El pasado día 27 de junio, mi hijo y un grupo de amigos del instituto de Intxaurrondo, todos ellos adolescentes de 14 y 15 años, fueron agredidos, por enésima vez, por un nutrido grupo de jóvenes de entre 15 y 25 años, todos ellos de un determinado grupo étnico residente en el barrio. En esta ocasión los chavales fueron insultados, amenazados, escupidos, y el balón con el que jugaban les fue rajado con una navaja. Tras la fechoría, el nutrido grupo se marchó tranquilamente. Nada nuevo. Aún siendo grave lo ocurrido, lo peor de todo es la sensación de miedo, inseguridad y desamparo con que nuestros hijos viven una situación demasiado habitual y que afecta al normal desarrollo de su vida diaria, como por ejemplo negarse a asistir a las fiestas de su propio barrio este fin de semana. También es tremendamente preocupante la interiorización por parte de los chavales de opiniones racistas y xenófobas contrarias a lo que repetidamente les enseñamos en casa y en la escuela. Desgraciadamente, su experiencia pone tozudamente en entredicho todo lo que podamos decirles, y al final la generalización es una de las lamentables consecuencias de una situación que ya dura demasiado tiempo. Me pregunto si puede hacerse algo al respecto.