Miradas, 20 de junio, Día Mundial de los Refugiados

Deia, Josu Oskoz Y Arantza ChacÓn, 20-06-2007

elegir entre asomarse no más como espectador o saberse dentro. Elegir entre un encuadre u otro. Elegir entre uno u otro tiempo. Puede ser, porque la elección fundamental ya se dio: la de estar de un lado y aprender a ver con esas miradas. Salud a quienes pudiendo estar en otro lado, están en ese. Subcomandante Insurgente Marcos, Ejército Zapatista de liberación Nacional.

Seguramente pensando que nuestra mirada es la de los que optan por estar dentro, desde nuestras miradas abiertas e inclusivas, entendemos que es necesario tener un día señalado, como hoy, dedicado a las personas refugiadas. Lejos de poder desaparecer, hoy nos obliga a hacer presentes en nuestra cotidianeidad a más de 19 millones de personas desplazadas actualmente en el mundo a causa de conflictos armados o de las cada vez más injustas relaciones económicas internacionales.

Han pasado ya más de cincuenta años desde la creación de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) y de la aprobación de la Convención de la ONU sobre el Estatuto de los Refugiados 1951. Sin embargo, en el año 2007, en un mundo cada vez más interconectado, dos de los principios básicos establecidos por la Convención y sobre los que se fundamenta la protección internacional a las poblaciones refugiadas, a saber, el principio de no devolución que recalca que las personas refugiadas no deben de ser devueltas a ningún lugar donde puedan sufrir persecución y el principio de imparcialidad según la cual se debe de prestar protección a todas las personas sin discriminación alguna están hoy más amenazados que nunca bajo el paraguas de la seguridad nacional y en el marco de la guerra global contra el terrorismo.

Hoy en día, en plena globalización neoliberal, las migraciones se están volviendo más y más complejas; a las personas refugiadas o desplazadas internas que huyen de conflictos armados o violaciones masivas de los derechos humanos, se suman las personas migrantes que buscan oportunidades económicas para mejorar su vida lejos de su tierra, escapando de una miseria que por acción y omisión hemos contribuido a crear desde Occidente.

Ante estos fenómenos, la comunidad internacional, nosotros mismos, en lugar de favorecer iniciativas a largo plazo en favor de la paz y el desarrollo, estamos reaccionando limitando el sistema legal de protección a las personas refugiadas a través de la llamada seguridización de los procedimientos de asilo cuando no alimentando actitudes xenófobas al señalar, de forma más o menos explícita, que los solicitantes de asilo y las personas refugiadas e inmigrantes son las causantes o precursoras de una presunta inseguridad que no es sino una mala excusa para cerrar nuestras fronteras y nuestros mercados, guiándonos para ello por una codicia comercial que condena a millones de personas a una miseria impuesta. Miseria, esta última, causante de buena parte de los movimientos de población que actualmente se producen.

No es lícito apoyar y mantener sistemas supragubernamentales de garantía de derechos y libertades y luego optar por políticas que vuelven las miradas de nuevo a nuestro estado, sin vasos comunicantes con una realidad mucho más compleja y con un mayor número de actores.

Somos capaces de ampliar miradas, de elegir una mirada y no otra para los nuevos conflictos, pero rápidamente se anestesian nuestros sentidos cuando hay que mantenerse combativo y despierto a medio plazo, cuando tenemos que pensar en cambios que afectan a lo que consideramos ya nuestros derechos inalienables pero no los del otro. Pero estamos dentro. Dentro de un mundo global lleno de relaciones complejas que vamos ordenando con normas llenas de la palabra derechos como si nos creyéramos de veras que estamos en ese lado. ¿Para qué? Para obviarlo cuando exige renuncias que afectan a nuestra complaciente cotidianeidad.

Tal y como nos sugería Marcos, al menos por hoy, aprendamos a mirar con esas miradas. Esas miradas de quienes han tenido que abandonarlo todo, incluidos sus sueños, huyendo de guerras o conflictos armados o simplemente de la miseria que mata tanto o más que aquellos. Quizás así, viendo con sus ojos, les veamos, y pasen a ser algo que más que cifras en una estadística del ACNUR. Y aprendamos así de quienes, pese haberlo perdido todo, pese a ser uno de los colectivos más vulnerables del mundo, se levantan cada mañana dispuestos a resistir y luchar por sobrevivir, dándonos con ello toda una lección de dignidad. Ojalá lo consigamos, al menos por hoy.

  • Solidari@s con la RASD (República Árabe Saharaui Democrática)
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