Sin una pierna volverá a subir al tren
El Universal, , 11-07-2007ARRIAGA, Chis. El tren le mutiló la pierna izquierda hace casi dos años, y a pesar de ello el salvadoreño Walter Álvarez está dispuesto a enfrentar a la bestia de acero, aquella que una vez le frustró el viaje hacia Estados Unidos.
Nervioso, el joven de 22 años que se desplaza ahora con dificultad debido a que la prótesis que le fue otorgada en el albergue Jesús el Buen Pastor se ha dañado con el uso, confesó a EL UNIVERSAL que le aterra la idea de volver a subir al tren.
Cuestionado de si volverá a exponerse a otro accidente, responde que aunque tengo mucho pánico, pues si me vuelve a agarrar ahora sí me mata, añade que lo intentará de nuevo.
Entrevistado a bordo del ferrocarril, Walter, originario del departamento de San Miguel, San Salvador, dijo que no recuerda la fecha de su accidente. Fue hace más de dos años, en el municipio de Huixtla.
Ya había agarrado el tren en Ciudad Hidalgo (localidad fronteriza con Guatemala), pero en Huixtla me bajé a comprar golosinas. Al tratar de subir otra vez no logré poner el otro pie en la escalera y la fuerza del tren me succionó hacía las ruedas.
El joven salvadoreño, quien desde pequeño sufrió la pérdida de sus padres, señaló que en aquella ocasión varios agentes del Instituto Nacional de Migración (INM) lo trasladaron al hospital regional de Tapachula.
Miré la muerte, no pensé que iba a vivir. El tren machucó mi pierna y a pesar de que le rogué a los doctores que me la dejaran, que no me la cortaran, tuvieron que amputármela, recuerda con la tristeza reflejada en su rostro.
Narra que en el hospital conoció a la coordinadora del Albergue para Migrantes Mutilados, Olga Sánchez, quien se hizo cargo de los gastos médicos y le ayudó a salir de la depresión en que había caído.
Ella es como mi madre; me cuidó y me ayudó a salir adelante. Le guardo un gran cariño, expresa con agradecimiento el indocumentado.
¿Tienes familiares en Estado Unidos?.
No. Voy a lo que me toque. Quiero trabajar para comprar una casita.
¿Qué sientes al estar de nuevo arriba del tren?
Miedo, mucho miedo, pero tengo la esperanza de llegar a Estados Unidos.
Exponen a pequeños
En un pequeño espacio, a casi unos centímetros de las ruedas del mismo tren, también viaja una humilde familia de origen hondureño, integrada por Melvin Antonio Sanabria, de 25 años; Blanca Acosta, de 20 años, y sus pequeños hijos Kensi, Natalia y Alex Omar.
Para alimentarse las primeras 12 horas del viaje en el tren desde Arriaga, Chiapas, hasta Ixtepec, Oaxaca, la pareja llevaba unos cinco litros de agua y galletas. La joven madre explicó que se vieron obligados a abandonar su natal Ocotepeque, Honduras, debido a una enfermedad que sufre su hijo en un testículo.
Alex Omar requiere de una operación que con el sueldo de 100 lempiras al día (unidad monetaria de Honduras) como albañil, el padre no puede costear.
Narró que con 800 lempiras, unos 500 pesos mexicanos, emprendieron el viaje llegando sin problemas al poblado de Tecún Umán, Guatemala, donde a bordo de unas balsas cruzaron a nuestro país.
ARRIAGA, Chis. El tren le mutiló la pierna izquierda hace casi dos años, y a pesar de ello el salvadoreño Walter Álvarez está dispuesto a enfrentar a la bestia de acero, aquella que una vez le frustró el viaje hacia Estados Unidos.
Nervioso, el joven de 22 años que se desplaza ahora con dificultad debido a que la prótesis que le fue otorgada en el albergue Jesús el Buen Pastor se ha dañado con el uso, confesó a EL UNIVERSAL que le aterra la idea de volver a subir al tren.
Cuestionado de si volverá a exponerse a otro accidente, responde que aunque tengo mucho pánico, pues si me vuelve a agarrar ahora sí me mata, añade que lo intentará de nuevo.
Entrevistado a bordo del ferrocarril, Walter, originario del departamento de San Miguel, San Salvador, dijo que no recuerda la fecha de su accidente. Fue hace más de dos años, en el municipio de Huixtla.
Ya había agarrado el tren en Ciudad Hidalgo (localidad fronteriza con Guatemala), pero en Huixtla me bajé a comprar golosinas. Al tratar de subir otra vez no logré poner el otro pie en la escalera y la fuerza del tren me succionó hacía las ruedas.
El joven salvadoreño, quien desde pequeño sufrió la pérdida de sus padres, señaló que en aquella ocasión varios agentes del Instituto Nacional de Migración (INM) lo trasladaron al hospital regional de Tapachula.
Miré la muerte, no pensé que iba a vivir. El tren machucó mi pierna y a pesar de que le rogué a los doctores que me la dejaran, que no me la cortaran, tuvieron que amputármela, recuerda con la tristeza reflejada en su rostro.
Narra que en el hospital conoció a la coordinadora del Albergue para Migrantes Mutilados, Olga Sánchez, quien se hizo cargo de los gastos médicos y le ayudó a salir de la depresión en que había caído.
Ella es como mi madre; me cuidó y me ayudó a salir adelante. Le guardo un gran cariño, expresa con agradecimiento el indocumentado.
¿Tienes familiares en Estado Unidos?.
No. Voy a lo que me toque. Quiero trabajar para comprar una casita.
¿Qué sientes al estar de nuevo arriba del tren?
Miedo, mucho miedo, pero tengo la esperanza de llegar a Estados Unidos.
Exponen a pequeños
En un pequeño espacio, a casi unos centímetros de las ruedas del mismo tren, también viaja una humilde familia de origen hondureño, integrada por Melvin Antonio Sanabria, de 25 años; Blanca Acosta, de 20 años, y sus pequeños hijos Kensi, Natalia y Alex Omar.
Para alimentarse las primeras 12 horas del viaje en el tren desde Arriaga, Chiapas, hasta Ixtepec, Oaxaca, la pareja llevaba unos cinco litros de agua y galletas. La joven madre explicó que se vieron obligados a abandonar su natal Ocotepeque, Honduras, debido a una enfermedad que sufre su hijo en un testículo.
Alex Omar requiere de una operación que con el sueldo de 100 lempiras al día (unidad monetaria de Honduras) como albañil, el padre no puede costear.
Narró que con 800 lempiras, unos 500 pesos mexicanos, emprendieron el viaje llegando sin problemas al poblado de Tecún Umán, Guatemala, donde a bordo de unas balsas cruzaron a nuestro país.
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