REGIÓN MURCIA
«Sentí que me odiaban sólo por ser gay, y ya no pude más»
La Verdad, , 01-07-2007Cuando bajó del avión, respiró. Miró a su alrededor y se sintió un ser anónimo, libre, felizmente ignorado en mitad de una multitud de desconocidos cargados de maletas. Supo que a nadie de los que por allí andaban le importaba lo más mínimo su vida, y nunca esa sensación fue tan placentera. Ocurrió hace siete años, cuando Víctor Aranguiz decidió abandonar su país, Chile, y probar suerte en España. Estaba harto. «Lo dejé todo: mi familia, mi vida, la universidad. Tenía 22 años y quería ser feliz». Avanzó sin mirar atrás, y le fue bien. Pasó de un país donde las relaciones homosexuales estuvieron prohibidas hasta 1.998 a una isla, Ibiza, donde la libertad es seña de identidad. Después, pasó por Madrid y finalmente se instaló en Murcia, donde reside actualmente. «Emigré para poder vivir mi sexualidad sin complejos ni ataduras». Como tantos miles de gays y lesbianas de América Latina, sufrió un rechazo visceral. «Tenía una doble vida; mis padres lo sabían, pero no mis abuelos ni mis tíos. Mis hermanos podían entrar y salir con sus novias, pero mis novios eran sólo amigos. Y eso que vivía en la capital, en Santiago de Chile».
Sus padres también sufrieron. «Creían que lo mío era fruto de una mala educación, o puro vicio». La tradición machista de Suramérica era para él una losa. Ni siquiera Chile, una sociedad considerada especialmente europea, se libra de esa carga. El país cuenta, además, con una de las jerarquías católicas más ultramontanas del continente, célebre por su apoyo a Pinochet. «La Iglesia tiene muchísima fuerza, y siempre que hay un debate sobre la homosexualidad está presente con una condena total». Víctor sufrió este rechazo con sólo 15 años, cuando lo echaron de un colegio religioso. «Siempre he sabido que era gay y nunca he querido ocultarlo». Para el centro, aquello fue un escándalo.
Pese a todo, Víctor ama a su país. Por eso, intentó por todos los medios quedarse allí. «Empecé a estudiar Ingeniería Comercial, y me fui a vivir sólo». Cuando su vecino se dio cuenta de cuál era su orientación sexual, lo amenazó. «Aquello fue el detonante; noté que me odiaba simplemente porque era gay». No pudo más. «Yo no me ocultaba, pero en todo Santiago no éramos más de veinte las personas que queríamos luchar. Llega un momento en que te planteas que tienes derecho a llevar una vida tranquila». Abandonó una familia de clase media y una carrera universitaria por un futuro completamente incierto. Pasó a ser un inmigrante sin papeles. Había conquistado una parcela de libertad importantísima, pero a costa de convertirse en un indocumentado. «He pasado hambre y me ha costado pagar el alquiler, pero nunca me he planteado volver a mi país». Fue trampeando con trabajos ocasionales en la hostelería, hasta que en el 2003 consiguió por fin los papeles, tras una larga cadena de desesperantes trámites burocráticos.
Ahora se encuentra en su mejor momento. Trabaja como coordinador de Entiendes Murcia, la rama juvenil de la asociación de gays y lesbianas COLEGAS Murcia, que ha comenzado a trabajar hace poco en la Región y ha abierto una sede en la calle Agüeras número 5, junto a la plaza Europa. Por allí pasan jóvenes homosexuales en busca de información y orientación. Víctor Aranguiz, de antepasados vascos, siente que España es ya su país y, aunque observa con esperanza los cambios prometidos en Chile por la nueva presidenta Bachelet, no tiene ninguna duda de que aquel día en que subió al avión tomó la mejor decisión de su vida, la que le permitió conquistar su libertad.
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