Los ilegales de EE.UU. deberán pagar de mil a cinco mil dólares El lunes volverá al debate en el Senado la ley de inmigración que quiere acabar con los 12 millones de indocumentados Los habitantes de la isla japonesa de Iwo Jima ganan la batalla del cambio de nombre

ABC, 22-06-2007

Con lo recaudado en multas a los irregulares se pagaría el coste de reforzar los controles fronterizos

MACARENA GARCÍA

MADRID. Mil dólares le costará a un indocumentado obtener, si supera ciertos requisitos, una tarjeta biométrica a prueba de falsificación con la que acceder a su visado de trabajo. Si quiere optar a la ciudadanía el proceso es algo más engorroso y, además de pruebas de inglés y de educación cívica, deberá regresar a su país de origen para postular y abonar cinco mil dólares. «Las personas que no quieran ser parte de este proceso se van a ver casi como no personas. Las tasas de deportaciones van a subir y no van a poder trabajar y mantener su estatus en la sociedad norteamericana», explica Emilio T. González, director de los Servicios de Ciudadanía e Inmigración de Estados Unidos. Desestima que sea un precio muy alto: «las comunidades inmigrantes generan un ingreso increíble y según cifras entregadas por el Banco Interamericano del Desarrollo, devuelven a sus países de origen cerca de 70 mil millones de doláres al año».

González, cubano nacionalizado estadounidense, tiene rango de subsecretario dentro del Departamento de Seguridad Nacional de la Administración Bush. Desde allí trabajó por esta reforma que ha estrechado las distancias entre republicanos y demócratas en la búsqueda de una solución para los 12 millones de indocumentados que, se calcula, viven en EE.UU. González explica que hace dos semanas «se retiró el proyecto de ley (del Congreso) para llegar a acuerdos. Vamos a debatir un número predeterminado de enmiendas y vamos a tener un voto en un día determinado». Burocracias y diferencias entre republicanos y demócratas aparte, Emilio T. González asegura que existe la convicción de todos los sectores de que la ley debe ver la luz este año. En el próximo, serán las elecciones y, si todo va como proyectan, los ilegales estarán entonces acercándose a las oficinas gubernamentales para pagar sus multas y conseguir papeles en regla.

La apuesta es lograr la regularización de los indocumentados – se resiste a llamarla amnistía porque asegura que no todos conseguirán un visado de trabajo – , a la vez que el control sobre la inmigración ilegal. La ley contempla un reforzamiento de los controles fronterizos, un aumento en las sanciones a las empresas que contraten indocumentados y más inspectores de «La Migra» en las calles.

Construyendo el muro

El costo de reforzar los controles fronterizos se estima en 4.400 millones de dólares. Una suma abultada que desembolsaría el Departamento del Tesoro en vistas a recuperarlo con las multas a los inmigrantes. «Cinco mil dólares multiplicado por 12 millones de personas es un gran cantidad dinero», calcula Emilio T. González. Descarta que vaya a usarse en terminar el cuestionado muro en las 2.000 millas que los separan de México: «El muro puede abarcar muchas cosas, es una frontera virtual puede tener radares y otras formas de tecnología, no necesariamente ladrillos».

Además se contempla un cambio en la política de visados donde los lazos familiares pesarían menos que el dominio del inglés y el nivel educativo alcanzado por los postulantes. Un sistema por puntos que probablemente reducirá las posibilidades de los latinos, que suelen viajar con conocimientos rudimentarios del inglés.

PABLO M. DÍEZ

CORRESPONSAL

HONG KONG. La pequeña isla japonesa de Iwo Jima, enclavada en el Pacífico, es conocida por la famosa foto de Joe Rosenthal de un grupo de marines levantando una bandera americana, un icono de la Segunda Guerra Mundial. Más recientemente, las dos películas de Clint Eastwood sobre la cruenta batalla que allí se libró – «Banderas de nuestros padres» y «Cartas desde Iwo Jima» – han devuelto a la actualidad este islote a más de mil kilómetros de Tokio.

Ahora, desde que EE.UU. se la devolvió a Japón en 1968, sólo viven en Iwo Jima unos 400 soldados nipones, pero los supervivientes y descendientes de sus habitantes autóctonos, evacuados en 1944 ante el avance de las tropas americanas, luchan desde hace tiempo por recuperar el nombre original de la isla.

Antes de la contienda, este islote volcánico se llamaba Iwo To y no Iwo Jima (Isla de Azufre). Al parecer, un error de la Armada nipona rebautizó al lugar como Iwo Jima, con tanto éxito que el nombre arraigó en mapas militares y en canciones patrióticas.

Pero la difusión de las películas de Eastwood ha desbordado la paciencia. Para deshacer el entuerto, el municipio de Ogasawara, que controla la isla, acordó en marzo restaurar el nombre de Iwo To. También, el Instituto de Estudios Geográficos nipón y los guardacostas del archipiélago adoptaron el lunes la nueva denominación.

La decisión ha complacido a los antiguos habitantes, pero no a los veteranos de guerra de ambos bandos. Para ellos, Iwo Jima siempre será la isla donde, atrincherados en túneles y cuevas, 22.000 soldados japoneses resistieron hasta la muerte el ataque de 100.000 militares americanos.

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