Visado para morir en España

El Periodico, CARLOS Carnicero, 26-06-2007

Tres de los seis soldados fallecidos en el Líbano eran colombianos: Jefferson Vargas Moya, Jeyson Alejandro Castaño y Yhon Edisson Posada. Los otros tres eran nacidos españoles: Jonathan Galea García, Juan Carlos Villora Díaz y David Portas Ruiz. La edad media de los seis soldados muertos no alcanza los 20 años. Adolescentes. Y han muerto en una misión de la ONU encomendada al Ejército español para sostener la paz en el Líbano, por mucho que Mariano Rajoy quiera enredar con estos conceptos.
La muerte de nuestros soldados profesionales es el precio del crecimiento y la modernización de España. Tenemos un tamaño que nos obliga a responsabilidades internacionales y nuestro nivel de desarrollo nos permitió cancelar el servicio militar obligatorio. Como no hay suficiente número de españoles que quieran ser soldados, hemos permitido que una remesa de inmigrantes se alisten en nuestro Ejército para formar parte de la épica de los que pueden morir por España: una consecuencia posible y previsible del servicio de armas. El 80% de los extranjeros alistados son de origen iberoamericano. Pertenecen a ese lado oscuro de la luna al que se refiere José Saramago para definir la percepción que tienen los españoles del inmenso continente latinoamericano: se sabe que está ahí, pero ni siquiera se le observa, porque vivimos de espaldas a esa realidad, tan próxima como para aceptar a sus hijos en nuestro Ejército. Les ponemos trabas para venir, les exigimos un visado que certifique su capacidad económica y el motivo de su viaje y luego los convertimos en los soldados que defenderán con sus vidas una bandera que no es suya. El servicio de armas les permite acceder a la nacionalidad española. ¿Qué menos se les puede dar que acogida como españoles si sirven para morir por nosotros? Mientras logran sus tres años de antigüedad en el servicio que les permita solicitar la ciudadanía española, acceden a los puestos de mayor riesgo porque los otros les están vedados. ¿Cuándo tendremos la inteligencia de darle la vuelta a la luna de Saramago para apreciar todo lo que allí ahora se esconde?

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