos. O aquélla en la que el reportero hace saltar en pedazos un rinoceronte introduciéndole una bala en el cuerpo, secuencia censurada por cierto en las ediciones británica y escandinava pero no en la española, donde uno puede disfrutar de la casquería.La traducción inglesa incluye un ceñudo prefacio que advierte de que la obra contiene «estereotipos burgueses y paternalistas de la época». No es suficiente para los guardianes de la corrección política, para los que el álbum proscrito de Hergé debería estar lejos del alcance de los niños. Tintín convertido en un maldito del cómic. Quién lo diría.@FIRMA:Eduardo Suárez

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