España se situó entre 2004 y 2005 a la cabeza de los países industrializados como estado receptor de inmigrantes, superando a Francia, Alemania y Gran Bretaña. Sin embargo, las estadísticas de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico empiezan a detectar alarmantes cifras de paro incluso entre aquellos extranjeros con una formación altamente cualificada. Como el fenómeno está creciendo y parece imparable, a causa de la expansión de la demanda de trabajo, es aconsejable dedicar nuevos esfuerzos a potenciar el desarrollo laboral en los países de origen y contribuir a frenar la inmigración ilegal. Cuando las migraciones se producen de forma ordenada e integrada constituyen un fenómeno enriquecedor, que, no obstante, no puede obviar el objetivo de que los estados emisores sean capaces de ofrecer oportunidades a sus ciudadanos.