CARTAGENA
'Fritos' por los pandilleros
Vecinos de una urbanización de El Algar se quejan de las continuas gamberradas de un grupo de chavales que viven en casas modestas al otro lado de su calle
La Verdad, , 07-07-2007No son los pandilleros de tupé, chaqueta de cuero y navaja en ristre a los que se enfrentó James Dean en la película Rebelde sin causa, pero llevan fritos a vecinos de la urbanización Granados de las Lomas de El Algar, que han denunciado sus actos de gamberrismo y su actitud incívica. Es apenas una docena de chavales, en su mayoría magrebíes, que vive en un grupo de casas modestas situadas a sólo uno metros de chalés habitados sobre todo por británicos y españoles. Con el final del curso, la Guardia Civil, a cuyos agentes en la zona también dieron el verano hace un año, está al tanto para cortar de raíz cualquier incidente protagonizado por los adolescentes.
Romper bancos, jugar en mitad de la calle y no dejar pasar por ahí a los coches, robar objetos del interior de coches, insultar a los peatones, romper cristales o dar balonazos contra las casas forman parte de las fechorías de los chavales.
«Un día, abrieron un boquete en la pared de una tienda», recordó ayer una profesora del colegio del barrio, el Virginia Pérez. ¿Qué se llevaron? Chucherías. «Los problemas los tienen fuera del colegio. El problema es que están muy sueltos por el desinterés de sus padres. Como en sus casas no les obligan a estudiar, hacer los deberes o leer, salen a las dos de la escuela, comen y a las tres ya están sin nada que hacer. Así que se van a la calle y hacen de las suyas», explica su porqué para la situación esta mujer, que prefiere no revelar su nombre.
Sin nada que hacer
Tampoco lo hacen otras dos vecinas de la urbanización, cuyos adosados amarillos y rojos contrastan con el gris de las casas de fachada cochambrosa de los extranjeros. «Hace unos meses, pillé a un grupo de cuatro o cinco chavales de catorce o quince años levantando una persiana para entrar en mi casa. Se han colado ya tantas veces en el porche que tuvimos que quitar un Papá Noel que pusimos en Navidad», se queja una de esas vecinas, quien matiza: «Es verdad que en ese grupo problemático hay algunos castellanos [españoles]».
Una de las trastadas de los menores (algunas de sus madres van a clases de español para inmigrantes, lo que les puede venir bien para ayudarles a mejorar en la escuela) fue colarse en la piscina de una urbanización privada. Su desfachatez indignó a más de un guiri, que avisó a la policía. Muchos de los padres de los chavales trabajan en el campo y aquéllos pasan muchas horas en la calle.
¿Racismo, diferencia de clases, choque cultural o simple falta de atención familiar a los menores?
«Llevo seis años aquí y nunca he visto ningún problema con los vecinos. Mis hijos van al colegio y nunca han tenido un problema con nadie. A veces, los pequeños marroquíes juegan con los pequeños ingleses y no pasa nada», afirma Mohamed, el único que se atreve a dar su nombre y que reside en el lado más feo de la calle.
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