Las remesas reducen la pobreza
La Prensa Gráfica, , 25-06-2007Hace unos años dije que las remesas debían considerarse como recursos externos que nos permitirían ganar tiempo estratégico mientras se transformaba la base exportable y se diversificaban y aumentaban las exportaciones. Eso ya se está dando.
En 1980 había 92,923 salvadoreños viviendo en Estados Unidos según el Censo de ese país, número que se elevó significativamente hasta 565,081 salvadoreños en 1990, porque 472,158 hermanos abandonaron el país presionados por la inseguridad causada por la violencia de la guerra interna en esa década. Otros 90,084 hermanos partieron rumbo a EUA en los 90, para alcanzar 655,165 salvadoreños en 2000. Pero estas cifras del Censo ignoran el alto número de indocumentados en cada uno de esos períodos, proporción que aumenta en las últimas dos décadas.
Sin embargo, el espíritu inmigrante siempre ha estado presente entre los salvadoreños y ahora constituye un patrón cultural, que tiene una gran diversidad de motivos.
Roque Dalton nos recuerda la tradición inmigrante salvadoreña en su Poema de Amor, que narra sobre Los que ampliaron el canal de Panamá…, en el que también hubo mujeres que partieron para vender alimentos a los trabajadores; nos recuerda a Los que repararon la flota del Pacífico en las bases de California…, algo parecido a lo que vivimos después de Septiembre 11, donde la mano de obra salvadoreña fue importantísima en la reconstrucción del Pentágono; y también resalta a Los que murieron de paludismo o de las picadas de escorpión o la barba amarilla en el infierno de las bananeras… los eternos indocu. Así vemos que la inmigración no tiene nada que ver con el modelo neoliberal como señalan algunos con mala fe.
Que las remesas contribuyan a reducir la pobreza no es un gran descubrimiento, porque obviamente, si ellas incrementan el ingreso familiar es más fácil mejorar las condiciones de vida de la familia.
Sin embargo, habla muy bien de las familias pobres salvadoreñas, ya que según el economista Humberto López, del Banco Mundial, en El Salvador el impacto de las remesas (en la reducción de la pobreza) es del 7.2%; el más alto de cualquier otro país latinoamericano.
Entonces, ¿por qué en los 80, las remesas, estimadas en $1,400 millones en 1984, por el sacerdote jesuita Segundo Montes, no tuvieron el impacto que han tenido a partir de los 90? Porque, en gran parte, ellas financiaron la fuga de capitales en los 80, mientras ahora quedan en el país para estimular el progreso económico y, después de unas cinco vueltas generando valor agregado, financian las importaciones de los bienes y servicios que demanda el país.
Entre lo negativo se señala que el 30% de los graduados universitarios salvadoreños se van del país, pero se ignora que una gran parte de ellos estudiaron gracias al sacrificio de sus padres inmigrantes, muchos de ellos con escasos estudios. Esos jóvenes ahora tienen mejores posibilidades de progreso y continúan enviando dinero a sus familias.
Esta mejoría integral en las condiciones de vida muestran que las remesas han sido utilizadas con más sabiduría por los pobres que lo que insinúan algunos expertos. Si bien es cierto que mediante políticas públicas se pueden crear incentivos y mejores opciones para invertir las remesas, no debemos olvidar que ellas son privadas y, por tanto, las personas son libres de decidir en qué y cómo usarlas, algo que muestra un buen resultado en El Salvador.
Hace unos años dije que las remesas debían considerarse como recursos externos que nos permitirían ganar tiempo estratégico mientras se transformaba la base exportable y se diversificaban y aumentaban las exportaciones. Eso ya se está dando. Vivir fundamentalmente de un producto, como el café hasta los 80 y luego de la voluble y volátil maquila, constituía un alto riesgo para la estabilidad del sector externo. En los dos últimos años hay una revolución silenciosa en las exportaciones salvadoreñas, con cientos de nuevos exportadores de productos no tradicionales, que están tomando ventajas de los TLC. Las exportaciones no tradicionales, que alcanzaron $431 millones en los primeros cuatro meses de 2005, subieron 16.8% y totalizaron $504 millones en 2006; y luego volvieron a subir 17.4% y acumularon $591.1 millones en el primer cuatrimestre de 2007. Así, silenciosamente le quitaron el primer lugar a la maquila, que de representar 53.2% de las exportaciones en 2005 cae a 41.9% en 2007, mientras las no tradicionales elevaron su participación a 47.1% del total.
Remesas enviadas con sacrificio para mejorar las condiciones de vida de sus familias y una nueva generación de exportadores que están construyendo una moderna y más grande base exportable son pilares del progreso que debe concretar El Salvador en los próximos años, junto al turismo y a los servicios, para marcar una nueva era en la historia económica nacional.
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