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Una vocación colectiva para la sociedad vasca

«Con mente abierta y afán constructivo hay que asumir que nos encontramos en los prolegómenos de una nueva era que volverá caducos y estériles no pocos de los estereotipos que hasta hoy han funcionado en los ámbitos cultural, ideológico, económico y social».

Diario Vasco, JAVIER RETEGUI AYASTUY, 23-06-2007

Nos encontramos en los umbrales de una nueva era. Formas de vida y de cultura que han definido el mundo contemporáneo se mudan por otras que van dibujándose, día a día, ante nuestra mirada. «El pasado y el futuro llegan siempre a interrogarse y a contestarse mutuamente por encima del presente», afirmaba el historiador europeísta Gonzague de Reynold. Una sociedad se adueña de su devenir en la medida que, consciente de su naturaleza y de su errancia en el tiempo, se apreste a liderar su propia evolución.

Somos protagonistas de un tiempo de profundas transformaciones estructurales, pero también de enormes paradojas. Por un lado, se produce una generalización sin precedentes del saber y del conocimiento; por otro, se agiganta la brecha del desarrollo económico y cultural entre regiones ricas y pobres. Los mercados se globalizan, pero el libre flujo de capitales, a la vez que riqueza, provoca incertidumbre ante los nuevos poderes que emergen libres de control social y sin arraigo territorial. La economía industrial, dominante durante dos siglos, pierde peso frente a otra postindustrial apoyada en la ciencia y las tecnologías.

El modelo de progreso basado en el consumo masivo de recursos naturales se revela ya insostenible, imponiéndonos un cambio de paradigma para el que no estamos suficientemente preparados. El Estado – nación pierde influencia en beneficio de entidades supraestatales y subestatales, pero los egoísmos nacionales, juntamente con los integrismos religiosos, vuelven a erigirse en amenazas a la paz como tantas otras veces a lo largo de la Historia. En fin, el cuerpo social se enriquece con la incorporación activa de la mujer al compás de importantes progresos hacia la igualdad; no obstante, el acelerado envejecimiento de las sociedades prósperas abona la inestabilidad demográfica.

Estas son algunas de las mutaciones que están sacudiendo las estructuras sobre las que ha reposado, secularmente, nuestra arquitectura social. Con mente abierta y afán constructivo hay que asumir que nos encontramos en los prolegómenos de una nueva era que, como tal, volverá caducos y estériles no pocos de los estereotipos que hasta hoy han funcionado en los ámbitos cultural, ideológico, económico y social. No caben respuestas reflejas: hemos de innovar y diseñar modelos que se anticipen a las necesidades presentes y futuras; debemos adoptar la actitud intelectual de quien se enfrenta a un «período constituyente».

A la sociedad vasca este mundo en transición le plantea importantes desafíos, pero también le brinda oportunidades inéditas. La aparición de nuevos espacios que desbordan el molde tradicional de los Estados supone una invitación a configurar una Euskal Herria – Vasconia geográficamente abierta y culturalmente adaptada a su naturaleza actual, caracterizada por su pluriterritorialidad y por modos complejos de adhesión de sus habitantes.

El nuevo panorama demográfico y migratorio nos apremia a crear marcos flexibles de integración que eviten la generación de poblaciones culturalmente excluidas y socialmente marginadas. La profundización cultural, unida a la recuperación del euskara como lengua vertebradora, son claves para integrar a todas las gentes de bien implicadas en un proyecto de convivencia y de pertenencia. Un vasquismo incluyente incorporará los plurales sentimientos de los habitantes de los territorios de Euskal Herria, favoreciendo la coexistencia de identidades múltiples.

La misma lógica de cambios nos ha de animar asimismo a imaginar espacios de colaboración en el ámbito económico y de desarrollo social por encima de las fronteras tradicionales. En este orden, no dudamos de que Vasconia cuenta con sólidas bases para erigirse en núcleo de una región internacional geográficamente más amplia. La Eurorregión Atlántica representa un objetivo real y alcanzable, siempre que seamos capaces de hacer evolucionar la dimensión de nuestro tejido productivo y de arraigar su apuesta en coherencia con las fuerzas políticas y sociales.

Pero además de una comunidad cultural y económica, hemos de aspirar a proyectarnos en valores. Aquí llegamos al tercer aspecto que me parece esencial de cara a la construcción de nuestro futuro. Creo que el vasco, por tradición histórica, es un pueblo con acusada sensibilidad solidaria, con densidad cualitativa, y sobre ello es preciso ahondar. Frente a la percepción utilitarista del ser humano como palanca para ambiciones y codicias, debemos defender un rearme ético que sitúe a la persona como «medida de todas las cosas», usando la expresión del clásico.

Este mismo aliento debe alcanzar al medio natural, del que no somos dueños sino simples usufructuarios. En los próximos decenios la Humanidad va a tener que demostrar que es una especie sostenible. Desafío colosal al que hay que empezar a dar respuesta desde hoy mismo. Eusko Ikaskuntza – Sociedad de Estudios Vascos puso en marcha en 2003 el Proyecto Especial Pluridisciplinar sobre Desarrollo Sostenible que ha implicado a más de 300 personas de los ámbitos económico, social, empresarial y universitario, y que ha cuajado en un plan de acciones claras y concretas dirigidas a asegurar un progreso racional y equilibrado en nuestro país.

Pensamos que esta provechosa experiencia puede ser aplicable a ámbitos de reflexión relacionados con los temas que llevo señalados; concretamente a tres: competitividad regional; nuevo orden mundial: demografía, inmigración y ciudadanía; profundización y extensión cultural. Desde su origen, Eusko Ikaskuntza se fijó la misión de alentar a la formación de una «vocación colectiva» en las comunidades vascas; esto es, asumió el empeño de aunar voluntades orientadas hacia la superación y el progreso general. Hoy, con más razón que nunca, nos sentimos en el deber de implicarnos activamente en los retos que tiene ante sí la sociedad vasca contribuyendo, en la medida de nuestras posibilidades, a reformulaciones exitosas que sitúen a Euskal Herria – Vasconia en una posición de vanguardia también en el siglo XXI. En esta dirección, los más de tres mil socios y socias de esta institución casi centenaria trabajaremos para que la sociedad civil vasca tome las riendas de su futuro.

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