"Tenme cuatro ollas de fríjoles"

El Periodico, MARCO SCHWARTZ, 26-06-2007

“Cuando llegue, tenme listas cuatro ollas de fríjoles”. Sandra Castaño Abadía, de 23 años, recuerda con los ojos anegados de lágrimas la última conversación que mantuvo con su hermano Jeyson Alejandro, uno de los tres soldados colombianos del ejército español muertos en el atentado del domingo en el Líbano.
Jeyson, de 20 años, la había llamado el miércoles desde la base Miguel de Cervantes, en Blat, para avisarle de que a mediados de julio regresaría a Madrid tras cuatro meses de servicio en la misión de la ONU en el país árabe. “Estaba contento. Me decía que le hacían falta su familia, su cama, su comida”, cuenta Sandra, sentada en la cama que añoraba su hermano.

Guitarra y bongós
La estrecha habitación permanece intacta. Es una alcoba propia de un joven de este tiempo: una cadena de sonido, un ordenador, un montón de CD, una guitarra acústica y unos bongós. En las paredes, dos cuadros coloridos con caracteres arábigos y un reloj incrustado en un pequeño mapa de Colombia. A Jeyson le gustaba la música, dice Sandra: tenía un grupo de rock heavy y, por extraño que suene, también participaba en el coro del centro juvenil Padre Claret. “Era un muchacho alegre, responsable”, dice su hermana. Y añade: “Y muy zanahorio”, apelativo colombiano para las personas sin vicios.
La historia de Nano, como lo llamaban sus parientes, es la historia eterna de la inmigración. Hace siete años, su madre los tomó a él, a su hermana y al hermano menor, Leo, hoy de 14 años, y los trajo a España para escapar de las penurias económicas. Procedían de Pereira, una ciudad de creciente violencia donde las mujeres de los pandilleros decretaron el año pasado una singular huelga de piernas cruzadas con la esperanza de que sus maridos abandonaran la delincuencia.

El sueño europeo
La madre de Jeyson comenzó su sueño europeo limpiando casas ajenas y hoy trabaja, con una hermana, como auxiliar en un centro de discapacitados de la Comunidad de Madrid. En un ambiente de estrechez económica que aún persiste – – la familia vive de alquiler en un pequeño piso del barrio obrero de San Blas – – , Jeyson culminó su bachillerato en el instituto Quevedo y se enfrentó a la encrucijada que un muchacho humilde no puede aplazar mucho tiempo: qué hacer en la vida.
Emulando a su primo Fabio Nelson, y por recomendación de un tío español, se enroló en marzo del 2005 en el ejército español. Allí podría aprender algún oficio, ganar un sueldo (900 euros al mes) y, si llegaba el caso, conseguir la ciudadanía española. Quiso el destino que en marzo pasado, cuando España desplegó a sus soldados en el Líbano, en el contingente iban Jeyson, su primo Fabio – – que llegó anoche acompañando el cadáver – – , la esposa de este y el novio de Sandra, Fernando Sandoval. Todos soldados de la España del siglo XXI. La España de la inmigración.
Cuenta Sandra que, cuando estaba triste o preocupada, su hermano, que había asumido el papel de “hombre de la casa”, solía enviarle un mensaje por SMS: “No te preocupes. Saldrá el sol”. Para Jeyson, el sol no volverá a salir.

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