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ZOOM: Soldada
El Mundo, , 29-06-2007Llama a la radio de Herrera la madre de una soldado. Una soldada, nunca mejor dicho que ahora, porque una de las cosas que cuenta la madre es que la hija va al Líbano por dinero. Luego añade que le parece mal que a su hija y a sus compañeros no les hayan dicho la verdad sobre el peligro que corren. ¡Pobre madre! Como si hubiera un soldado en toda la Historia de la Humanidad que hubiese disfrutado del privilegio de la verdad. El lamento de la madre se comprende. Pero no sólo en términos sentimentales. Tiene razón. El ejército hoy es una mera profesión de riesgo, y donde el riesgo se asume o no por estrictas razones económicas. Después de algunas décadas de patriotismo a que obligaba la formación del Estado nacional, las levas adquieren su antiguo sentido medievalizante. Se va al ejército (y se participa en determinadas misiones) para prosperar socialmente. Para ahorrar y poder comprarse un coche, como decía la madre por la radio. La presencia de tres cadáveres de origen colombiano entre las víctimas del contingente español termina por confirmar lo que aventuraba el descenso de los mínimos de estatura para ingresar en el ejército, ya convertido en una fuerza efectivamente multinacional, aunque esté al mando de una nación.
La presencia de inmigrantes no se oculta, lógicamente, pero se lleva con alguna discreción: hay que pasar con cuidado de la patria al Ferrari (por poner un coche tan totémico como la patria). El inmigrante, sin embargo, es el símbolo emergente de un cambio muy profundo. Como además es irrevocable, bueno sería que hubiese una adaptación general. El caso de los inhibidores es un buen ejemplo. A la guerra ya no se va con lo que haya, sea el machete jamonero de la casa. Los que van, y también los que se quedan, han de conocer la verdad que reclamaba la madre. Uno puede ir a la guerra sabiendo que no disfrutará de una protección determinada (ahí entra el dinero, en tromba, y el variable aprecio a la propia vida); pero ha de ir con un manejo de los datos muy similar al que tiene un obrero que se asoma al vacío sin anclaje. No veo una gran diferencia entre el responsable del contingente y el contratista: uno y otro han de demostrar que los estándares de seguridad han sido cumplidos. Y por último: la sociedad debe conocer esos estándares, como conoce (y juzga) las condiciones buenas, malas o infames en que tantos inmigrantes desarrollan su aportación al bien común.
La guerra como forma de vida ha llegado al Ejército español. Convendría por tanto que, en ella, la muerte tuviera un pautado y minucioso tratamiento de legislación civil.
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