ESTUDIO SOBRE LA RELACIÓN OCCIDENTE-ISLAM Ser mujer y musulmana Bazah Rooni fue tiroteada en Pakistán por llevar vaqueros y ahora sufre en EE. UU. la desconfianza post-11-S

"Vi el odio en sus ojos"

La Vanguardia, , 20-06-2007

ANDY ROBINSON – Nueva York. Corresponsal

“El 10 de septiembre del 2001, todo el mundo me quería; el 15 o 16 pensaban que era una terrorista”
Bazah Roohi ha vivido las contradicciones de la mujer musulmana antes y después del 11-S, dentro y fuera de Estados Unidos. Hace 18 años, en Pakistán, recibió una bala integrista por defender el derecho a llevar vaqueros y camiseta . Ahora, residente de Brooklyn, ha sido encarcelada, entre otras cosas, por defender el derecho a no llevarlos.

A los 17 años, en Lahore, Bazah era activista del ala más liberal del Partido del Pueblo de Benazir Bhutto. Había ayudado a crear una oficina de apoyo a la mujer en un momento en el que el integrismo – tras la victoria de la CIA y los muyahidines afganos en la guerra santa contra la URSS – crecía como la espuma en Pakistán. “Yo era muy moderna; llevaba vaqueros, una camiseta, no me tapaba la cabeza”, dice en una entrevista a La Vanguardia.“Una tarde de 1989, estaba en la calle a las 8.30 y tres extremistas se me acercaron; uno sacó una pistola y me disparó”. Toca la pierna donde le alcanzó la bala. “Querían matarme y me habían amenazado varias veces por teléfono”, cuenta. Dejó la actividad política en Pakistán a partir de ese momento. “Tuve miedo”, confiesa. Tres años después su marido murió de cáncer.

Bazah – que lleva la melena suelta, blusa amarilla con bordado de colores y pantalones negros- se dedicó a los estudios. Hizo un máster en Administración Empresarial en Lahore y en 1998 emigró a Estados Unidos. Estudió contabilidad en la Universidad de Brooklyn College y abrió una oficina de asesoramiento fiscal, autorizada por la Hacienda estadounidense. Compró una casa como inversión en Nueva Jersey, aunque siguió viviendo en Little Pakistan. “Estados Unidos me causó muy buena impresión. Es la tierra de las oportunidades”, dice.

Pero con el 11-S todo cambió, afirma. “El 10 de septiembre, todo el mundo me quería; el 15 o 16 pensaban que era terrorista; vi el odio en los ojos”, recuerda. Eso le pasó a todo el barrio de Little Pakistan. La mitad de sus cien mil habitantes hicieron las maletas y se fueron a Canadá o a Pakistán. Otros optaron por esconder su identidad. “Yo tenía una compañera de habitación en el piso. Siempre llevaba prendas pakistaníes; pero después del 11-S cambió totalmente; se cortó el pelo, se puso vaqueros y camiseta, se quitó el hiyab (que tapa la cabeza). Me dijo que no quería parecer una musulmana porque pensaba que le podían dar una paliza”.

“La manera como uno va vestido no es para tanto, yo me pongo el shalwar kameez (túnica y pantalones) a veces; pero la gente tiene miedo. Tengo un amigo en Las Vegas cuya mujer es norteamericana y que se hizo musulmana cuando se casaron. Desde entonces lleva vestimenta musulmana, como el hiyab, y se tapaba la cabeza. Después del 11-S la despidieron. Sólo necesitan una excusa”.

Después de los atentados del 2001, Bazah volvió al activismo. Ahora defiende a mujeres que se sienten intimidadas por las fuerzas del orden y por la sociedad estadounidense porque son visiblemente musulmanas. Y a mujeres maltratadas por sus maridos en Little Pakistan, una comunidad en “la que la mujer sufre los mismos problemas que en Lahore”, explica. También ha participado en manifestaciones contra Pervez Musharraf, el dictador militar de Pakistán.

Pero el pasado 15 de noviembre llegaron agentes del FBI y del Departamento de Seguridad Interna a su oficina y se la llevaron a la cárcel de Bergen County (Nueva Jersey). El motivo, explicaron, era su estatus de inmigración, ya que, como muchos inmigrantes musulmanes, aún no ha recibido respuesta a su solicitud de ciudadanía. “En realidad me arrestaron por mi activismo”, afirma. Detuvieron a otras 200 personas musulmanas ese día. Bazah fue encarcelada durante 27 días y finalmente puesta en libertad sin cargos. “Me preguntaron por qué protestaba contra Musharraf; luego me acusaron de ser una talibán y de pertenecer a Al Qaeda”, dice soltando una risotada mordaz, quizás recordando aquella bala de hace 18 años.

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