Más de 750 personas ejercen a diario la prostitución en pisos y clubes de Gipuzkoa

Diario de noticias de Gipuzkoa, amaia las heras, 17-06-2007

En los dos últimos años se registra un repunte de varones y transexuales que ejercen esta actividad

Donostia. Más de 750 personas venden su cuerpo a diario en Gipuzkoa a cambio de un dinero que “nunca es fácil” y siempre es muy variable. El 90% de quienes ejercen la prostitución en el territorio son mujeres inmigrantes que hacen de tripas corazón bajo la constante amenaza de una situación administrativa irregular. Un 75% de ellas son sudamericanas. Casi todas ven en esta actividad un recurso económico temporal que se prolonga más de lo que jamás habrían imaginado. Desde hace dos años el territorio también registra un repunte de varones trabajadores del sexo y de transexuales.

En Gipuzkoa jamás ha existido la prostitución de calle. Donostia no esconde zonas marginales como lo fue el bilbaíno barrio de las Cortes, esplendoroso en su día y abocado a librar hoy una lucha sin cuartel para salir de la marginación.

Desde que la prostitución se hizo fuerte en el territorio, los pisos y clubes no dejan de abrir sus puertas y acogen una actividad que sigue creciendo como la espuma bajo su cobijo de alegalidad. En Gipuzkoa hay repartidos al menos 67 pisos donde se ejerce la prostitución, amén de un número de clubes indeterminado, según estimaciones de Acasgui, la Asociación Ciudadana Anti – SIDA de Gipuzkoa.

Asier Lekuona, de 29 años y miembro de esta asociación, habla con conocimiento de causa y datos en la mano puesto que se encarga de visitar cada uno de estos pisos para informar a sus moradoras sobre la importancia de seguir una adecuada prevención sanitaria.

En estos inmuebles es frecuente la convivencia de varias compañeras de profesión. Pero nada tiene que ver el funcionamiento de un club con el de un piso. Los primeros funcionan como si fueran pensiones. Cada profesional del sexo alquila una habitación en régimen de pensión completa a cambio de 60 euros diarios. “Es como un hostal. Ella tiene alquilada la habitación y de puertas adentro, con respecto al posible choque legal, se supone que eres libre de hacer lo que quieras. En realidad, siempre son tres o cuatro mujeres las que tienen reservada la misma habitación”, detalla Lekuona.

Los pisos funcionan al margen de la ley. Las prostitutas los alquilan como si de una vivienda se tratara. Por lo general, tienen una media de ocupación de cinco a siete personas.

la mitad de los ingresos El cliente sube, elige chica y siempre paga por tiempo establecido. Puede ser un cuarto de hora, treinta minutos o una hora. La casa pone los precios y cada chica tiene que dar el 50% de sus ingresos al propietario.

El precio mínimo por servicio establecido en Donostia actualmente está en 30 euros aunque los precios han comenzado a caer debido a la creciente proliferación de pisos. No hay más que echar un vistazo a los periódicos, escaparate diario de esta actividad, donde los anuncios con fotografía incluida cuestan algo más de 200 euros por semana.

Los clubes no tienen tanta necesidad de publicitarse en prensa. En este escenario es donde trabaja Lekuona, incansable militante de lo que llama prevención sanitaria. “Siempre intentamos inculcar a estas mujeres el uso del preservativo, lo cual de paso nos abre una vía de entrada para poder informarles sobre otras muchas cuestiones”, agrega el joven, que lleva un lustro atendiendo a prostitutas.

La vida de estas mujeres no resulta nada fácil, más aún teniendo en cuenta que nueve de cada diez son inmigrantes sin papeles que conviven con un persistente temor debido a una situación administrativa irregular que nadie sabe cuándo tocara a su fin.

En esta situación resulta muy complicado abordar una atención sanitaria como Dios manda. Estas mujeres viven sometidas al cíclico sistema de plaza de 21 días, una rueda de la que es harto complicado salir. Hoy aquí y mañana en Sevilla. Pasado, Dios dirá.

Una vez que se marchan, la ONG Acasgui les ofrece su número para que se puedan poner en contacto cuando llegan a una nueva ciudad y quieren trabar contacto con alguna agrupación. “No echan raíces en ningún lugar. Incluso les resulta muy difícil estrechar lazos de amistad porque antes de que se acabe su plaza en una ciudad ya están llamando a otra para seguir trabajando. Se sienten muy solas”, asegura Lekuona, testigo del sistema de trabajo “individualizado” que llevan. Cada una usa su propia taquilla.

un centro adaptado Así, acostumbrada a tanta ida y venida, una prostituta jamás podría esperar largo tiempo para recibir, por ejemplo, los resultados de una citología que suele tardar lo suyo. Hace cuatro años que Osakidetza abrió en Donostia un Centro de Enfermedades de Transmisión Sexual (ETS) con ese objetivo: ofrecer un servicio adaptado y los resultados de este tipo de pruebas en menos de un mes.

El trabajo en coordinación de Osakidetza con una Acasgui – que deriva a la mitad de las prostitutas – fue premiado el año pasado por los excelentes resultados que está ofreciendo. Bilbao también cuenta con un servicio similar y, en breve, se prevé la apertura de otro en Vitoria.

Josune Andonegui, de 45 años, está al frente de esta consulta desde hace siete meses. “La clave reside en la rapidez que ofrecemos. En en una o dos semanas les damos los resultados de las serologías y pruebas ginecológicas, incluida la citología, que es la que más suele tardar”, detalla Andonegi, que añade una larga lista de pruebas realizadas, como la del VIH, hepatitis B y C y sífilis, “ahora en aumento”.

Se trata de una consulta abierta, sin barreras, que hace que estas personas encuentren un mínimo de seguridad. Un espacio donde dejan de ser prostitutas para convertirse en mujeres. “Para mí es importantísimo que se sientan dignas”, añade la enfermera a quien han empezado a llamar Mami en una jerga habitual que emplea el colectivo cuando surge una chispa de confianza.

Andonegui habla de estas mujeres con mucho cariño. “La gente se sorprendería de lo pudorosas que llegan a ser cuando vienen aquí”, asegura desmontando uno tras otro tópicos de lo más recurrente.

La enfermera pasa consulta dos días por semana, martes y jueves, en un horario adaptado al horario laboral de un colectivo trasnochador. Abren de 12.00 a 15.00 horas y las pacientes “están de lo más satisfechas. Tanto es así que muchas de ellas una vez que se han hecho las pruebas con nosotros viajan por todo el Estado y regresan a los tres meses para seguir haciéndose las revisiones aquí”, asegura.

Las prostitutas se cuidan más que nadie. A la enfermera le da cierto rubor confesarlo pero asegura que “es más seguro practicar sexo con ellas que con cualquier otra mujer que encuentras de copas un fin de semana”. El colectivo está muy concienciado de la necesidad de velar por su propia seguridad y casi siempre el riesgo de contraer enfermedades lo pone el cliente, insistente hasta el desmayo en sus peticiones y capaz de pagar un disparate por una penetración sin condón.

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