C. M. E. ESPECIAL

DAKAR. El ministro de Trabajo, Jesús Caldera, no podía disimular su entusiasmo y una vez más se convirtió en la cara amable de la inmigración, mientras Rubalcaba volvía a poner la otra mejilla. «Este es un lugar con futuro y un lugar para invertir», indicó Caldera recordando dos de los objetivos de la macrodelegación española, «la más importante que ha visitado nunca este país». El primer objetivo era animar a los empresarios españoles a que inviertan en Senegal – una treintena de sectores como la construcción, turismo o restauración acompañan a los políticos – , pese a las pocas halagüeñas perspectivas que destacó por escrito la Embajada española en Dakar (inseguridad jurídica, corrupción o ausencia de voluntad política). El segundo, acelerar la contratación en origen. Para ello, el Ejecutivo español ha ofrecido al Gobierno senegalés poner en marcha cinco escuelas taller en este país para formar mano de obra cualificada.

La otra iniciativa de Caldera ha sido proponer otra conferencia sectorial de inmigración con Senegal, Gambia o Cabo Verde, países que desde que empezaron los cayucos son como «hermanos».