La sede local de Cruz Roja celebró el pasado jueves por la noche el final del curso de español para extranjeros con la entrega de diplomas a los que finalmente han cumplido el mínimo de asistencia de 150 horas, y de certificados a los que no han alcanzado este tiempo. Es el tercer año que se desarrolla este proyecto que tiene como principal objetivo el formar a inmigrantes en el conocimiento del castellano para una más fácil incorporación al mercado laboral.

En total han sido setenta alumnos los que han cursado el seminario, aunque sólo 45 han obtenido el final acreditativo de asistencia. Las clases dieron comienzo el pasado 1 de octubre y finalizaron el pasado 21 de junio. «Se han impartido de nueve de la noche a once. Es el horario que más les posibilita a ellos poder recibir las clases porque la mayoría trabajan durante el día», apunta el presidente de Cruz Roja, Juan Carlos García. Junto a García en la entrega de diplomas también se encontraban la concejal de Servicios Sociales, Eulalia Ibarra; y la edil de ONG’s, María Carmen Ruiz.

Nueve voluntarios se encargan de dar las clases. El mayor obstáculo con el que se encuentran es el analfabetismo de algunos de los matriculados. «Los que saben leer y escribir aprenden rápido el idioma, el mayor problema lo tenemos con los que carecen de estas nociones básicas y tenemos que empezar con ellos desde el principio enseñándoles a leer y escribir. De todas formas, todos se suelen mostrar muy receptivos y muy atentos», apunta la coordinadora del curso, Josefina Ruiz.

De entre el colectivo de alumnos, las mujeres de origen marroquí representan el 10% de los asistentes que no saben leer y escribir. Además de súbditos de Marruecos, también hay ciudadanos de nacionalidad india y senegalesa, sobre todo.

Pero el final de curso en Cruz Roja no se limitó sólo a la entrega de diplomas en la sede de la asociación. Para festejar los resultados, tuvo lugar una degustación gastronómica de platos de los diferentes países de los que proceden los alumnos del seminario de español. «Cada uno ha preparado un plato típico de su país y luego los hemos puesto en común. Cada plato llevaba encima la bandera del país al que representa. Al final no ha sobrado nada, lo hemos pasado muy bien, y de alguna forma, ellos han estado en un ambiente menos serio que en el de una clase compartiendo con los voluntarios y con los miembros de la junta directiva de Cruz Roja aspectos relacionados con su situación en la ciudad», concluye Juan Carlos García.