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La condena a un ex miembro del Ku Klus Klan pone el fin a 'Arde Mississippi'

James Seale, de 71 años, fue declarado culpable por colaborar en el asesinato de dos chicos afroamericanos en 1964

El Correo, MERCEDES GALLEGO, 16-06-2007

Mississippi cerró el miércoles la llaga de uno de los crímenes del Ku Klus Klan que había quedado impune durante 43 años. El anciano de 71 sentado en el banquillo ya no inspiraba el terror de aquella noche de 1964 en la que dirigió el asesinato de dos adolescentes de color, pero los tiempos también han cambiado. Las autoridades locales ya no son cómplices, los afroamericanos forman parte del jurado y James Ford Seale ha sido declarado culpable, por blanca que sea su piel.

El caso, que ha salido adelante gracias a la persistencia del hermano de una de las víctimas, supone un hito histórico y puede ser el último que lleve a juicio a un miembro del Ku Klus Kan por los crímenes cometidos en ese agitado periodo, ya que los testigos van falleciendo. La clave ha sido la confesión de otro miembro de la organización racista, que ha pactado su inmunidad.

Charles Moore y Henry Dee, de 19 años, hacían autoestop en una gasolinera cuando Seale, un camionero de 29, pasaba por delante en su Wolkswagen «y se le metió en la cabeza que eran parte de la agitación que estaba ocurriendo en Mississippi», contó Charles Edward. Se refería a la lucha por los derechos civiles y a los activistas del noroeste del país que bajaban a los estados del sur para apoyar la lucha por la igualdad.

Debía haber algo amenazador en su semblante, porque los chicos no le pararon. Aún así, él se detuvo y les conminó a subir al coche haciéndose pasar por agente del Gobierno. Pronto intuyeron que algo iba mal y quisieron bajarse, pero Seale les dijo que había «otros agentes» que querían hablar con estos «negrones». Una mano en el volante por la autopista 84, y la otra en el ‘walki talkie’ con el que se comunicaba con sus compañeros del Ku Klux Klan.

Sus compinches le esperaban en el Parque Nacional de Homochitto, donde ataron a los chicos a un árbol y durante media hora les dieron una soberana paliza, en un descabellado intento de hacerles confesar los nombres de quienes estaban organizando la «revuelta de negros musulmanes».

Ahogados

Cuando los chicos ‘escupieron’ cuanto se les ocurrió para detener los golpes, el padre de Seale, que entonces dirigía la agrupación local del KKK, llamó a su hijo mayor para ver qué hacían con los chicos. Clyde Seale y su amigo Ernest Parker llegaron al rescate. Los envolvieron en plástico para no manchar de sangre la furgoneta ‘pick up’ que conducían y los llevaron hasta el Lago Ole, a unos 160 kilómetros de distancia, donde Parker tenía un bote. Los ataron al motor y los soltaron en medio del río. Todavía estaban con vida. Los dos hombres consideraron pegarles un tiro antes, pero desistieron «porque lo iban a llenar todo de sangre».

El FBI encontró sus cuerpos dos meses después, cuando buscaba a tres activistas de derechos humanos desaparecidos a manos del KKK que también harían historia, recreados en la ‘oscarizada’ película ‘Arde Mississippi’. De camino documentaron la muerte de estos jóvenes, pero cometieron el error de ceder el caso a las autoridades locales, que pronto desecharon los cargos.

La incansable labor de Thomas Moore, hermano de una de las víctimas, en sociedad con la televisión canadiense CBC y el diario regional ‘Jackson Free Press’, logró reabrir el caso. Ahora James Seale, el último superviviente del clan familiar implicado en el crimen, ha sido condenado por dos cargos de secuestro y uno de conspiración, por lo que puede recibir dos cadenas perpetuas.

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